Por: Eduardo Verano de la Rosa
Dos suicidios de estudiantes en nuestras universidades de Barranquilla nos arrancaron de tajo el corazón. Estábamos destrozados. En medio de ese dolor punzante, decidimos que no podíamos quedarnos paralizados: a esta generación, a su fragilidad, había que brindarle toda la atención necesaria. Este cipotazo mayúsculo se convirtió en un motor que impulsa una actitud inquebrantable hacia los muchachos.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, en un gesto de hermandad, escogió a nuestro departamento del Atlántico para lanzar la campaña «GrandesXElección» en la icónica Plaza de la Paz. Fue una declaración de fe en el poder de la juventud, un llamado ferviente a que se involucraran activamente en el destino de sus territorios. Los trajimos en buses de todos los municipios y allí quedó plasmada la diversidad de sus anhelos.
Fuimos testigos de un diálogo entre jóvenes, enriquecido por presentaciones culturales llenas de mensajes poderosos. La fundación Ache, por ejemplo, nos conmovió profundamente con su muestra de danza-teatro, que no solo invitaba a la participación ciudadana, sino que también hacía un llamado urgente a cuidar la salud mental para decir un rotundo «no» a cualquier idea o intento suicida. Queremos que nuestros muchachos tengan proyectos de vida saludables.
La convocatoria para los Consejos de Juventudes surgió como una plataforma para que sus sueños germinen y se materialicen. Estos consejos se han transformado en verdaderos laboratorios de liderazgo.
Son talleres permanentes de ejercicio democrático en los que nuestros jóvenes se ejercitan en la forma en que tejen alianzas, en cómo buscan votos y se construyen planes de desarrollo. Es como ver un pequeño Estado con un gobierno manejado por ellos, con todas las complejidades y recompensas que eso implica.
Estos jóvenes aprenden que la vida no es un producto terminado; requiere convencer, avanzar, y perseverar a través de los triunfos, las derrotas, las dificultades y las motivaciones. Tienen la oportunidad invaluable de relacionarse con políticas públicas que realmente impacten su entorno.
El proceso de elección de los Consejos de Juventudes fue un despliegue emocionante de participación. Llamó la atención que jóvenes desde los 14 años se postularon y votaron. El eco de su compromiso trascendió fronteras: medios nacionales, interesados en este movimiento inédito en el Atlántico, buscaron información. Cinco de nuestros territorios figuraron entre los 25 municipios con mayor votación, clara muestra de un fervor ciudadano que inspira.
Este despertar político y social se complementa de manera categórica con el compromiso de los estudiantes de los municipios y corregimientos que cursan sus carreras gratuitas. Serán en total 10.000 estudiantes beneficiados en el marco de un convenio en el que todos aportamos: Gobierno nacional, Gobernación del Atlántico, la Institución Universitaria de Barranquilla (IUB) y 10 alcaldías.
Lo que estamos viviendo es una inyección de esperanza, una buena actitud institucional hacia los jóvenes. Sí, los suicidios nos dieron una cachetada, pero la respuesta de nuestros jóvenes ha sido interesante, han puesto toda su atención y energía en este proceso. Nuestro camino aún no ha llegado al culmen, es cierto, pero lo que estamos construyendo es una sólida política de juventud con tareas claras y emocionantes por delante.












