Entre la esperanza y el caos

José Felix Lafaurie, columnista.

Por: José Félix Lafaurie Rivera

El fallo absolutorio al expresidente Uribe, proferido por el Tribunal Superior de Bogotá en segunda instancia es una buena noticia para él y para su familia, que mucho han padecido injustamente, pero también para el Centro Democrático y el país todo, beneficiario de su sentido de Patria y de su gobierno.

No hay, por supuesto, reparación posible a una década de zozobra para una persona a quien Colombia le debe gratitud por haberla rescatado del caos al que, infortunadamente, ha regresado por cuenta de la traición de Santos, no solo a Uribe, sino a los principios y los votos que lo llevaron a la presidencia, sumada al atropello a la democracia en el plebiscito y al Acuerdo para una paz que le reabrió las puertas al narcotráfico.

Faltando aún el recurso de casación, la libertad del expresidente despeja el panorama político y electoral de la centro-derecha de cara a 2026, en momentos en que el país demanda un liderazgo claro para salir de la actual crisis, más grave aún que la de 2002, cuando ya estaba tomado por el narcotráfico y Uribe representó una solución de fondo.

¿Cuál es hoy la diferencia? Primero: el crecimiento. Uribe recibió el país con 145.000 hectáreas de coca y la inercia de su gestión lo llevó al mínimo de 47.000 en 2012, cuando inician las negociaciones con las Farc. Ese año se dejó de fumigar en la frontera con Ecuador y en 2015 en todo el país. En 2018, Santos entregó el país con 171.000 hectáreas, un nivel superior al de comienzos de siglo.

Segundo: La Paz Total … ¿y el Pacto de la Picota? A todos los grupos ilegales, dedicados al narcotráfico y sus rentas ilícitas derivadas, Petro candidato les ofreció “perdón social” en las cárceles y Petro presidente formalizó el ofrecimiento con su “Paz Total”, para negociar con todos los bandidos que, sin excepción, “le hicieron conejo”. Resultado: Petro recibió 230.000 hectáreas. En 2023 ya superaban las 253.000 y, sin cifras oficiales para 2024, los expertos estiman 280.000, con el agravante de que la producción de droga subió 53% entre 2022 y 2023, de 1.738 a 2.664 toneladas.

Tercero: La relación con Estados Unidos. Hasta 2022, con altibajos, fue cordial, asertiva y con resultados. Hoy es, literalmente, un desastre. Hace un mes el país recibió una “descertificación condicionada”, pero esa “matrícula condicional” aconseja prudencia, algo que nada tiene que ver con sometimiento al imperialismo y la codicia capitalista, ni con ninguna de tantas locuras del presidente, sino con el pragmatismo orientado al bienestar de los colombianos.

Esa es la cuarta diferencia: El sentido común reemplazado por la insensatez de la diplomacia ideologizada y la arrogancia… por el desvarío. Si el último Consejo de ministros televisado volvió a dejar la sensación de total desgobierno, la entrevista a Daniel Coronell de Univisión, que podría considerarse un “periodista cercano” para él, fue lamentable, por decir lo menos, casi circense. No le bastó con la invitación callejera, días atrás, a los militares estadounidenses a desobedecer a su comandante, sino que remató con una sorpresiva incitación golpista: “Cambiar a Trump, de diversas maneras…, si no, sacar a Trump”.

Dejo algunos dicientes comentarios del periodista sobre su accidentada entrevista: “Nunca lo había visto tan perturbado” … “No es capaz de dimensionar su tamaño real en la escena mundial” … “Sin la capacidad de dimensionar el problema en que está metido y con él Colombia” … “Quería hablar para él mismo y para un público que se imagina”.

La pregunta se impone: ¿Quién nos está gobernando?… La respuesta también: aferrarnos a la esperanza para derrotar el caos en 2026.