Por Jaime Enrique Guzmán Gómez
En Colombia, la polarización no es nueva… es muy vieja. Y cada vez se siente más profunda y más aguda. Las opiniones se enfrentan como una guerra semántica donde importa más quién ofende que quién razona con claridad. Los discursos se transforman en dogmas, y los medios de comunicación, lejos de mediar, parecen alimentar el fuego, convertidos en la sombra del poder. Ante la inminencia de un nuevo proceso electoral, vale la pena detenerse a pensar: ¿qué tanto nos estamos escuchando realmente?
Una sociedad cada vez más dividida
Vivimos, desde siempre, en un país donde la grieta del pensamiento y la opinión se ensancha día a día. El debate se ha vuelto un campo de batalla donde el desacuerdo es pecado y la diferencia, una ofensa. En definitiva, si escoges A o escoges B, si eres rojo o azul, blanco o negro, siempre serás señalado, siempre serás victimizado.
En una nación donde el dogmatismo político dicta la conversación pública, la opinión libre se marchita. La opinión pública está cada vez más confundida y desinformada. Faltan fundamentos, sobran millones de fanatismos.
Lo que se avecina en 2026
Lo que se avecina en 2026 no parece ser la elección de un presidente, sino la consolidación de unos cuantos intereses. El que alcance el 51 % ganará, y punto. Será presidente de algunos colombianos, pero no de todos. Y eso, por más democrático que parezca, ha sido una constante en nuestra historia.
Lo que realmente duele es que los justos siempre terminan pagando por los pecadores…
Ojalá el deporte no se contamine con la política. Y si la cultura decide involucrarse, que lo haga con sarcasmo, crítica y reflexión.
Mientras tanto, sigo pensando en qué es lo que realmente nos conviene. No tanto en el futuro, sino en el presente. Yo ya tomé mi decisión, pero también he aprendido que hay que respetar al contrario. Porque todo, absolutamente todo, en exceso, termina por destruir.
Medios de comunicación: ¿cuarto poder o sombra del poder?
Hoy la influencia mediática cumple un papel determinante. Ya no es el llamado “cuarto poder”, sino la sombra de un sector del poder. Y ahí se revela una verdad incómoda: los medios de comunicación no son democráticos.
Según el informe Edelman Global Advisory 2024, Colombia alcanzó 136 puntos en su escala de polarización, ubicándose como el segundo país más polarizado del mundo. Solo el 40 % de los encuestados expresó confianza en las instituciones del Gobierno nacional.
Para 2025, el Edelman Trust Barometer muestra que la confianza en el gobierno colombiano se mantiene baja, en un 44 %. Un reporte de Swissinfo publicado en junio de 2025 indica que seis de cada diez colombianos están preocupados por la desinformación en internet, mientras que las redes sociales continúan siendo clave tanto para noticias como para desinformación. Además, la Misión de Observación Electoral (MOE) registró 106 agresiones contra liderazgos políticos durante el primer semestre de 2025 (corte al 8 de julio).
Los medios no son uniformes: los de izquierda defienden su propia verdad bajo el discurso del cambio; los de derecha protegen el statu quo y el miedo a perder poder; mientras que los medios alternativos intentan construir independencia, aunque muchas veces terminan absorbidos por intereses económicos o ideológicos. En medio de ese ruido, la verdad se diluye, la objetividad se desvanece y el ciudadano queda atrapado entre narrativas que buscan convencer más que informar.
Historia de divisiones y lecciones olvidadas
Más allá de la actualidad, la historia de Colombia muestra que las divisiones profundas no son nuevas. Desde los enfrentamientos entre españoles y neogranadinos, bolivarianos y santandereanos, hasta la Guerra de los Mil Días y el siglo XX lleno de heridas: liberales y conservadores enfrentados, guerrillas, paramilitares, narcotráfico… izquierda vs derecha. Tantos intereses, tantas ideologías, tanta sangre y manipulación, para terminar en lo mismo: una preocupante carencia de información y conciencia.
Un llamado al ciudadano
Entonces, ciudadano colombiano —tú, que estás en tu tierra, y también tú, que estás fuera del país—: estudia, analiza, reflexiona. Porque si seguimos así, alimentando la intolerancia, podríamos estar a las puertas de un conflicto civil en menos de dos años.
Lo más grave es que ambas orillas políticas carecen de algo esencial: tolerancia. Mientras el ego, la codicia y la ambición sigan guiando la política, continuará el canibalismo político: unos devorando a otros, sin entender que todos pertenecemos al mismo país, a la misma historia, al mismo dolor.
En medio de la polarización, la desinformación y la desconfianza, el llamado es claro: leer, informarse, dialogar y respetar. Solo así Colombia podrá aspirar a un debate sano, a decisiones conscientes y a un futuro donde los ciudadanos sean más que meros espectadores de la historia que otros escriben por ellos.