Un día de alegría y esperanza en San Jacinto del Cauca

Por: Emilio Gutiérrez Yance

En San Jacinto del Cauca, donde el río arrulla las tardes y el viento lleva el eco de las dificultades diarias, algo distinto ocurrió en la mañana luminosa: la Policía Nacional llegó no con armas ni uniformes de rigor, sino con sonrisas, películas y sueños. Bajo la estrategia “Seguros, Cercanos y Presentes”, sembraron una semilla de alegría en el corazón de 600 niños que, por un día, olvidaron la rutina y las carencias.

Desde las veredas más lejanas, los pequeños fueron llegando. Algunos descalzos, otros tomados de la mano de sus madres, todos con la mirada llena de curiosidad. En la plaza, el cine al aire libre esperaba bajo el cielo azul, junto a los brinca-brinca, las crispetas y los dulces que parecían tesoros recién descubiertos.

Pero la jornada no se quedó solo en la diversión. Entre risas y juegos, los uniformados hablaron con los niños sobre la importancia de cuidarse: el peligro del grooming, la sextorsión, la violencia intrafamiliar y el reclutamiento forzado. Temas duros, explicados con ternura, para sembrar conciencia en medio de la inocencia.

Sandra Sánchez, una madre del lugar, observaba con emoción: “Estoy muy agradecida con la Policía Nacional. Es bonito ver a nuestros hijos felices y, sobre todo, sentir que alguien se preocupa por ellos.”

Mientras tanto, el Teniente Coronel John Edward Correal Cabezas, comandante encargado del Departamento de Policía Bolívar, afirmaba: “Queremos que estos niños sepan que no están solos, que la Policía está para protegerlos, no solo para imponer autoridad.”

Durante aquella jornada, los límites entre uniformes y comunidad se borraron. Policías jugando fútbol con los niños, madres aplaudiendo, pequeños corriendo con sus crispetas en la mano… Todo se mezcló en un cuadro de armonía poco común en tiempos difíciles.

Cuando cayó la tarde y el sol pintó de naranja el cielo sobre el río Cauca, una sensación de paz quedó flotando. Los niños regresaron a sus casas con sonrisas nuevas, y los padres, con la esperanza renovada.

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Ese día, San Jacinto del Cauca no solo vivió una jornada de recreación. Vivió un acto de fe en la humanidad, un recordatorio de que aún en los rincones más olvidados, la alegría puede florecer cuando la comunidad y la autoridad se encuentran en el terreno del amor y la solidaridad.