Gas costoso, país vulnerable

JOSÉ NAME C.

Por José David Name Cardozo
Senador de la República
Partido de la U

A finales de 2024, el mercado de gas en el país entró en una nueva y aterradora etapa con el inicio de importaciones permanentes para segmentos más allá de la generación térmica, marcando un cambio significativo en su matriz de abastecimiento. Con 2.064 Gpc de reservas probadas y una autonomía de 5,9 años al ritmo actual, la ecuación del abastecimiento exige decisiones rápidas y coherentes. Si no alineamos contratos y regulaciones a estándares internacionales, terminaremos pagando un gas más caro y con mayor volatilidad para hogares y empresas.

Las señales de la demanda son claras. De acuerdo con Promigas, en el 2024 el consumo total de gas natural alcanzó 961 Mpcd (+8% anual), jalonado por un despacho térmico que creció 67% entre 2022 y 2024 debido a la baja hidrología. Al tiempo, industria y comercio cayeron –4,6% en ese periodo, un síntoma de costos al alza y menor actividad. En transporte, se movilizaron 1.113 Mpcd (+7% a/a) a través de una red de 7.775 km de gasoductos, que apenas sumó 45 km desde 2020, suficiente para recordarnos que la redundancia y expansión importan cuando dependemos más del Gas Natural Licuado (GNL).

Por ser un energético confiable y de bajo costo, el gas natural se ha convertido en un factor clave para el desarrollo económico y la estabilidad social del país, fundamental para los hogares y la industria colombiana. 11,9 millones de usuarios —el 67% de la población— tienen gas domiciliario en 769 municipios, de los cuales el 85% pertenece a estratos vulnerables. En un país que combate la pobreza energética, el gas sigue siendo un amortiguador de bienestar: cocina limpia, costos previsibles y seguridad para millones de familias. Cuidar ese activo implica asegurar el precio y la disponibilidad del energético.

Por otra parte, el Gas Natural Vehicular (GNV) representa 3,5%–4,0% de la energía del transporte, en 2024 registró 26.542 conversiones (acumuladas 686.950). Su ahorro promedio del 36% frente a la gasolina, que llega hasta 56% en algunas zonas, es un balón de oxígeno para taxis, plataformas y flotas livianas. Es así que, en tiempos de estrechez, promover el GNV es alivio al bolsillo y mejor uso del gas.

La pregunta es: ¿Qué hacer ante este panorama? Lo primero que sugerimos es habilitar la contratación flexible de GNL con cláusulas take-or-pay e indexaciones internacionales que reflejen el mercado y repartan riesgos de forma eficiente. Segundo, acelerar licencias y decisiones en costa afuera y ampliar el transporte: capacidad y respaldo son la póliza de seguro del sistema. Tercero, fortalecer al Gestor del Mercado para que entregue datos oportunos y transparentes: balances, contingencias y señales de precios confiables mejoran la toma de decisiones. Cuarto, activar la gestión de demanda en industria y generación cuando la hidrología apriete. Y quinto, escalar el GNV en flotas intensivas de kilometraje, donde el ahorro se vuelve ingreso y competitividad.

Ante la actual estrechez, la pregunta no es si debemos seguir importando, sino cómo: con reglas claras, contratos bien diseñados y un Estado que coordine información y capacidad. Decidir hoy es la diferencia entre un gas asequible y seguro o una factura impagable el día de mañana.