en los últimos días, Carolina Corcho, exministra de Salud y candidata inscrita por sectores sociales, ha sido objeto de ataques descalificatorios por parte de ciertos sectores de la izquierda, que intentan presentarla como alguien que “reniega de la izquierda”.
La polémica surgió a raíz de un video en el que Corcho celebra el reconocimiento formal del Pacto Histórico por parte del CNE, en el cual afirmó claramente que no es “candidata de la cúpula de la izquierda”, sino “de la base social y popular”. Sin embargo, algunos detractores omitieron el término “cúpula” para sostener que la exministra rechaza toda la izquierda, recurriendo a falacias ad hominem y a razonamientos inválidos.
Según la RAE, la palabra cúpula se refiere al “conjunto de los máximos dirigentes de un partido”, precisamente lo que Corcho señalaba. Este matiz fue ignorado por quienes, desde su sectarismo, intentan deslegitimar su candidatura frente a Iván Cepeda.
El argumento en contra de Corcho contrasta con la postura del presidente Gustavo Petro, quien ha promovido la idea de que la política mundial ya no debe dividirse entre izquierda y derecha, sino entre la “ideología de la vida” y la “ideología de la muerte”. Petro ha sido objeto de burlas por esta posición, pero nunca descalificado por sus correligionarios, a pesar de su reinterpretación histórica de las categorías políticas.
Corcho, a diferencia de otros actores políticos que abandonaron el gobierno, ha mantenido un trabajo de recorrido territorial, defendiendo las reformas y promoviendo pedagogía política con enfoque social. Este desempeño evidencia que los ataques en su contra no solo descontextualizan sus declaraciones, sino que reflejan una estrategia política que sacrifica la ética en aras de la competencia interna.
El análisis deja claro que, en política, no todo se vale. La defensa de los sectores populares no debería convertirse en motivo de ataques internos, y quienes compiten por la misma orilla política deberían priorizar la pedagogía y el respeto, en lugar de recurrir a falacias y desinformación.
En síntesis, los ataques a Carolina Corcho subrayan un problema recurrente en la izquierda recalcitrante y torpe: la incapacidad de construir debate político sobre ideas, en lugar de sobre tergiversaciones y ataques personales. La candidata, por su parte, mantiene firme su compromiso con la base social y popular, recordando que la política ética sigue siendo posible incluso en tiempos de competencia electoral intensa.