¿El agua potable en Santa Marta, entre promesas históricas y avances bajo Petro

Por Álvaro Cotes Córdoba

El alcalde Carlos Pinedo Cuello celebra a bombo y platillo los primeros pasos concretos hacia la solución de la crisis hídrica en Santa Marta, atribuyéndose el mérito de una gestión que, según él, ha sido clave para que el Gobierno de Gustavo Petro inyecte recursos históricos.

Y yo me pregunto: ¿es esto un triunfo personal del mandatario de derecha, o el resultado de décadas de clamor samario que por fin encuentra eco en el presidente de izquierda?

La ciudad, que acaba de conmemorar sus 500 años en julio pasado, arrastra una sed crónica que data de generaciones. Según datos del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, el sistema actual cubre apenas el 60% de la demanda real, dejando a cientos de miles de habitantes dependientes de camiones cisterna controlados por «mafias» que, como denunció el propio Petro en un Consejo de Ministros reciente, obstaculizan soluciones estructurales.

En septiembre, protestas en la calle 30 paralizaron el tráfico, con residentes exigiendo no más parches, sino un fin definitivo a los rebosamientos de alcantarillado y la escasez de agua. El detonante del actual revuelo fue el anuncio presidencial durante los actos del Quinto Centenario, en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Donde Petro presentó el «Plan Integral de Transformación para Santa Marta»

El eje central: la construcción de dos plantas desalinizadoras –una en la zona turística y otra en Taganga–, financiadas en un 70% por la Nación (773 mil millones de pesos del Presupuesto General de 2025) y el 30% por el Distrito. «Esta va a ser una región del agua. Eso es lo que se promete y empieza a hacer este gobierno del cambio», proclamó el mandatario, reconociendo que el problema no es solo técnico, sino ambiental y estructural, agravado por el cambio climático y la sobreexplotación de pozos.

Pinedo, posesionado en enero de 2024, no tardó en subirse al carro del triunfo. En redes sociales y ruedas de prensa, el alcalde ha repetido que su «gestión incansable» ante Petro –incluyendo reuniones en ANATO 2025 y visitas a España para estudiar modelos desalinizadores– fue el catalizador. «¡Estamos haciendo historia! Logramos el convenio con DNP, ANI y Minvivienda para la solución definitiva», tuiteó Pinedo el 22 de mayo, al firmar el acuerdo interadministrativo que actualiza estudios de factibilidad para una Alianza Público-Privada (APP).

En el Día Mundial del Agua, en marzo, reiteró: «Confío en la palabra del presidente Petro, quien me aseguró en ANATO que hay recursos para ello».

Pero el optimismo pinedista choca con una narrativa más amplia, tejida por décadas de incumplimientos presidenciales. Candidatos de todos los colores –desde Álvaro Uribe hasta Iván Duque– visitaron Santa Marta prometiendo el oro y el moro: pozos profundos, acueductos del Río Magdalena, incluso alianzas con Israel para desalinización. Nada se materializó.

Esta no es gestión de un alcalde, es el clamor de todos los samarios que se lo han pedido a presidentes y candidatos durante años. Hemos visto estudios aprobados en Concejo, recursos evaporados por falta de voluntad nacional. El mérito es colectivo. El avance se debe al alineamiento histórico entre Distrito y Nación, impulsado por la conmemoración de los 500 años. Petro ha priorizado esto pese a diferencias ideológicas, reconociendo que mafias y política han frenado todo.

Sin embargo, las críticas ambientales no faltan: las desalinizadoras consumen mucha energía y podrían impactar el ecosistema marino, aunque el Gobierno apuesta por fuentes solares para mitigar.

Mientras tanto, los samarios esperan hechos, no fuegos artificiales. La APP se estructura para noviembre, con estudios de prefactibilidad ya financiados por el DNP. Si se cumple el cronograma, para abril de 2026 Santa Marta podría ver los primeros diseños. ¿Será esta la vez que la promesa se hace agua? En una ciudad donde la Sierra Nevada besa el Caribe, el verdadero cohete sería ver grifos abiertos en cada hogar. Por ahora, el debate entre gestión individual y lucha colectiva sigue fluyendo, tan escaso como el recurso que todos anhelan.