En la región de Artibonite, en el centro de Haití, miles de familias viven atrapadas entre el hambre y la violencia. Las bandas armadas que dominan el territorio han provocado el colapso de la agricultura local y bloquean los caminos, dejando a comunidades enteras sin acceso a comida ni servicios básicos.
En Petite Rivière de l’Artibonite, mujeres, hombres y niños hacen largas filas en los puntos de ayuda humanitaria, donde reciben un plato de arroz con salsa como única comida del día. Muchas de estas personas son desplazadas que huyeron de sus pueblos tras los ataques de las pandillas.
“Lo he perdido todo. Vivo enferma en un campamento improvisado y dependo de la comida que nos reparten”, relata una madre de dos hijos que, como muchos, ya no puede costear la educación de su familia.
De acuerdo con la Coordinación Nacional de Seguridad Alimentaria, 5,7 millones de haitianos enfrentan inseguridad alimentaria severa, una cifra histórica que sigue en aumento debido al desempleo, la inflación y la violencia.
Aunque la Policía Nacional y la misión internacional de apoyo intentan recuperar el control de la zona, las bandas siguen expandiéndose. Según la ONU, en Artibonite operan más de veinte grupos armados, incluidos los temidos Gran Grif y Kokorat San Ras, acusados de asesinatos, secuestros y violaciones.
Lo que alguna vez fue el granero de Haití hoy está marcado por campos abandonados, casas incendiadas y campamentos donde miles de desplazados sobreviven en condiciones inhumanas.