POR: ISAAC ROMERO
Las narrativas de Gabriel García Márquez, son un campo fecundo para reflexionar sobre la pedagogía, la escuela, la educación y los procesos formativos. En cien años de soledad, fue el no saber interpretar los manuscritos de Melquiades lo que no permitió hacer alguna acción positiva para cambiar la historia, y como no había lectura ni escritura el pueblo fue borrado de la faz de la tierra por la fatalidad de la ignorancia. Era la educación la puerta para leer los pliegos del gitano y descifrarlos, no en último momento como en la novela, sino con anterioridad, para saber el final que le deparaba a la estirpe y así tener otra oportunidad de cambiar su fatídico destino. Esta icónica novela, nos demuestra que un pueblo sin educación está inexorablemente abocado a la desgracia y el olvido. La presente investigación, pretende hacer un análisis hermenéutico-interpretativo de la obra cumbe de Gabo, con la finalidad de reflexionar desde una perspectiva crítica sobre la pedagogía en Macondo y establecer un paralelo con diversas problemáticas de la educación en Colombia y Latinoamérica en la actualidad.
Macondo, transcurre en un periodo de cien años, determinados por la soledad, la ignorancia, los vicios, la fatalidad y el egoísmo. Todos los aspectos psicológicos de sus personajes son trasmitidos de generación en generación, en ciclos similares a un eterno retorno sin posibilidades de redención. A pesar de su final fatídico, donde un cataclismo histórico borra para siempre a la estirpe de la faz de la tierra, la novela nos llama a un despertar histórico en la búsqueda de reflexiones y prácticas que forjen nuevos caminos como sociedad. En su obra maestra, García Márquez describe con una realidad más objetiva que imaginaria, la transmisión de saberes en la familia Buendía, sus dotes autodidactas, los procesos de formación en el hogar, La Bildung que no se aprende en el colegio sino en los viajes y vivencias, el tradicionalismo pedagógico en la escuela y el castigo físico como medida de adoctrinamiento.
En cien años de soledad, se refleja la sociedad colombiana entre mediados de los siglos XIX y Mediados del XX en aspectos sociales, políticos, culturales y educativos. Por tanto, nuestro objetivo es centrarnos en este último aspecto para desentrañar la escuela, los procesos de formación y el mundo educativo en cien años de soledad, buscando trazar un paralelo con las dinámicas educativas en Colombia y Latinoamérica en la actualidad. Para realizar la investigación, se utilizó el análisis crítico-literario desde una perspectiva hermenéutica, con la intención de extraer fragmentos de la novela que reflejaran la educación, la escuela y la pedagogía en cien años de soledad.
La hermenéutica, permite interpretar los textos por medio de la lectura detenida y atenta, resultando fundamental: examinar el contexto en el cual se escribió, la reflexión continua y un dialogo constante con el autor. Quintana (2019), menciona que al utilizar este tipo de metodología se hace necesario conocer algunos antecedentes sobre el autor que se quiere investigar y luego entrar en materia leyendo los textos en un proceso cíclico que incluye la totalidad y sus partes. Por ejemplo, Vargas Llosa, al hacer su crítica literaria de cien años de soledad, en su estudio historia de un deicidio (1971), busca abordar la totalidad de la obra, partiendo por el perfil psicológico de sus personajes y extendiéndose a escenas y fragmentos claves que permiten dilucidar aspectos de orden social, político, económico y cultural de Macondo.
Macondo, más que una ubicación geográfica, “es un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere, y verlo como quiere” decía Gabriel García Márquez en sus entrevistas (Tatis Guerra, 2015). Existe el caso de muchos lectores alrededor del mundo que luego de haber leído la novela, sienten que es similar a la historia de su aldea, pueblo y familia. Aunque geográficamente se encuentre enclavado en el caribe colombiano y tenga claves vivenciales de su niñez en Aracataca al lado de sus abuelos maternos, también se hace alusión a distintas partes del mundo como los médanos de Singapur, Europa o Curazao y por sus páginas viajan libros universales como la biblia, las profecías de Nostradamus y las mil y una noches. Para Vargas Llosa (1971), “esos cien años de vida reproducen la peripecia de toda civilización (nacimiento, desarrollo, apogeo, decadencia, muerte, y, más precisamente las etapas que han pasado (o están pasando) las mayorías de las sociedades del tercer mundo, los países coloniales” (p. 576). Lo dicho hace alusión especialmente a los países en vía de desarrollo de Latinoamérica. Sin embargo, Williams (1984) amplía el panorama de la novela, al mencionar que puede leerse como la historia nacional, latinoamericana y de la humanidad. En la misma línea, Tatis Guerra (2015), dice que la estirpe de los Buendía termina siendo una alegoría que representa la historia de múltiples pueblos en todo el mundo, tanto en occidente como en oriente, combinando lo mítico con la historia humana.
Durante siete generaciones marcadas por la soledad, se desarrolla la historia del pueblo desde sus inicios, cuando luego de la travesía entre el desierto, la sierra y la ciénaga encontraron la tierra prometida, se asentaron como una comunidad pacífica y equitativa en la repartición de los recursos y fundaron el pueblo. La primera generación, con Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, son los patriarcas que construyen las primeras viviendas juntos a los demás fundadores y marcan el ritmo del orden familiar, social y político de la aldea. El interés por la búsqueda del conocimiento, los avances de la ciencia y las novedades del mundo entran a Macondo por Melquiades, el gitano trotamundos que enseña a José Arcadio, el misterioso arte de transformar metales impuros en oro. Melquíades, quizá pueda considerarse el primer profesor de la aldea, instruyendo a José Arcadio Buendía en el uso del sextante, la brújula, el imán y los instrumentos con los que inició el taller de alquimia que tantos problemas maritales le iba a traer con Úrsula.
Podría decirse que la habitación, adaptado como taller para las artes alquímica fue la primera escuela de Macondo y José Arcadio el primer aprendiz. Tiempo después, el patriarca que había descuidado la educación de sus hijos por estar extraviado en sus inventos y búsquedas inverosímiles, se responsabilizó de la crianza de su primogénito José Arcadio y del futuro coronel Aureliano Buendía, enseñándolos a leer y a escribir. La educación desde la experiencia, autodidacta, informal, desde los libros, pergaminos o enciclopedias va a ser una constante en la historia de la estirpe. La educación pública, irrumpe en Macondo en la tercera generación y es un acto político más que una búsqueda comunitaria por la formación del pueblo. La escuela pública, fue traída por el gobierno conservador en cabeza del corregidor Apolinar Moscote, suegro del coronel Aureliano Buendía. Por los lazos de parentesco, el funcionario entregó la responsabilidad de la escuela a Arcadio, hijo de José Arcadio (quien se escapó con los gitanos) y Pilar Ternera. Este, tenía la vocación autodidacta del abuelo y aprendió la lengua Guajira antes que el castellano, por visitación, “una india Guajira que llegó al pueblo con su hermano, huyendo de una peste de insomnio que flagelaba a su tribu desde hace varios años”. Arcadio, primer profesor oficial del pueblo, fue enseñado a leer y a escribir en lengua castellana por el coronel Aureliano Buendía, quien como mencionamos en el párrafo anterior había aprendido de su padre, el patriarca, “a leer escribir y a sacar cuentas, y les habló de las maravillas del mundo no solo hasta donde le alcanzaba sus conocimientos, sino forzando a extremos increíbles los límites de su imaginación”. Esta primera escuela oficial, es una representación real de la educación rural en Colombia durante el siglo XIX, donde los maestros adquirían su formación de libros y enciclopedias y el colegio centraba sus horizontes en el modelo pedagógico tradicional, el respeto por los símbolos y héroes patrios, la historia oficial como verdad absoluta de la nación y la religión católica como instrumento de adoctrinamiento y cohesión social.