Un niño de 11 años es arrestado. Su nombre, rostro y edad se publican en redes sociales oficiales, acompañado de imágenes donde aparece esposado. El delito: escribir una amenaza en su pupitre. ¿La intención? Disuadir a otros menores. ¿El efecto? Abrir un debate que divide a padres, educadores y defensores de derechos infantiles.
Así fue como el sheriff del condado de Volusia, Mike Chitwood, volvió a ser tendencia esta semana en Florida. Su oficina arrestó a Caiden N., estudiante de la Southwestern Middle School, tras ser acusado de elaborar una «lista para matar» a varios compañeros. El hecho, según él mismo reconoció al ser interrogado, fue producto de estar «enojado» y de «haber tenido un mal día».
Pero lo que más ruido generó no fue el arresto en sí, sino la difusión pública del caso. El sheriff compartió las imágenes del menor en sus redes sociales, acompañado de un mensaje cargado de frustración:
“Si estás cansado de esto, imagina cómo se sienten el 99 % de los estudiantes, padres, maestros y personal escolar”.
Y una vez más, las redes estallaron.
Exposición sin condena: ¿corrección o castigo público?
La publicación recibió un aluvión de reacciones. Algunos usuarios, como Mary Ann Koukos, apoyaron la acción del sheriff:
«Los niños hoy están creciendo sin reglas, sin disciplina, sin respeto, sin consecuencias».
Otros, sin embargo, advirtieron sobre los peligros de actuar sin confirmar la culpabilidad.
«Espero que al menos hayamos esperado a confirmar que era culpable… El último menor que el sheriff Chitwood hizo sacar esposado frente a las cámaras terminó siendo inocente de todo», escribió Lea Thomas.
Y es que no es la primera vez que Chitwood opta por esta táctica. Solo un día antes, había difundido imágenes de Dereck N., de 13 años, acusado de grabar un video con un arma. También publicó fotos de dos estudiantes de 12 y 13 años por vandalismo. Todos menores de edad. Todos señalados, pero no condenados.
Una política con respaldo legal, pero éticamente cuestionada
En Florida, la ley permite revelar el nombre, foto y detalles de arresto de menores cuando están involucrados en delitos graves. Chitwood se apoya en esa legislación para justificar su política:
“Ya que los padres no quieren criar a sus hijos, yo voy a empezar a criarlos. Cada vez que hagamos un arresto, la foto de su hijo se va a publicar. Y si puedo, voy a sacarlo esposado frente a todos para que vean lo que está haciendo”.
Una declaración que, para muchos, raya en el autoritarismo y convierte el sistema judicial juvenil en un escenario público de escarnio.
El dilema: prevenir la violencia o vulnerar derechos
Las amenazas escolares son un problema real y creciente. Padres, docentes y autoridades buscan herramientas para prevenir tragedias. Pero, ¿exponer a un niño de 11 años en redes sociales es la mejor forma?
Expertos en infancia advierten que este tipo de exposición puede tener efectos devastadores: trauma emocional, estigmatización, bullying, y consecuencias legales a largo plazo. Además, señalan que estas acciones podrían violar principios básicos del sistema judicial juvenil: la presunción de inocencia y el derecho al anonimato durante el proceso.
¿Qué clase de justicia queremos enseñar?
Chitwood dice actuar con el objetivo de generar miedo en los jóvenes y presión sobre las familias. Pero para muchos, lo que genera es otra cosa: una cultura del castigo público que no repara, no educa y no reinserta.
Mientras tanto, Caiden —un niño que dijo haber tenido “un mal día”— enfrenta ahora un proceso legal que, independientemente del resultado, ya ha sido juzgado por miles de personas en Internet. Su imagen, su nombre y su error están circulando por el mundo digital sin posibilidad de marcha atrás.
La pregunta que queda en el aire es simple, pero incómoda:
¿Qué estamos construyendo cuando la justicia se convierte en espectáculo?