Hambre, una esperanza de vida

Guillermo Luis Nieto Molina

Por Guillermo Luis Nieto Molina
Escritor -Poeta – columnista – colaborador
Diario La Libertad, Barranquilla

–Tengo hambre— dijo
— ¿Qué vas hacer?— preguntó quién lo acompañaba.
— Escribir, así disipo el hambre—
— Tus letras estarán llenas de ambrosía — argumentó su interlocutor.
— No importa, estamos preparados para aguantar hambre— dijo.
El interlocutor se marchó.
El sacó una libreta, afiló la punta del lápiz con el piso rústico de la habitación. Inició su escritura, no paró de escribir durante 45 días, por la noche a toda hora, escribía, sin probar bocado. De vez en cuando, traguitos de agua con sal, era lo único que le quedaba en su apartamento.

La habitación se convirtió en un silencio de cementerio, solo interrumpido por el rasgueo del lápiz sobre el papel. El escritor, consumido por el hambre, escribía sin cesar, como si las palabras fueran su único sustento. Su cuerpo se desvanecía, mientras su espíritu se alimentaba del grafito y el papel.
Lo encontraron muerto; por el aviso del olor putrefacto, que se escapó por un calado de la estancia buscando a gritos de pestilencia, a los vecinos del barrio de la cuadra.

Era insoportable el hedor, los encargados actuaron de prisa. Recogieron la libreta y un lápiz desgastado, prácticamente, una punta diminuta semejaba lo que fue su anterior estado.

Una hoja se escapó.
Los diarios intitularon:. » Muere por no dejar de escribir»

Mucho tiempo después, cuando fue rematada la pequeña estancia, encontraron la última hoja que había escrito, decía:
<<La vida, se escapa en cada letra, camuflada en cada frase. El hambre es una esperanza, como lo es escribir.
Sé que un día me alimentaré cuando los ojos de mis lectores, sacien sus ansias de leer con el hambre escrita de mis creaciones>>

La persona que encontró la última página, pagó una gran suma por recuperar la libreta del difunto. Fue editado un libro y publicado, se convirtió en un betseller, quienes lo han leído, le ocurren dos cosas, no paran de leer y viven desesperados con hambre de escribir; condenados a crear, a describir, a dejar constancia de la muerte, con la esperanza de seguir viviendo en el papel.