El Mercado Público de Santa Marta clama por ayuda, y el alcalde responde: “Aquí no hay tiempo para discursos”

En medio del bullicio, los gritos de los vendedores y el olor penetrante de los residuos acumulados, el Mercado Público de Santa Marta —ese que por años ha sido el corazón comercial de la ciudad— lucha por no colapsar. Lo que alguna vez fue símbolo de abastecimiento y vida hoy parece sumido en el abandono: montañas de basura, aguas negras rebosadas, inseguridad creciente, extorsión y una profunda sensación de olvido.

Los comerciantes, cansados y asfixiados, no aguantan más. Y fue precisamente ese grito de auxilio lo que llevó al alcalde Carlos Pinedo Cuello a plantarse en el lugar y anunciar medidas concretas: la instalación de un Puesto de Mando Unificado (PMU) para abordar la crisis de manera integral.

“Aquí no hay tiempo para discursos, pasamos de las reuniones a los hechos. El Mercado Público tiene que cambiar y no vamos a descansar hasta lograrlo”, afirmó el mandatario, tras escuchar directamente a los trabajadores del sector.

Una decisión entre aguas negras y promesas rotas

La decisión se tomó luego de una reunión con líderes comerciales y representantes de Undeco, quienes describieron el día a día como una batalla por sobrevivir: “Nos toca vender en medio del barro, el mal olor y el miedo”, dijo uno de los locatarios que prefirió no dar su nombre.

Como primer paso, el alcalde dio un plazo de 40 días a la empresa de servicios públicos Essmar para presentar un plan de acción que resuelva los constantes rebosamientos de aguas residuales, uno de los problemas más urgentes y visibles.

Un trabajo articulado con urgencia social

En la mesa de trabajo del PMU también participaron representantes de la Policía Metropolitana, Personería, Defensoría del Pueblo, empresas de aseo, y distintas secretarías distritales, en un esfuerzo por atender el problema de manera interinstitucional.

Más allá de los anuncios, lo que esperan los vendedores es que esta vez, las promesas no se las lleve el viento… ni las aguas negras.

Porque el Mercado Público no es solo un lugar para comprar alimentos: es el sustento de miles de familias, la memoria viva de la ciudad y un termómetro de cómo Santa Marta cuida —o descuida— sus espacios esenciales.