Malena Antonella Chiocconi tenía 21 años y toda una vida por delante. Esa madrugada, como muchas jóvenes de su edad, salió con ilusión a una primera cita. Nunca imaginó que terminaría atrapada en una persecución policial, a bordo de un auto robado, con un conductor al que apenas conocía y que tenía antecedentes penales.
A las 4:30 de la mañana, angustiada, le escribió un mensaje por WhatsApp a su madre:
«Dios, ma. Estoy llorando. Nos persigue la Policía y no sé por qué».
Junto al mensaje, compartió su ubicación en tiempo real. Fue su grito de auxilio. Un pedido desesperado que no llegó a tiempo.
Pocos minutos después, el auto en el que viajaba —un Volkswagen Vento con pedido de secuestro— se incrustó debajo de un camión estacionado a la vera de la autopista Panamericana. Malena murió en el acto. También fallecieron el conductor, Joel Galván (25), y Joaquín González (23). El cuarto ocupante, un adolescente de 16 años, lucha por su vida en estado reservado.
Según contó Daniela, su madre, Malena había conocido a Galván por redes sociales y aceptó salir con él esa noche. No sabía quién era realmente. Galván, apodado “El Gordo”, tenía antecedentes por robo calificado, tenencia de armas y uso de documentación falsa.
Daniela relató con dolor que su hija intentó bajarse del auto cuando comenzó la persecución, pero no se lo permitieron. Las cámaras de seguridad confirman que Malena forcejeó para abrir la puerta. Fue una decisión impulsiva y desesperada, pero no tuvo salida.
“Mi hija era todo para mí”, dijo Daniela entre lágrimas.
“Lo único que puedo decirle a otras madres es que hablen con sus hijas. Que haya confianza. Que pregunten con quién van, cómo, dónde…”
Malena vivía con su madre en San Fernando. Había estudiado en el colegio Leopoldo Lugones, y trabajaba en la marca Vans. En redes sociales, compartía imágenes con su mamá, a quien había dedicado una conmovedora frase:
“Gracias por tanto y perdón por tan poco. Que seas inmensamente feliz hoy y siempre. Por vos mato y muero.”
Hoy, Daniela solo tiene el consuelo de esas palabras. Y un dolor que no se va.