Por EMILIO J. ARCHILA
La importancia de las ONG para el país y para la sociedad amerita que exista una política clara para fomentar y apoyar su trabajo, reglas claras para sus actuaciones y todos los estímulos posibles para que nos sigamos beneficiando de su trabajo.
Con frecuencia escucho personas que expresan su idea de no vincularse políticamente de ninguna manera. La mayoría de las veces se trata de muy buenos seres humanos que se han desilusionado de quienes se dedican profesionalmente a las labores del Estado y, en particular, los cargos de elección popular. Para bien del país, del mismo modo, es bien usual que se trate de líderes o de colombianos con gran vocación de servicio.
Y, para mayor fortuna, en Colombia contamos con un grupo tan numeroso y de características tan preciosas de Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
Muchas se dedican y con gran éxito a campos tradicionales de las ONGs, tales como desarrollo social, pobreza, educación, salud, medio ambiente y defensa de los territorios.
Al hacerlo, llenan espacios que el Estado no ha logrado, por diversas razones, pero también algunos que no es el Estado el que debería cubrir, sino que están mejor servidos por parte de privados y particulares. Son un sinnúmero los avances que nuestra legislación y jurisprudencia ha logrado gracias a sus iniciativas y demandas.
En cuanto a la asistencia directa a grupos de beneficiarios, las ONG de Colombia han sido ejemplo en temas de desarrollo económico de regiones apartadas, educación formal y educación a través de trabajo y experiencia, servicios de emergencias y de salud. Tenemos cientos de centros que llevan capacitaciones para la vida.
Las que se ocupan de sensibilizarnos respecto de temas relevantes hacen una labor preciosa, no solo con lo que hace al medio ambiente, las diferentes formas de discriminación, las migraciones hacia y fuera de Colombia, entre otras.
Usando los espacios de participación ciudadana que se crearon en la Constitución Política de Colombia, no solo en uso de las acciones populares y de grupo para la defensa de los derechos colectivos, sino en las consultas previas, la elaboración de los planes de desarrollo de los municipios y los departamentos, la protesta pacífica ha hecho y sigue haciendo que los gobernantes pongan en sus agendas temas y prioridades que, de otra manera, no serían populares ni tema de campaña.
Y hay más. Mucho más.
En ese orden de ideas, para que el tema sea tomado en cuenta y en serio, para ello se precisa:
Un debate sobre su gigantesca utilidad: Precisamos que cada uno de nosotros las conozca y admire, y que, en el mejor de los sentidos, podamos acudir en su búsqueda cuando las precisemos.
Relacionamiento con sus homólogos del mundo: Tenemos el registro de todas las ONGs en las cámaras de comercio del país. La Cancillería bien podría ayudar a que tengamos el mapa de las del mundo, para que se logren sinergias.
En las cámaras de comercio, que llevan su registro, se les de la misma importancia que a los empresarios.
En materia de institucionalidad, que contemos por lo menos a nivel de un viceministerio un “champion” en materia de ONGs en el Gobierno nacional.
Muchos cursos de administración y legislación de ONG, con lo cual se habilite que puedan contar con los mejores profesionales posibles para su servicio.En conclusión, las ONG en Colombia representan no solo un complemento indispensable del Estado, sino también una fuente de innovación social, participación democrática y transformación comunitaria. Reconocer su aporte, fortalecer sus capacidades y garantizarles un entorno institucional propicio no es un favor, sino una necesidad para el desarrollo del país. Apostarle a ellas es, a no dudarlo, apostar por una sociedad más justa, más consciente y más comprometida con el bien común.