TEMA EDUCATIVO ¿QUE SON LOS PROCESOS CURRICULARES? 

POR: FABIAN ANDRÉS MUÑOZ GARCÍA

 

Los procesos curriculares son construcciones curriculares, identificación de problemáticas curriculares, objetivos para la construcción curricular contextualizada y pertinente, justificación curricular, núcleos de formación curricular, marcos teóricos pensando la formación integral, la aprendibilidad, la educabilidad y fines de la educación en Colombia, que son temas importantes para destacar. En el escenario educativo colombiano, los procesos curriculares constituyen mucho más que una organización técnica de contenidos y metodologías; son una manifestación profunda de las intenciones sociales, políticas, culturales y pedagógicas de una nación. El currículo representa el corazón de la práctica educativa, pues en él se decide qué conocimientos se consideran valiosos, cómo se deben transmitir y con qué finalidad. Sin embargo, este proceso no puede asumirse de forma neutra ni descontextualizada. En Colombia, la construcción curricular exige ser pensada desde las condiciones particulares de las regiones, desde la diversidad cultural, étnica y territorial y desde la realidad compleja de nuestras instituciones educativas.

La construcción curricular, en ese sentido, debe ser entendida como un ejercicio colectivo y dialógico, donde convergen las voces de docentes, estudiantes, comunidades y saberes diversos. No se trata simplemente de seleccionar contenidos, sino de darle forma a un proyecto educativo con sentido, que responda a las necesidades y expectativas de quienes aprenden. Para ello, es indispensable iniciar con una identificación crítica de las problemáticas curriculares existentes. En muchas instituciones del país, estas problemáticas se manifiestan en la rigidez de los contenidos, la desvinculación con la vida real del estudiante, la falta de pertinencia cultural y la escasa participación de los actores educativos en el diseño del currículo. Estas fallas evidencian una desconexión entre lo que se enseña y lo que los estudiantes necesitan aprender para comprender y transformar su entorno.

En consecuencia, una construcción curricular contextualizada y pertinente debe tener objetivos claros que se orienten a la formación de seres humanos integrales. No basta con enseñar datos ni preparar para pruebas estandarizadas; se requiere formar ciudadanos críticos, éticos, creativos y comprometidos con la transformación de su realidad. Esta construcción debe propiciar una formación situada, que reconozca el territorio, que valore la pluralidad de experiencias, lenguajes y culturas presentes en el aula. Además, debe permitir a los estudiantes reconocerse como sujetos capaces de aprender y de aportar a su comunidad, fortaleciendo la relación entre escuela y sociedad.

La construcción de un currículo con estas características necesita estar sustentada en una justificación sólida. Toda propuesta curricular debe responder al por qué y para qué de sus decisiones pedagógicas y epistemológicas. Esta justificación no solo debe recoger los lineamientos del sistema educativo, sino también considerar marcos teóricos que den cuenta del tipo de sujeto que se quiere formar. Por ejemplo, propuestas pedagógicas críticas como las de Paulo Freire, Reynaldo Mora. que plantean la educación como un acto de liberación, invitan a pensar un currículo basado en la pregunta, en el diálogo y en la transformación social. Otros enfoques, proponen superar la fragmentación del conocimiento para asumir los problemas del mundo de forma interdisciplinaria. Estas perspectivas permiten que el currículo se oriente hacia una verdadera formación integral, donde se articulen lo cognitivo, lo ético, lo afectivo, lo estético y lo político.

En este marco, los núcleos de formación curricular se configuran como estructuras claves para organizar el conocimiento en función de sentidos pedagógicos más amplios. Lejos de responder a una simple división temática, estos núcleos permiten integrar saberes en torno a problemáticas significativas y fomentar una enseñanza más coherente con los procesos reales de aprendizaje. Así, se convierten en una herramienta poderosa para dar unidad, propósito y profundidad a la acción pedagógica, a la vez que facilitan una mayor transversalidad entre áreas y una mejor comprensión de los fenómenos complejos de la vida cotidiana. Pero para que estos procesos se consoliden, es imprescindible considerar las condiciones reales de los estudiantes. Aquí entran en juego los conceptos de educabilidad y aprendibilidad. La educabilidad remite a la capacidad del ser humano para ser educado, es decir, su potencial formativo, siempre presente y abierto al desarrollo. La aprendibilidad, por su parte, hace referencia a la capacidad de aprender en diferentes momentos, situaciones y contextos, de construir saberes nuevos a partir de la experiencia, el error y el diálogo.

Reconocer estas dimensiones implica asumir que todos los estudiantes son capaces de aprender, siempre que se les ofrezcan condiciones dignas, afectivas y significativas para hacerlo. Así, el currículo no puede pensarse como algo homogéneo o uniforme, sino como un espacio flexible que acoge la diversidad y se adapta a los diferentes ritmos y trayectorias de vida. En el caso colombiano, esta visión curricular debe estar alineada con los fines que establece la Ley General de Educación. Entre ellos se destaca la formación de ciudadanos responsables, críticos, conscientes de su entorno, respetuosos de los derechos humanos, la diversidad cultural, la paz y el medio ambiente. Estos fines no deben permanecer como declaraciones abstractas, sino que deben hacerse realidad en cada aula, en cada actividad pedagógica, en cada proceso formativo. Para ello, el currículo debe ser una herramienta viva y transformadora, construida desde abajo, desde las voces de quienes día a día sostienen la escuela y habitan la educación.

En definitiva, pensar el currículo como un proceso colectivo, crítico y contextualizado es también asumir la educación como una apuesta política por la dignidad, la justicia y la equidad. En Colombia, esta tarea es más que urgente: es una responsabilidad ética con las generaciones presentes y futuras. Solo así podremos avanzar hacia un modelo educativo verdaderamente democrático, donde cada estudiante tenga la posibilidad real de aprender, de soñar y de construir un país más humano y más justo. Este texto hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura para desarrollar y fortalecer el campo del currículo en estudiantes de Licenciatura en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias de la Educación de las Universidad del Atlántico (I-2025).