Por: Fernando Torrecilla Navarro
En la alquimia de la realidad espectral en la que estamos inmersos el significante de senador es un senador y el de representante es un representante; no son descripciones polisémicas, se atiende a su severidad teorética. Pero, cuando nos adentramos al universo de la política, esa estrictites en los significados de los conceptos se complejizan atendiendo al orden natural de la habilidad creativa del hombre que los deconstruye creando una línea de fuga mediante ideas creativas, de innovación y de proyectos de resolución de problemas, que entran a desdibujar ese rigor conceptual. En este giro de pensamiento el populismo no escapa a esta regla lógica de la teoría política.
Precisamente, este es el tópico que nos proponemos realizar y que implican un viaje por las razones en que se fundamentan los gradientes de este concepto, que se le ha denominado populismo entendiéndolo sí es binario o asociarlo con otras ideologías densas como el socialismo, el fascismo o el conservadurismo o en el marco de una ideológica delgada que considera que la democracia está separada en dos campos homogéneos y antagónicos, o dentro de estas múltiples perspectivas podría hablarse de un populismo puro, para finalmente proceder hacer una adecuación típica de las conductas desplegadas por cualquier sujeto político, que es la pregunta que finalmente médula la tesis propuesta.
Ab initio una de las tonalidades en que se nos expresa el populismo es que es contrario al constitucionalismo, al universalismo, al poder limitado del Estado y las instituciones democráticas, lo que podríamos entrar a reducir que es la némesis al principio de la democracia liberal por cuanto esta ideológica considera al populismo responsable de entregar el poder a los regímenes autoritarios lo que deja en peligro los valores democráticos y liberales civilizadores teniendo como sujetos a sociedades y como su objeto a sus sujetos civilizados. (Benjamín Moffitt)
Dentro de la anterior ilación de pensamiento la lógica del populismo desafía abiertamente la lógica del liberalismo y luego a la lógica del neoliberalismo. Es un espectro del nihilismo que ataca al principio de la ciudadanía que se ve siempre reducida al individuo, donde el populismo lo sustituye por el concepto de pueblo. La Ideología democrática liberal que concibe que el poder se contempla solo institucionalizado, y donde los problemas sociales se examinan aislados, unos de otros, pero esta desagregación se reconvierte en unicidad para el populismo: un frente de lucha entre el pueblo y las élites, restándole competencia a las instituciones en una lucha contrahegemónica, en la búsqueda de un nuevo orden diferente desconociendo la soberanía popular democrática que el populismo únicamente la reducen al voto y a la representación.
Para Ernesto Laclau y su coautora Chantal Mouffe –posmarxistas- el populismo radicaliza las expectativas y formulas democráticas en la medida que ponen al descubierto las ficciones democráticas liberales de neutralidad, institucional, lingüística y de problemas sociales despolitizados. En esencia inhieren que el populismo viene a representar un colectivo de lógicas, principios, críticas que nos revela la ontológica de lo político (Laclau), es decir, de la naturaleza, realidad política (que construye y mantiene el orden político), la sociedad y, sus relaciones ente el poder, autoridad y legitimidad que se conjugan para representar la naturaleza de lo político. Pero, no es una comprensión o un espíritu UR que vaya más allá de la estructuras y leyes que incorpora valores, principios.
Por antonomasia una de las referencias de esta gramática política es su inexorable posfundacionalismo, que busca no atacar sino debilitar la inmutabilidad los fundamentos de la sociedad -como valores, principios y normas constitucionales- mediante su deconstrucción, con la finalidad de producir la contingencia de éstos. Consecuencialmente, se excluye la idea de un fundamento único, inviolable y absoluto para su existencia. Se sustituye petrificación de pivotes axiológicos por una lógica que hace énfasis en la eventualidad y la historicidad que se asimila a un carácter temporal y esencialmente mutable de la existencia humana.
Ergo, esta volubilidad de los fundamentos en lo político debido a la inestabilidad de sus principios y valores fundantes se tiene un discurso impreciso, confuso y oblicuo. La mayor parte de su teoría y su práctica tienden a tamizar, reducir o desautorizar las cualidades de lo político, que son fundamentales para entender la política y su papel en la sociedad, como lo son: la relación de poder, la conflictualidad, la negociación, el compromiso, la institucionalidad, la legitimidad, la representación, la dinámica, la adaptabilidad, la ética y la moralidad, factores que determinan y configuran el ámbito en el que la identidad política se construye y se redefine de manera persistente por lo que está en constante construcción, por lo que su identifícate viene signado por la indeterminación e incertidumbre. (Wendy Brown). Punto axial en la conjugación de estas variables en que se define y se posicionan los populistas es la manera cómo el sujeto interpreta y se relaciona con el poder y la autoridad. En la realidad política la indeterminación o significados deslizantes puede llevar a la redefinición y a la reconfiguración de la identidad política, ya que los individuos y los grupos deben adaptarse a nuevas circunstancias y desafíos.
Viz, la identidad constituida y la indeterminación, destacan la complejidad y la dinámica de la identidad política y la forma en que se construye y se redefine en un entorno de incertidumbre, de cambio y de naturaleza huidiza. La comprensión de esta relación es fundamental para asimilar esa variabilidad que ocupan y determinan el núcleo de la lucha política (Stuart Hall) que se pliega a la forma en que se ejerce el poder y la autoridad en la sociedad.
El populismo va a crear una nueva frontera política entre el pueblo y el poder, y subsiguientemente, nuevas posibilidades políticas y nuevos imaginarios. Este sincretismo en su discurso se propone deconstruir los límites del pluralismo de origen liberal, sus grupos de intereses y es aquí donde reside el profundo y radical potencial del populismo.
Dentro de la anterior tesitura, populismo entra a desafiar abiertamente cada una de estas afirmaciones de la democracia liberal, mediante la sustitución del pueblo por el ciudadano, persiguiendo que el fenómeno social se focalice en un enfrentamiento entre el pueblo y las élites, en vez de analizarlos de manera aisladas y dejando su resolución a las instituciones. No obstante, el fin exaltadamente buscado es un estado de miedo y de tensión que propicie una lucha contrahegemónica que conlleve el camino para el miedo al pueblo, mediante una política de pueblo.
Vemos entonces que la frontera política entre el pueblo y el poder traduce la creación de una división agonística entre aquellos que se consideran parte integrante del pueblo y los otros que se consideran parte del poder, creándose así un antagonismo entre el pueblo y los enemigos del pueblo y con ello, la creación de un nuevo colectivo sociopolítico que entra a desafiar y criticar el poder y la autoridad, criticidad que entra a fustigar el discurso dominante y cuestionar las estructuras de poder que no se agota solo en la distribución del Estatuto o la riqueza. Se abre un nuevo paradigma para entender la relación entre los ciudadanos y el poder.
Un paso más. El populismo hace uso de la lógica del lenguaje cuando en sus discursos cuando aplica los significantes vacíos como pueblo, libertad, feminismo o Estado, entre otros, son significados vacíos, -léase mutatis mutandi metafísicos- polisémicos, por lo tanto, pueden ser interpretados de diferentes maneras. Esta indeterminación de los signifícate vacíos en el contexto político son permisibles para sugerir una sensación de unidad y cohesión entre diferentes grupos con valores divergentes, en donde esa pluralidad de significantes construye su propia legitimidad atendiendo a su esencia polisémica. Contrario sensu, estos significantes vacíos de igual manera pueden crear ambigüedad y confusión cuando se interpretan de diferentes maneras y se prestan para ser utilizados para manipular la opinión pública y legitimar diferentes posiciones políticas, no obstante, dificultan la comunicación efectiva entre grupos discordantes. En este ámbito movedizo la política es un terreno de incertidumbre de Estado, de efectos y de respuesta, por lo tanto, carente de garantías y abierto a las erupciones y alteraciones imprevisibles.
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