En una entrevista radial, María Claudia Tarazona relata el duelo de sus hijas, el cuidado de Alejandro, la investigación judicial y por qué, por ahora, se mantiene alejada de la política.
María Claudia Tarazona se asoma a la conversación con la voz templada pero marcada por la pena: después del atentado del 7 de junio y la muerte de su esposo, el senador Miguel Uribe, el 11 de agosto tras meses en la Fundación Santa Fe, su prioridad es reconstruir la familia y acompañar a sus hijas en el proceso del duelo.
“Estamos aterrizando en una nueva realidad, que es aprender a vivir sin Miguel”, dijo Tarazona en una entrevista otorgada a un medio de comunicación nacional, y explicó cómo las niñas lidian con la violencia que hoy llega incluso a través de las redes sociales: llamadas, comentarios y mensajes que reviven la herida. Frente a su hijo menor, Alejandro, la viuda ha optado por la sinceridad: “Yo le cuento todo, le dije que un joven malo disparó a papá en la cabeza, que lo debíamos acompañar”.
Tarazona recordó a Miguel Uribe no solo como figura pública sino como esposo y padre: un hombre entregado, amante de los retos y los acertijos, que presentó a la familia como su prioridad. “Para él cada día era un reto maravilloso”, relató, y añadió que el mayor legado que deja es ese ejemplo de entrega y compromiso.
En medio del dolor, la familia ha hallado apoyo en lazos cercanos: la familia paterna de sus hijas ha estado presente en los momentos claves y Tarazona reconoció ese acompañamiento. También habló de su profundo agradecimiento con el equipo sanitario y el personal de la UCI que los acompañó durante la larga espera: “Lloré, grité, me desmayé, me levanté, recuperé fuerzas, tengo una gratitud infinita con ellos”.
Sobre la decisión de cerrar las redes sociales, Tarazona aseguró que fue una medida necesaria para proteger el proceso de duelo de las niñas y reconstruir la cotidianidad: “En mis conversaciones con mis hijas hoy les digo, ‘pasó’, tenemos que reconstruir nuestra vida y resignificar lo que sucedió”. Para ella, resignificar la muerte implica rescatar lo bueno y seguir con la vida en honor a Miguel.
Respecto a la investigación, la viuda pidió que los organismos actúen con transparencia y sin desvíos. Aunque está informada del proceso, aclaró que no liderará la parte judicial: “Quien ha puesto la cara ante los fiscales ha sido el papá de Miguel. Yo escogí en este proceso vivir el dolor a través del amor”. Tarazona confió en que las autoridades esclarezcan por qué no se detectaron señales claras de amenaza pese a las conversaciones de seguridad que Miguel sostenía en el Congreso.
El episodio con la congresista María Fernanda Cabal fue descrito por Tarazona como un choque personal y no político: “Cuando una persona pierde a alguien de la manera en la que yo perdí a Miguel, si no puedes decir nada, la abrazas desde el silencio… eso no fue político, fue personal”. No busca una disculpa pública; su postura es que “la gente da lo que tiene”.
La fe ocupa un lugar central en su relato. Tarazona calificó como “el milagro más grande” la posibilidad de despedirse de Miguel y señaló que esa despedida, y la solidaridad de miles de personas, le permitieron hallar consuelo en los momentos más oscuros. “Voy a vivir una vida en honor a Miguel, con amor hasta el momento en que pueda encontrarme nuevamente con él”, dijo con emoción.
Hoy, su vida está “reseteada”: tras 15 años compartidos en proyectos y trabajo, Tarazona asume la doble función de madre y padre y rechaza, por ahora, cualquier aspiración pública. “En este momento no es mi lugar (la política), tengo que reconstruir”, afirmó. Su mensaje para el país fue de gratitud y llamado a la unidad: agradecer la compasión, la oración y la solidaridad que recibieron, y pedir calma en un momento en que la violencia ha sacudido al país.
En su reflexión final, María Claudia insistió en que el duelo tiene facetas complejas —culpa incluida— pero eligió quedarse con “lo bueno, con lo compasivo, con la solidaridad de mis amigos, de mi familia, de los colombianos”. Ese amor, dijo, es lo que hoy sostiene a una familia que busca recomponer su existencia tras perder a un líder al que, según ella, quisieron callar por su voz.
Y.A.