«Lo acompaño en su dolor»

Walter Pimienta.

Por: Walter Pimienta

Vive solo. Sus hijos e hijas no sabían de él o si sabían poco les interesaba. Estaba pensionado.  Fue por muchos años empleado público como archivador y jefe de correspondencias de Adpostal. A la hora de esta historia tiene 78 años. Se paga el   arriendo de una pieza por los lados del Barrio El Rosario, come la misma comida corriente del restaurante de la esquina, donde, además, desayuna y por la tarde, va a una panadería y con un pan de mantequilla y un vaso de leche, merienda. Él es José Esquivel. De joven le gustaba el beisbol y jugaba de pícher. Tenía una curva endiablada.

Tan pronto amanece el día, José Esquivel  se levanta siguiendo vivo, bañado y vestido de gente, va a la cafetería cercana donde con empanadas y café de leche, desayuna. Y luego, hace lo de siempre: ir a la velocidad de sus pasos lentos, a la cartelera de la esquina a leer los frescos carteles de los muertos del día y noche anterior. Anota el nombre del difunto en una agendita de bolsillo, la fecha y la dirección de la funeraria donde al fallecido, le hacen el velorio. Esto lo es de todas las veces.

Y ahí va Esquivel, rumbo a la Casa Funeraria Lirio Púrpura, cumpliendo con el sagrado deber ajeno pero cristiano de dar un pésame a los deudos de Milton Gutiérrez, nunca visto ni tratado por él.  Nadie le quita el derecho.  Entra y todo el que encuentra con cara compungida le dice: “Lo acompaño en su dolor” …Y luego se acerca al abierto ataúd, se fija en el muerto y se dice: “Milton, no somos nada, solo somos tierra…Nunca nos vimos, pero vine a verte. Tienes cara de crepúsculo y taciturna.  Tienes por lo negro de tu pelo, remotos rasgos aindiados…Y fuiste fumador, lo dice la nicotina concentrada en las uñas de tu dedo.  A lo mejor fue un cáncer pulmonar…Debiste tener voz de fumador, ronca y gruesa… ¿Cuántas cajetillas, Milton? Lo lamento…

De pronto, Esquivel se persigna, se aparta del ataúd y dirigiéndose a la cafetería, leyendo los resultados del beisbol, da los pésames que cree le faltan, y en actitud de profundo respeto, apacible, se va.

Hoy es el día de un nuevo cielo. Esquivel està en la funeraria “Paz y Gracia Servicios Fúnebres” y en esta hace lo mimos que ayer hizo en la “Casa Funeraria Lirio Púrpura. El muerto es Lorenzo Contó, de padres italianos, Esta enterado de los tristes hechos y en su habitual dialogo mudo con el fallecido, al pie   del ataúd, le dice: “Siempre fuiste distraído hasta que ayer te lleva ese auto por delante…El golpe no tenía más secreto:  la muerte…y todos esos ladrillos y toda esa pared que se te vino encima. Te maquillaron bien, no se te notan mucho los golpes…La que más te llora es tu madre.  Sabes Lorenzo… eso de morir de golpe y porrazo tiene sus ventajas… no queda uno inservible e inmóvil en una silla de rueda oloroso a muerte.  Te dejaron puesto tu reloj que se detuvo a las 10:09, a esa hora moriste.  Ibas para una ferretería por unos tornillos -me enteré- Pondero los servicios de la funeraria. Gracias a ti me he tomado diez tinto… Hasta luego…

Funeraria Camino de luz,  l  que  trasmite esperanzas en medio del  duelo. Y allí  está Esquivel dando el  pésame a  los familiares de Genoveva  Gutiérrez. Ya está domesticado  en  esto. Hay sobresalto y  llanto en  la  sala. Ubica a los deudos. Camina en medio  del  dolor, llega al abierto  ataúd. Ha  dado 23 “lo acompaño  en  su  dolor”… Por un momento tuvo  ganas de preguntarle si estaba viva: lo  parecía. Y de inmediato se fue con  recital: “Todavía no  me explico  cómo  pudiste  caer. Fuiste a tender una colca en la azotea del edificio donde  vías y  bajando te  viniste   por  las escaleras.  Te comiste todos  los escalones…Es que  uno  siempre da  un  paso en  falso, y hasta allí le  llega  el  aire. Tus diez  hijos  te han  llorado,  unos más que  otros.  Hablan de que hacías unas sopas muy deliciosas…De que eras muy  buena  estudiante en  la escuela  primaria…izaste  la bandera  doce veces  y que  una  vez  se te  vino  encima  el tablero de dos  caras cuando la maestra t mando a borrar  la clase  de la  vaca… Adiós Genoveva,  voy  por mi  tinto  treinta  y  cuatro”.

Falta decir que Esquivel a sus años, era ordenado, pulcro y  metódico. A las siete de la noche se acostaba apagando las luces y  cerraba  la  puerta con  llave y, además,  le atravesaba una tranca, dejando  dispuesta  la  ropa  limpia que se  pondría  para ir al  día siguiente a  l  funeraria  en suerte.

…Y, llegado el día, haría  lo  primario…Buscar  anuncios funerales en  el  periódico y de no  hallarlos,  ir  hasta  la  cartelera  de  la  esquina.

Un  día,  no  hubo  muertos  en la  ciudad.

Desde  varios teléfonos  públicos, Esquivel llamó a todas  las funerarias…”Piense en  que  a  veces  la muerte descansa”,  le  contestaron en  todas.- De  todos modos, ella  no se  demora  hasta  mañana.

No  sabría decir si lo de Esquivel era la forma  más solapada de la hipocresía. No  lloraba  ni  acompaña al  muerto  hasta el  cementerio y se estaba en  la funeraria con  su gesto afable hasta el  momento en que el  personal funeral empezaba a rodar el ataúd y  los familiares del muerto  corrían para agarrar las maniguetas de la  caja  mortuoria,  porque  nunca  como  en  ese momento al difunto  le  aparecen  parientes que se lo  llevan  llenan de  virtudes porque  no hay  muerto malo…

… Y es el  momento  de los  postreros cafés. Esquivel apura los últimos  junto con un chocolate,  lo toma a pausas, lo pasa  con  galleticas o  pan  de  mantequilla. Y,  en  l estropeo  general,  nueve  coronas…Un  sacerdote achacoso de levita larga aparece con su “Concédele, Señor el  descanso eterno y  ha que brille para él la  luz  perpetua”…Abrazos, pañuelos,  lloriqueos, apretones…Responsos,  desmayos, huele a “Menticol”…Hay  maniobras de: “!Cógelo  por el  otro  lado!”…”!Álcenlo  más!”…Afuera la  carroza  funeral  está encendida…El  entierro  comienza y Esquivel, cumplido  su  falso aprecio y consideración, sale buscando  su rumbo diciéndose:

-Vámonos, Esquivel.  Mañana será otro  día.