Por Emilio J. Archila
Es una sola voz que tenemos todos los colombianos, gritando que el narcotráfico volvió a ser el peor de los problemas que atacan a nuestro país y sus gentes.
En esa dirección, todos tenemos ya la certeza de que Colombia no está haciendo lo que debería para combatir el flagelo. Ciertamente:
+ No se están erradicando los cultivos ilícitos;
+ No se está sustituyendo la coca por cultivos que sí sean legales y no esclavicen a nuestros campesinos.
+ No se pasó la ley de pequeños cultivadores;
+ No se ha controlado el flujo de precursores a nuestro país y a las regiones productoras;
+ No se mantuvo el ritmo de inversión en vías terciarias para las zonas cultivadoras;
+ No se continuó con la implementación de los Planes Integrales de Desarrollo Alternativo (Pisda) en los municipios cocaleros diferentes de los que tienen Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET);
+ No tenemos una estrategia efectiva de control al lavado de activos;
+ No tenemos alianzas que sirvan con los países consumidores para lograr interdicciones que hagan de ese un mal negocio;
+ No logramos liderar que este sea un problema global y no local;
+ No tenemos una política de extradición que asuste a los delincuentes;
+ No distinguimos entre alzados políticos en armas y organizaciones de traqueteos poderosas, crueles y miserables;
+ No mantuvimos la presión sobre los excombatientes FARC para que entregaran toda la información sobre las rutas de exportación;
+ No mantuvimos las labores de inteligencia que han permitido que los organismos de la ley se infiltren en los grupos mafiosos;
+ No logramos mantener a las comunidades protegidas para que no se vean obligadas a ser instrumento para alejar a la fuerza pública;
+ Abandonamos la Política Integral para la Prevención y Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas sin reemplazarla por ninguna otra;
+ No pudimos implementar una estrategia coordinada entre los programas de sustitución de coca, la fuerza pública y Parques Nacionales para que la mata que mata no sea ya una alfombra que cubre las zonas protegidas donde es muy, muy difícil combatirla.
Si todo eso, que es muy grave, no fuera ya una peste, podríamos estar ad portas de una descertificación por parte del gobierno de los Estados Unidos de América, lo que haría todo aún más difícil, no sólo por las implicaciones que tendría en materia de asistencia a la lucha contra las drogas, sino en términos de cancelación de programas sociales y de apoyo a las zonas cocaleras, negativa a votar en nuestro favor créditos multilaterales, desprestigio internacional, debilidad en la ONU y demás foros.
Y, para peor, tenemos que actuar con cautela, visto que el país del Norte tiene sus ojos puestos en las mafias de Venezuela que, no son mayores, ni más poderosas, ni tan nocivas y sanguinarias como las que se han instalado en Colombia.
Apretemos los dientes. Abramos los ojos. Renovemos nuestra fé en Colombia. Recordemos que somos más y más fuertes. Creamos en nosotros y en nuestro país.
En estos tiempos en que estamos tan angustiosamente buscando temas, metas, valores y propósitos que nos unan, retomar cada una de las actividades que se han dejado para después debe ser un sí o sí de todos los candidatos a la Presidencia y de cada uno de quienes quieren llegar al Congreso de la República. Tenemos el listado y los diagnósticos, están dichos los caminos, ¡Exijamos ahora!