— Seño, no voy hacer nada; yo lo que quiero es morirme —
Tenía apenas unos días de haber llegado a la escuela rural del municipio. Huyendo a la violencia armada, había presenciado horrores. Lo visto, era una representación en tiempo real del infierno en su más amplia introspección.
Las ráfagas de metralleta, le sonaban en sus oidos y las imágenes sin palabras, se repetían una y otra vez.
Recordaba el instante en qué su mundo, plácido y feliz se convirtió en una pesadilla cruel y real del cual más nunca podría despertarse.
Los animales salieron despavoridos, el servicio de energía eléctrica se había apagado y los gritos superaban el sonido de las explosiones.
Ella logró guarecerse debajo de un cobertizo junto con una tia muy delgada. Su madre y su padre calleron con la frente agujereada manando abundante sangre frente a ellas, con la mirada extraviada, como quien mira pensando.
Más tarde cuando todo quedó en silencio, salió con su tía y encontró su mascota muerta. Era un pollito de apenas tres días de nacido que lo habían pisado y sus tripas le habían salido por el recto.
Ahora estaba aquí, en un pueblo bien distante del suyo, dónde unos familiares desconocidos, que la miraban con lastima a ella y a su tía.
Todo le recordaba su casa y le restregaba su dolor.
Ya no podía amar a los perros, los perros ,cuando llevaban las manos o pedazos de personas, en sus bocas,miraban igual a los diablos que disparaban.En la huida por el monte espeso, los había visto comer de los brazos y costillas de los cadáveres.
El humo le hacía recordar las casas y personas incendiadas, quemadas vivas. La lluvia en la cual era feliz ahora era una tortura. Esa noche después de lo ocurrido, llovió y la sangre corrió con el agua dejando su olor de sarna impregnado para siempre en su olfato.
Sentada en ese salón de clases, con un uniforme de escuela descolorido el cual le quedaba grande y no recordaba de quién había sido, escuchaba la voz dictatorial de una maestra que le decía.
—- Brígida, trabaja, pinta la casa y la escuela en tu cuaderno, sino, pinta tu familia —
Ella, con una voz profunda y convencida, exclamaba,como una expresión del eco de sus entrañas:
— Seño, no voy hacer nada; yo lo que quiero es morirme —
Por Guillermo Luis Nieto Molina