Por: Fernando Torrecilla Navarro.
Si existiera la posibilidad de alcanzar un conocimiento total y verdadero en el campo de las relaciones humanas, la política dejaría de existir sin el menor resquicio de duda y, consecuentemente, la democracia sería tan imposible como absurda (Cornelius Castoriadis). Dentro de este contexto se deben excluir los políticos fanáticos; léase las personas que por designio divino tienen acceso privilegiado a la verdad política y no precisamente al “topos urano” de Platón.
Pero la realidad es que nosotros los simples humanos que no tenemos ese privilegio celestial de conocer la verdad absoluta por lo que nos vemos forzados a resolver con la palabra y la razón toda disputa y desacuerdos para tener la posibilidad de adquirir una opinión contraria, sin imposiciones, pero al menos se tiene y se guarda el ideal de no violencia y la renuncia explícita al imperio arbitrario del discurso político del que nos ofrece la Democracia como es la tolerancia. (Norberto Bobbio).
Entonces, los que nos ofrece la Democracia es un espacio amplio para expresar nuestro derecho fundamental a exponer nuestras ideas, razones y reflexiones sobre el todo, a lo que sucede en nuestro círculo de trescientos sesenta grados y algo más, propiciando y haciendo casi obligatorio el debate de las ideas en que los ciudadanos revelan quiénes son con hechos y palabras (Hannah Arendt).
El razonamiento y la persuasión a través de la palabra constituyen un fuste axial de la Democracia que fenomenológicamente se expresa mediante el “debate de las ideas” que va a propiciar para la sociedad civil y política efectos inconmensurables. Uno de ellos es el que sucumbe y va sustituyendo de manera progresiva las estructuras políticas que sostienen a las sociedades. Ese proceso dialéctico que impulsa el desarrollo de las ideas y de la realidad va a producir lo que Bobbio denomina una “Revolución Silenciosa” que son las que finalmente producen las transformaciones de la vida del colectivo, lo que se ve reflejado en cambios de perspectivas que nutren nuevas convicciones morales, éticas y visiones del mundo, un proceso de transformación profunda, gradual activado por la evolución. Es simplemente la metamorfosis de la sociedad que un régimen democrático facilita. -pero que no siempre se traduce en un avance sino en una involución según la tesis de Popilión-. Una característica representativa de ello – del cambio de mentalidad de nuestra sociedad – viene dado por la concepción que hoy tenemos del aborto, del matrimonio de parejas del mismo sexo, del concepto de animales sintientes entre otros.
Pero, como toda creación humana no hemos alcanzado la perfección y la Democracia no escapa de ello. Esa forma de gobierno nos presenta grietas que producen desafección en la ciudadanía. La transmigración que se produce por el cambio de la democracia griega a la democracia moderna. De la participación eminentemente personal de la representación se va a constituir en una de sus principales falencias. La representación política tal y como se definió en la revolución francesa consistía en la representación de interés general, del interés común de los ciudadanos. es decir, en los órganos democráticos particularmente el parlamento no estaría representado por intereses singulares, sino que lo que existiría sería una serie de diputados o congresistas cuya visión consistiría en el descubrimiento del interés general y la formulación de leyes que respondieran a ese interés general y consecuencia los intereses particulares debían ceder en todo caso al interés general, en contraposición a lo que había sido la representación medieval que era por de intereses.
La desconfianza en nuestros representantes políticos, fenómeno que se presenta en cualquier tipo de democracia, hecho que viene a ser corroborado desde la óptica demoscópica. Se quiebra ese principio ético de la asunción de la defensa de los intereses y derechos de sus representados, atendiendo a que en el ejercicio del poder político delegado se procede a desoír la causa que motivó el por qué se le depositó la opinión política.
La soberanía es otro aspecto de la democracia que ha venido siendo afectada. Al inicio la democracia estaba limitada a un ámbito muy reducido de la vida que era la política. Solo existía democracia en lo político. Sin embargo la idea expresada fundamentalmente por Rousseau fue que la democracia se extendería en el transcurso de los años de suerte tal que la democracia se extendería a todos los ámbitos de la vida social y económica de suerte tal que no solamente tendríamos una “democracia política” sino que llegaríamos a tener una “democracia social”, es decir que la totalidad del cuerpo social se organizaría de forma democrática por tanto lo que se produciría sería un proceso de “democratización progresiva” en los distintos espacios de la humanidad. Lo que hemos visto es que este proceso de expansión de la democracia no se ha producido.
Porque ha habido ámbitos que han sido totalmente refractarios a la extensión de la democracia particularmente en el económico no se ha producido. Lo que se ha causado es una “reducción de los espacios” donde no se puede “practicar la democracia” como lo es a través de un proceso que denominamos la “globalización” o “proceso de integración supranacional”. Es un sumario que consiste en la progresiva cesión de competencias, de ámbitos de soberanía, desde el estado hacia instituciones de carácter internacional, instituciones que van desde la más desarrollada como la Unión Europea en donde buena parte de la soberanía es directamente ejercida por instituciones comunitarias u organizaciones más sectorializadas como la Organización Mundial del Comercio.
En estos niveles supranacionales no existen organizaciones sociales o políticas que puedan establecer contrapeso. Consiguientemente esas competencias que se han internacionalizado y que son ejercidas por organizaciones internacionales que ante ellas no existen ninguna forma de “representación” de los “intereses” de los ciudadanos porque las “formas de representación” de los intereses de los ciudadanos se dan exclusivamente en el ámbito nacional. No existen organizaciones que defiendan los intereses de los ciudadanos que estén en un ámbito supranacional y por lo tanto no existe la posibilidad de que los ciudadanos ejerzan sus derechos políticos. Es una democracia sin pueblo y sin elecciones.
Como una tercera variable que produce la animadversión para poder ejercer activamente en la vida política viene dado por el diseño institucional. El propio sistema viene pensado para ignorar sus opiniones y participación atendiendo a que a que las instituciones están pensadas para prescindir de su voz, producir su frustración, desidia y descontento. Un caso concreto nos lo ofrece el diseño que desarrollo el Legislativo para la elección de los Consejo de Juventud que se presentó con la Ley Estatutaria 1885 de marzo 1° de 2018 que el día 19 de octubre vamos a tener elecciones para las juventudes. No se pudo haber estructurado y calculado una peor ley que entre a arbitrar, en derechos, principios y procedimientos, a la elección de estos nuevos sujetos políticos.
Lo que se veía como una amplitud del cuerpo de participantes en la toma de decisiones políticas resultó ser un suicidio por reflexión. La organización del colectivo de electores se organiza en forma mayoritaria a través de los partidos políticos, pero esa categoría política entra a ser degradada por la reducción en porcentaje del número de sus miembros ganadores atendiendo a que se desconoce el principio de representación proporcional, principio fundante de nuestro sistema político consagrado en el artículo 263 Superior.
Por virtud del Decreto 2241 de 1986, el país incorporó a su legislación permanente el actual Código Electoral. El artículo primero de dicha normatividad se encarga de regular los aspectos básicos y principios fundamentales que inspiran dicho régimen. El numeral 5° del artículo 1°, prescribe que, dentro del marco del sistema de cociente electoral, debe asegurarse la representación proporcional de los partidos y de los grupos políticos, conforme lo establecía el artículo 262 de la Constitución Política.
A lo anterior, hay que agregarle el no reconocimiento de sus honorarios la extensión de inhabilidades para ejercer cargos con la administración pública produciendo una enorme crisis de representación que no encarna los valores y principios Democráticos, degradando en sus derechos políticos a nuestra juventud política.
Debemos remitirnos a los que expone Estanislao Zuleta: “La Democracia es como el baile, se aprende bailando”. Inflexible, pero así es.
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