El secretario de Estados Unidos, Marco Rubio, ha construido gran parte de su perfil político en torno a sus raíces familiares, recordando constantemente que es hijo de inmigrantes cubanos.
Su carisma y capacidad de convocatoria lo han posicionado como una de las figuras más visibles dentro de su partido.
La historia de su familia es un reflejo de las tensiones migratorias en tiempos de la Guerra Fría. Sus padres llegaron a Florida en 1956 con la esperanza de encontrar mejores oportunidades económicas. Poco después, su abuelo materno, Pedro Víctor, reparador de zapatos, también emigró. Tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, regresó a la isla en busca de un futuro bajo el gobierno de Fidel Castro, pero pronto descubrió que el progreso estaba condicionado a la lealtad política.
En 1962 intentó visitar nuevamente a su familia en Miami, pero fue detenido por las autoridades migratorias al no contar con visa y por sus vínculos laborales con el régimen cubano. Su situación solo se resolvió en 1966, cuando logró regularizarse.
Sin embargo, la historia personal que le dio identidad política contrasta con su postura actual. Aunque sus padres llegaron buscando un mejor futuro económico —tal como hoy lo hacen miles de familias en la frontera— Rubio impulsa políticas de deportación que muchos consideran contradictorias con su propia experiencia familiar.