El documental de Kaouther Ben Hania sobre el asesinato de la niña palestina Hind Rajab recibió una ovación de 22 minutos y fue galardonado con el León de Plata en el Festival de Venecia.
El poder del cine como vehículo de memoria y denuncia quedó demostrado en el Festival de Venecia, donde el documental “La voz de Hind Rajab” se alzó con el prestigioso León de Plata. La película, dirigida por la reconocida cineasta franco-tunecina Kaouther Ben Hania, narra con crudeza y sensibilidad el asesinato de la niña palestina Hind Rajab, un hecho ocurrido el 29 de enero de 2024 en la Franja de Gaza.
La cinta se convirtió en uno de los momentos más conmovedores de la edición al recibir una ovación de pie que superó los 22 minutos, un gesto inusual incluso para un festival acostumbrado a grandes estrenos mundiales. El público, visiblemente conmovido, reconoció en la obra no solo una pieza cinematográfica sobresaliente, sino también un testimonio doloroso de una guerra que ha dejado miles de víctimas civiles.
El documental reconstruye con precisión el día en que la pequeña Hind, de tan solo seis años, quedó atrapada dentro de un automóvil acribillado por el Ejército israelí. Su familia intentaba escapar de los intensos bombardeos cuando la balacera terminó con la vida de todos, salvo la de la niña. Durante horas, Hind logró comunicarse con la Media Luna Roja Palestina en un desesperado intento por recibir ayuda. Sus palabras, registradas en una llamada telefónica que se ha vuelto emblemática, son el eje narrativo del filme.
Ben Hania logra que la voz real de Hind se convierta en el corazón de la narración, transmitiendo la angustia y la impotencia de una infancia truncada por la violencia. El espectador se ve confrontado no solo con la brutalidad de los hechos, sino también con la inacción internacional frente a los reiterados ataques a civiles en Gaza. Finalmente, la ayuda nunca llegó: la niña fue alcanzada por las fuerzas israelíes antes de que los rescatistas pudieran rescatarla.
La directora, que ya había sido reconocida con nominaciones al Óscar en trabajos previos, explicó en Venecia que la motivación detrás de este proyecto fue darle a Hind una voz eterna, más allá del silencio que impuso la guerra. Según sus palabras, el cine puede ser “una forma de justicia simbólica” cuando la justicia real parece ausente.
La ovación del público en el festival fue interpretada como una reacción colectiva a un relato incómodo que pone en el centro a las víctimas invisibilizadas del conflicto. En un contexto en el que las imágenes de Gaza suelen diluirse en el flujo noticioso, “La voz de Hind Rajab” devuelve el rostro humano a las cifras y estadísticas.
El premio también abre un debate sobre el rol del arte en medio de la violencia. Para muchos críticos, el reconocimiento a esta obra supone una denuncia internacional contra los crímenes de guerra y una llamada a no permanecer indiferentes. La presencia del tema palestino en uno de los escenarios más influyentes del cine mundial confirma que el séptimo arte sigue siendo un espacio de resistencia cultural y de memoria histórica.
En medio de los aplausos y las lágrimas, el filme se erige como un recordatorio de que, incluso en tiempos de destrucción, el cine puede devolver la dignidad a quienes fueron silenciados. Hind Rajab, que murió con apenas seis años, ahora tiene una voz que resuena en los auditorios del mundo y que invita a reflexionar sobre la urgencia de proteger a los inocentes en cualquier guerra.
Y.A.