Por GREGORIO TORREGROSA
Más allá de las recurridas versiones que dan cuenta acerca del gentilicio del presidente Gustavo Petro Urrego, situándolo como nacido en el municipio Ciénaga de Oro, en el departamento de Córdoba, la veracidad de tal versión no colma esa especie de sequía histórica que, desde la época de Rafael Wenceslao Núñez Moledo, de la mano con el orgullo regional, al mejor estilo chauvinista, nos ha mantenido sedientos de poder a los costeños, pero al nivel del curubito, en la espera a que uno de los nuestros ocupe el solio de Bolívar.
Y no la colma, porque, como sabiamente lo enseña el refrán austríaco: “no se es de donde se nace sino de donde se pase”, y en el caso del señor presidente está claro que su identidad, costumbres y dicción lo muestran más cerca de ser un personaje influenciado por el lugar y las experiencias donde se ha criado y vivido, el cual no es otro que el de haberse formado entre montañas, frío, desconfianzas y sofisticadas como paramunas maneras de negarse a servirle al otro o, en su defecto, traicionarlo, expresando, a cambio, su infaltable: “qué, pena”.
Tal vez, pueda ser esa la razón por la que el presidente, a pesar del masivo y desproporcionado apoyo recibido por la legión de sus coterráneos caribeños, antes, durante y después de su elección, siempre ha mirado de soslayo a sus paisanos al momento de la escogencia para los altos cargos de su equipo top o premium de gobierno: no se siente uno más de los nuestros. Aclaro, Armando Benedetti V. no cuenta, porque él nunca fue llamado, pues siempre estuvo ahí como coequipero, y a quien muchos le atribuyen el ejercicio contrario.
La anterior ambientación regional, sobre el origen nativo del presidente, viene con ocasión a que el senador Efraín Cepeda Sarabia ha lanzado su candidatura presidencial, lo cual pudiera revivir el sempiterno anhelo, en el sentido de que un verdadero costeño logre tal dignidad. Desde los tiempos de Evaristo Sourdís Juliao, cuando para las elecciones de 1970 se lanzó como disidencia del partido conservador, no ha aparecido candidato costeño alguno, sin importar su impronta ideológica, que con serio castañetear de triunfo logre impactar en el ámbito nacional; el evento en el departamento de Tolima es prueba de ello, no para que se le repute ganador, sino como factor de negociación entre nombres por barajar dentro de la derecha opositora, quienes, a la fecha de hoy, no han podido cohesionarse alrededor de un nombre que infunda respeto, sobre todo, susto a sus contrarios.
Efraín Cepeda, al completar 32 años en el congreso por sus ocho (8) reelecciones consecutivas, de seguro conoce por dentro ese monstruo llamado gobierno – poder y, por ende, el camino más expedito para hacerse con él. Sus ingeniosas mañas, propias de todo político de envergadura, y, sobre todo, sus virtudes, deberán convertirse en el instrumento de amalgama perfecta para convencer a ese zorro de Álvaro Uribe que, como un buen paisa culebrero, siempre ha mantenido convencidos a sus adeptos para que le compren el ungüento perfecto para las dolencias del país, en este caso, que él es el pollo, o que el ungüento se llama Efraín.
Este sería uno de los primeros pasos de los muchos que debe recorrer Efraín Cepeda, sin perder de vista que la costa, por sí sola, no impone candidato ni, muchos menos, elige presidente. Evaristo Sourdís, a pesar de que su candidatura gozó de mucho consenso Caribe, solo obtuvo el pírrico 8.6% de la votación nacional, lo cual contrasta con el 10.6% de Belisario Betancur, quedando ambos, significativamente, lejos del segundo, Rojas Pinilla, y más aún, del ganador, Misael Pastrana. Por ello es preciso, si quiere comenzar a marcar en las encuestas como opción viable, que sus asesores politólogos y consultores, todos gurús del márquetin político, como los Luis David Duque, J. J. Rendón o Augusto Reyes, vayan pensando en una propuesta o programa político que se caracterice por ser de inspiración regional, pero que implique convocatoria nacional. Como sería el hecho de mostrarse a nivel nacional como un legítimo representante de las regiones y, aprovechando su condición de costeño, en particular, promocionar el buen desempeño de otros muchos coterráneos en sus distintos oficios y profesiones, como García Márquez, Juan Gossaín, Alejandro Obregón (colombo-Español miembro del grupo Barranquilla), Shakira, Sofia Vergara, Silvia Tcherassi, Carlos Vives, Pibe Valderrama, Lucho Díaz o Rodrigo Valdez, entre otros, para entonces acuñar una especie de consigna política nacional que rece algo así como: “Porque lo hemos hecho bien, merecemos una oportunidad”.
Que no caiga en la tentación, como me dio la impresión en su última entrevista radial en Caracol, de que Petro es el plato fuerte y preferido de su campaña; no es que las críticas a Petro no resulten válidas, sino que, como tema de campaña, los otros muchos candidatos y candidatas, poco creativos, ya lo han desgastado como tema; Vicky Dávila, es un ejemplo de ello, que por ser monotemático su anti petrismo, lo que ha logrado es que se produzca, con el tema Petro, una fatiga de marca a la inversa, es decir, que el personaje atacado resulta mejorando o punteando encuestas.