¿Otra Víctima en Santa Marta contra Personas del LGTBI?

Se reaviva las alarmas sobre la seguridad de la comunidad LGTBI en Santa Marta. El reciente fallecimiento de la diseñadora transgénero María del Mar Perdomo ha encendido las sospechas de un posible patrón de violencia selectiva. Con su muerte, reportada el 10 de septiembre tras ser ingresada en estado crítico a la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica del Prado, se suma a un caso anterior que sigue resonando en la ciudad: el brutal asesinato y descuartizamiento del biólogo italiano Alessandro Coatti, ocurrido en abril de este año. ¿Estamos ante una segunda víctima de ataques dirigidos contra esta comunidad, o se trata de tragedias aisladas envueltas en circunstancias aún poco claras?

María del Mar Perdomo, originaria del Huila y reconocida por sus coloridos diseños en festivales como el Reinado Nacional Trans del Mar, llegó a Santa Marta para participar en las Fiestas Trans del Mar 2025. Sin embargo, su visita terminó en tragedia tras presentar quebrantos de salud tras una comida, lo que llevó a su hospitalización y posterior deceso. Una amiga señaló que pudo haber sido víctima de escopolamina, una sustancia asociada frecuentemente con robos en la región, pero las autoridades han enfatizado que no hay un dictamen oficial de Medicina Legal que confirme esta hipótesis. La falta de claridad ha desatado especulaciones, especialmente entre activistas que ven en este caso ecos de violencia previa contra personas LGTBI.

El precedente más inquietante data de abril, cuando Alessandro Coatti, un biólogo molecular de 42 años vinculado a la Royal Society of Biology, fue hallado descuartizado en distintos puntos de la ciudad, incluyendo una maleta abandonada en el sector de Bureche. Inicialmente, las autoridades exploraron hipótesis de robo que derivó en homicidio, con indicios de que Coatti fue engañado a través de una aplicación de citas. Sin embargo, la brutalidad del crimen y la falta de un móvil definitivo dejaron abierta la posibilidad de un ataque homófobo, una teoría que el embajador italiano en Bogotá, Giancarlo Maria Curcio, no descartó. A pesar de las capturas recientes de presuntos responsables, el caso sigue generando preguntas sobre la seguridad de los extranjeros y la comunidad LGTBI en zonas turísticas.

La coincidencia de ambos casos en Santa Marta, una ciudad que vive del turismo y la biodiversidad, plantea interrogantes perturbadores. ¿Es esta una región donde la intolerancia encuentra terreno fértil? Las autoridades han ofrecido recompensas —50 millones de pesos en el caso de Coatti— y prometido investigaciones exhaustivas, pero la comunidad LGTBI local denuncia una respuesta lenta y una narrativa oficial que evita etiquetar estos incidentes como crímenes de odio. Organizaciones de derechos humanos han exigido mayor protección, señalando que la violencia contra esta población podría estar subreportada o mal clasificada.

Sin dictámenes concluyentes —ni en la autopsia de Perdomo ni en las motivaciones finales de Coatti—, el riesgo de especulación crece. ¿Podría la escopolamina, el engaño en citas o incluso ajustes de cuentas estar conectados de manera más profunda? Las piezas del rompecabezas aún no encajan, y mientras las investigaciones avanzan, Santa Marta enfrenta un escrutinio renovado. La ciudad, conocida por su belleza natural, podría estar ocultando un problema más oscuro que exige respuestas urgentes. ¿Será este el comienzo de un patrón o un malentendido alimentado por la incertidumbre? Solo el tiempo y una investigación rigurosa lo dirán.