Pensemos en un Currículo Pertinente

Por: César Echavez Sarmiento, Adriana Cañate Herrera

Cuando hablamos de currículo, normalmente lo asociamos a planes de estudio, materias y competencias que hay que alcanzar. Sin embargo, en realidad el currículo es mucho más que eso: refleja la forma como entendemos la educación y, al mismo tiempo, la manera en que una sociedad se piensa a sí misma. En Colombia, el currículo oficial se ha caracterizado por estar enfocado en estándares y pruebas estatales, dejando de lado los contextos y las problemáticas sociales de los estudiantes. Por esta razón, se hace necesario hablar de un currículo contextualizado y pertinente (CCP), que conecte de manera real la escuela con la vida cotidiana y con las demandas de transformación de la sociedad.

El principal problema del currículo oficial es que convierte la educación en un proceso rígido y homogéneo. Tal como plantea Reynaldo Mora Mora, este enfoque hace que el aprendizaje se limite a competencias instrumentales que no necesariamente responden a lo que los estudiantes viven en su entorno. Si la escuela se concentra únicamente en preparar para las pruebas del Estado, se pierde de vista la posibilidad de formar sujetos críticos y conscientes de su realidad. En cambio, el currículo contextualizado y pertinente propone que los contenidos deben construirse desde el contexto, tomando en cuenta las problemáticas sociales que afectan directamente a las comunidades.

La importancia de este enfoque radica en que convierte el aula en un espacio de diálogo entre saberes académicos y experiencias de vida. Es decir, el aprendizaje deja de ser algo impuesto desde afuera para convertirse en un proceso con sentido para los estudiantes. De esta manera, se reconocen las capacidades, talentos e intereses de cada uno, y se les da la posibilidad de relacionar lo que aprenden con los retos que enfrenta su comunidad. Así, el docente se transforma en un mediador que ayuda a que los estudiantes comprendan su realidad y busquen formas de transformarla.

Además, pensar en un currículo pertinente también es pensar en equidad. Durante décadas, la homogenización educativa ha marginado a las poblaciones más pobres y periféricas del país, ocultando estas desigualdades bajo la idea de “calidad”. Pero una educación que no responde a las condiciones sociales y económicas de los estudiantes termina siendo poco significativa. En cambio, un currículo contextualizado redefine la calidad educativa como la capacidad de formar ciudadanos críticos, comprometidos y con herramientas para incidir en su entorno.

El currículo contextualizado y pertinente es una apuesta necesaria para que la educación cumpla verdaderamente con su función social. No se trata de rechazar las competencias, sino de resignificarlas en relación con las problemáticas sociales. El reto está en que la escuela deje de ser un espacio aislado y se convierta en un lugar donde los estudiantes encuentren respuestas a su realidad y, al mismo tiempo, aprendan a transformarla. Por eso, hablar de un currículo contextualizado es hablar de una educación viva, dinámica y comprometida con la sociedad en la que se desarrolla.

El currículo contextualizado y pertinente: una necesidad para transformar la educación

Hablar del currículo en Colombia es hablar de la forma en que la escuela se relaciona con la vida de los estudiantes. Durante mucho tiempo, el sistema educativo ha estado marcado por programas oficiales que buscan medir la “calidad” a través de pruebas estandarizadas. Sin embargo, estas evaluaciones, lejos de reflejar el verdadero aprendizaje, terminan convirtiéndose en una camisa de fuerza que desconoce la diversidad cultural, social y económica del país. Es aquí donde la propuesta de un currículo contextualizado y pertinente adquiere toda su relevancia: se trata de pensar una educación que no solo enseñe contenidos, sino que dialogue con la realidad y responda a las problemáticas de cada comunidad.

Como lo plantea Reynaldo Mora Mora en sus reflexiones, el currículo oficial ha olvidado que la escuela es parte de un contexto vivo, lleno de tensiones y desafíos sociales. Al enfocarse casi exclusivamente en competencias instrumentales, deja de lado el papel fundamental que tiene la educación en la transformación de la sociedad. El resultado es un sistema que prepara a los estudiantes para resolver exámenes, pero no necesariamente para comprender su mundo ni para actuar en él de manera crítica y comprometida.

Un currículo contextualizado y pertinente, en cambio, parte de reconocer que los estudiantes no llegan al aula como hojas en blanco. Llegan con historias, con realidades familiares, con saberes previos, con problemáticas que marcan su día a día. Por eso, enseñar de manera significativa implica tomar esas realidades como punto de partida. En una comunidad afectada por la violencia, la escuela debe ofrecer espacios para reflexionar sobre la paz. En territorios con dificultades económicas, el aprendizaje debería orientarse hacia proyectos que fortalezcan la creatividad y la resiliencia. En todos los casos, lo que se enseña debe tener sentido para quienes aprenden.

Este tipo de currículo no solo transforma la forma en que se conciben los contenidos, sino también el papel del docente. El maestro deja de ser un simple transmisor de conocimientos para convertirse en un mediador, un investigador y, sobre todo, un acompañante en los procesos de construcción de sentido. Así, la escuela se convierte en un espacio de diálogo entre los saberes académicos y las problemáticas sociales, generando aprendizajes que realmente preparen a los estudiantes para la vida.

Por otro lado, pensar en un currículo contextualizado también nos obliga a repensar lo que entendemos por “calidad” educativa. Durante décadas, se ha medido la calidad a partir de los resultados de las pruebas Saber y de los rankings que estas producen. Pero, como bien lo señala Mora, esa noción de calidad es fría y excluyente, porque no reconoce las desigualdades entre regiones, ni las carencias históricas de la educación pública en las periferias. Una verdadera calidad educativa no debería reducirse a cifras, sino traducirse en oportunidades de aprendizaje significativas para todos los estudiantes, sin importar su origen.

La importancia del currículo contextualizado y pertinente radica entonces en que devuelve a la escuela su misión social. La conecta con la comunidad y la convierte en un motor de transformación. Si el currículo es un espejo de la sociedad, como afirma Mora, entonces debemos preguntarnos: ¿qué tipo de sociedad queremos reflejar? ¿Una que prioriza los exámenes y los estándares? ¿O una que apuesta por formar ciudadanos conscientes, críticos y solidarios?

Pensar en un currículo contextualizado y pertinente es pensar en una educación más humana, más cercana a la vida de los estudiantes. Es entender que el aprendizaje no puede estar aislado de la realidad, y que enseñar solo tiene sentido si se hace para transformar. En un país como Colombia, atravesado por profundas desigualdades, esta propuesta no es solo un ideal pedagógico: es una necesidad urgente para construir un futuro más justo e inclusivo. Este texto hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura en Procesos Curriculares con estudiantes de licenciatura en ciencias sociales de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico (II-2025).