Entre la candidez y los candidatos

Elecciones en Colombia // Imagen de referencia

Por JESÚS GONZÁLEZ B.

Hoy, en Colombia, hay precandidatos a la presidencia de todos los colores y procedencias. Se habla de por lo menos 75 aspirantes al primer cargo público del país. Sin embargo, todavía falta que se surtan las consultas internas de los partidos, programadas para octubre de este año, y que se configuren las primeras coaliciones. Solo entonces comenzará a decantarse el panorama, para llegar en las primarias del próximo año a un debate más serio y estructurado, del cual se puedan extraer conclusiones sobre lo realmente conveniente para la sociedad colombiana.

Más allá de inclinaciones, simpatías o diferencias ideológicas – que no tendrían por qué convertirse en enemistades -, podemos y debemos construir mínimos de acuerdo ciudadano en nuestros entornos cotidianos. Se trata de contribuir a que las elecciones no sean un escenario de violencia política y de exigir que la altura del debate nos permita elegir con probidad y transparencia. El riesgo de siempre es que terminen imponiéndose las malas prácticas de la politiquería, el gangsterismo electoral y las clientelas de todo tipo, que han mantenido al país sumido en profundas inequidades.

Si hacemos una evaluación honesta, hay que reconocer que en múltiples ocasiones la Presidencia ha sido ocupada por personas con muy baja calificación y escasas virtudes para conducir los destinos colectivos. También es necesario admitir que la sociedad, con frecuencia, ha votado con candidez, avalando proyectos políticos retrógrados, simplistas, desatinados, violentos y con pocos atributos democráticos. Esa ingenuidad ha tenido un costo alto: la desinstitucionalización del país y la profundización de nuestra condición de sociedad injusta.

A los candidatos les corresponde salir de los lugares comunes: dejar de montar narrativas épicas vacías y campañas sustentadas en modelos convencionales de marketing. Lo que el país necesita es un diagnóstico claro de los retos que nos atraviesan, interpretaciones realistas de nuestra vida colectiva y, sobre todo, propuestas creativas y viables que ofrezcan alternativas concretas a los diferentes sectores de la nación. Podrán decirnos que ya existen programas políticos históricos que defienden continuidades o cambio pública..

También nos corresponde a nosotros, como sociedad, salir de la candidez. No podemos seguir permitiendo que nos manipulen las emociones, ni que el miedo o la exclusión sean la brújula de nuestras decisiones. Tenemos que exigir propuestas serias, discursos bien fundamentados, debates con altura, gestos de respeto y compromisos validados con las regiones y con el manejo democrático de la vida pública.

El Estado y la sociedad solo mejorarán si los candidatos asumen comportamientos éticos, si hay proyectos de gobierno robustos y si las ciudadanías dejamos atrás la ingenuidad de elegir sin reflexión y exigen salvaguardas concretas a los intereses colectivos.. No podemos seguir embromados por narrativas diseñadas para dividirnos. El reto es claro: candidatos con ética y ciudadanía sin candidez. Solo así podremos darle a Colombia un futuro menos injusto y más democrático.  Pensémoslo.