TEMA EDUCATIVO: LA TEORÍA CURRICULAR CONTEXTUALIZADA Y PERTINENTE

 

POR: DANIELA RAMOS ROMERO, DANIELA ESCALANTE, HELLEN SOLON ROMERO

 

Al leer al profesor Reynaldo Mora Mora desde sus Tribunas Pedagógicas, referidas a la importancia del Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, yo me puse a pensar en lo mucho que la educación en nuestro país necesita un cambio real, nos llama la atención cómo él insiste en que el currículo debe nacer del contexto y de las problemáticas sociales, y no de normas vacías o formatos. Pensamos que eso es totalmente cierto, porque muchas veces lo que se enseña en la escuela no responde a lo que vivimos día a día. También me pareció muy importante su crítica a la educación estandarizada. Estamos muy de acuerdo en que esa forma de ver el currículo como una lista de competencias y evaluaciones termina deshumanizando el proceso. Lo hemos visto: los estudiantes se repiten respuestas como un papagayo, pero no encuentran sentido ni conexión con su vida. Para mí, la educación debería motivar y transformar, no limitar a los jóvenes.

Bueno, otra cosa que nos hizo reflexionar es la parte donde él habla de la formación de ciudadanos democráticos. Yo creo que la escuela debería ser un lugar para aprender a convivir, a pensar críticamente y a participar en la sociedad, y no solo para memorizar contenidos. Estamos convencidas de que, si las escuelas asumieran este enfoque, seríamos jóvenes más conscientes y más comprometidos con nuestra comunidad. Se trata de un problema serio que muchos programas sigan siendo tan enciclopedistas y poco investigativos. Si los maestros no son formados de manera crítica y contextualizada, ¿cómo van a formar a otros con esas mismas capacidades? En nuestra opinión, la propuesta del profe Mora abre un camino para repensar la educación desde la dignidad humana y desde la realidad de nuestro país.

Estas tribunas nos invitan a entender que el currículo es más que un conjunto de planes, programas y métodos de enseñanza, se debe concebir como el corazón mismo del sistema educativo, un espacio vivo y dinámico donde se entrelazan saberes, emociones, contextos y proyectos de vida. Se propone una visión del currículo como obra de arte, metáfora y mapa, que orienta a los actores educativos hacia la autonomía, la creatividad y la capacidad crítica. Esta mirada trasciende la simple organización académica para convertirse en un escenario formativo que busca despertar en los estudiantes el sentido de ciudadanía, la sensibilidad estética y la reflexión ética frente a las problemáticas sociales. Se puede decir que el currículo aparece como una construcción social y cultural, ligada históricamente a las necesidades y desafíos de cada contexto, dependiendo de si es rular o urbano.

No se trata, entonces, de reproducir mecánicamente contenidos, sino de convertirlo en un diálogo con la realidad. Por ende, se destaca su carácter interpretativo, en la medida en que permite analizar las tensiones y demandas del entorno, preguntándose constantemente qué enseñar, por qué hacerlo y para qué, lo que quiere decir que el currículo es algo que siempre está en construcción, para intentar responder a las necesidades del entorno. En este sentido, se convierte en una herramienta de emancipación, que busca formar sujetos autónomos capaces de cuestionar los “sin sentidos” de la sociedad y construir proyectos de vida con identidad propia. También, se resalta que el currículo debe estar cargado de emociones, sentimientos y experiencias significativas, pues no hay formación integral sin reconocer al ser humano en toda su complejidad. Esto lo hace inspirador y motivador, capaz de cautivar tanto a estudiantes como a docentes, quienes encuentran en él no solo un instrumento de enseñanza, sino también una fuente de goce, creatividad y realización. El currículo, entendido como tesoro de la Institución Educativa, adquiere la misión de articular los fines de la educación colombiana con la vida concreta de los estudiantes, haciendo que cada proceso pedagógico se convierta en un acto de esperanza y reparación frente a las heridas sociales.

Por todo, lo anterior, nuestra mirada crítica se centra en los aportes del académico Reynaldo Mora Mora respecto a la construcción del currículo y su relación con la democracia escolar. En ella se plantea que el currículo no debe concebirse como un simple listado de materias o asignaturas, sino como un proceso integral de carácter social, cultural y pedagógico que responde a las necesidades colectivas de la Comunidad Educativa. Su principal objetivo, según esta visión, es educar para la participación ciudadana, la convivencia y el fortalecimiento de los valores democráticos desde la escuela. El texto subraya un aspecto fundamental: el currículo es, ante todo, un espacio político y ético. En este sentido, la escuela deja de ser un lugar pasivo de transmisión de contenidos para convertirse en un escenario de diálogo, debate y construcción colectiva. Estudiantes, docentes y familias no son meros receptores, sino actores activos que intervienen en la toma de decisiones.

Con ello, Mora propone un cambio de paradigma, donde la democracia escolar se convierte en práctica cotidiana y no en un ideal abstracto. Uno de los puntos fuertes de la columna es la comparación entre el currículo tradicional y el democrático. Mientras el primero privilegia el saber académico y la repetición de contenidos, el segundo busca la transformación social. Apostar por este modelo implica comprender que educar también significa formar ciudadanos capaces de convivir, respetar derechos y ejercer una ciudadanía activa desde el entorno escolar. Este enfoque, aunque más complejo de implementar, resulta más coherente con las demandas de una sociedad que necesita instituciones educativas comprometidas con la justicia, la equidad y la paz. El autor también sitúa estas reflexiones en un contexto histórico y político: la Constitución de 1991 en Colombia. Esta Carta Magna fue considerada por muchos como un año “cabalístico”, no en el sentido mágico, sino en el simbólico y trascendental. En ella se establecieron bases legales para garantizar la participación ciudadana y el respeto a los derechos humanos, lo que transformó la concepción de la educación.

Desde entonces, la escuela dejó de ser un espacio rígido y autoritario para pensarse como semilla de ciudadanía democrática. La trascendencia histórica de 1991 como punto de inflexión en la educación colombiana, fue un año que marcó destino: coincidieron transformaciones sociales, políticas y educativas que redefinieron el papel de la escuela y del currículo. A partir de ese momento, la educación pasó a estar directamente vinculada con la construcción de ciudadanía y con la formación integral de estudiantes como sujetos democráticos. La propuesta de Mora resulta particularmente pertinente en un país donde las tensiones sociales y políticas han dificultado la consolidación de una cultura democrática. Su visión del currículo como herramienta de transformación invita a superar la visión reduccionista de la enseñanza, abriendo paso a una pedagogía de la participación. Esto permite que la escuela no solo forme académicamente, sino que también prepare a los estudiantes para la vida en comunidad, la resolución de conflictos y la construcción de paz. En conclusión, la columna reseñada ofrece una mirada crítica y necesaria sobre el papel del currículo en la educación contemporánea. Más allá de transmitir conocimientos, se trata de generar espacios de convivencia y participación democrática. El currículo contextualizado y pertinente de Mora plantea un reto profundo: transformar la escuela en un laboratorio de ciudadanía, donde los principios constitucionales de 1991 se hagan realidad en la práctica cotidiana. Esta visión, aunque ambiciosa, es vital para formar ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos de la sociedad actual con conciencia ética, compromiso social y sentido democrático. Este texto hace parte de los Talleres de Lectura y Escritura en el campo del currículo para la aprehensión intelectual por parte de los futuros licenciados de la Universidad del Atlántico (II-2025).