Redacción: Geraldine de la hoz
El rock, en su esencia, no es un género que nació de la nada. Es el hijo rebelde de un matrimonio sonoro, una amalgama de ritmos y sentimientos que se gestó en los campos de algodón del sur de Estados Unidos y en los bares de jazz de las grandes ciudades. Para entender su fuerza y su evolución, es imprescindible rastrear las huellas de sus padres: el blues, el jazz y, de manera más sutil, otras cadencias latinoamericanas como la salsa.
El Alma del Blues: El ADN del Rock
No se puede hablar de rock sin mencionar el blues. Es la espina dorsal, el lenguaje primario de la melancolía y la rebeldía. Los riffs de guitarra de Jimmy Page (Led Zeppelin) en «Since I’ve Been Loving You» o la voz rasgada de Janis Joplin son claros herederos de la tradición de músicos como Muddy Waters y Howlin’ Wolf. El uso de la guitarra eléctrica como instrumento principal, las progresiones de acordes de 12 compases y la lírica que canta al desamor y la injusticia son elementos que el rock tomó del blues y los amplificó, dándoles una nueva vida.
El Swing del Jazz: La Sofisticación Rítmica
Si el blues le dio el alma, el jazz le aportó la sofisticación. La improvisación, la complejidad rítmica y la libertad de los solos de guitarra que hoy asociamos con el rock progresivo o el jazz fusion provienen directamente de este género. La maestría de guitarristas como Eric Clapton y Jeff Beck, con sus largos y elaborados solos, tiene sus raíces en la audacia de músicos de jazz como John Coltrane y Miles Davis. El rock tomó la estructura del big band y la tradujo a un formato más eléctrico y contundente, permitiendo que sus músicos exploraran nuevos territorios armónicos y rítmicos.
El Toque Latino: El Ritmo Caliente
Aunque menos obvia, la influencia de géneros como la salsa y los ritmos afrocaribeños se puede sentir en la base rítmica de algunas bandas de rock. La percusión, con su cadencia y su polirritmia, ha encontrado su camino en temas que buscan un groove más bailable y exótico. Bandas como Santana, con su fusión de rock psicodélico y ritmos latinos, son el ejemplo perfecto de cómo estos géneros pueden convivir en una misma canción, demostrando que la energía y la pasión son lenguajes universales que no conocen fronteras.
El rock no es un monolito. Es una conversación constante, un diálogo abierto entre géneros que, en su momento, fueron considerados marginales. Es un testamento a que las mejores creaciones nacen de la mezcla, de la audacia de tomar lo mejor de cada mundo para construir algo completamente nuevo y electrizante. La próxima vez que escuches un solo de guitarra o un riff poderoso, recuerda que detrás de ese sonido, hay un eco que viene de lo profundo del Mississippi o de las noches de Harlem, una herencia de sonidos que forjaron el grito que hoy llamamos rock.