“La neurodegeneración no depende únicamente del cerebro”

Patologías como la colitis no infecciosa, la gastritis, la esofagitis, la gastroenteritis o los trastornos funcionales intestinales estarían estrechamente vinculadas con un mayor riesgo de desarrollar Alzhéimer o Párkinson.

Redacción Sociales
LA LIBERTAD

Durante décadas, el cerebro fue considerado el único centro de control del cuerpo humano, sin embargo, hoy la ciencia confirma que mantiene una comunicación permanente y decisiva con el aparato digestivo, relación conocida como eje intestino-cerebro, que va mucho más allá de la digestión y se proyecta directamente sobre la salud neurológica.

Así quedó evidenciado en un estudio liderado por la neurogenetista Sara Bandrés-Ciga, el cual demostró que las personas que padecen trastornos intestinales persistentes tienen hasta el doble de probabilidades de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, entre ellas Alzhéimer y Párkinson.
Bandrés-Ciga, directora del área de neurogenética en el Centro para la Investigación del Alzhéimer, codirigió un trabajo que analizó tres de las bases de datos más amplias de salud en Europa: el Biobanco del Reino Unido, el Sail Biobank de Escocia y el FinnGen de Finlandia.
Los resultados, publicados en una reconocida revista, recogen más de dos décadas de información y se apoyan en datos genéticos de 487.000 personas y proteómicos de más de 52.000 voluntarios. A este esfuerzo científico se sumó también la participación del investigador Armando Reyes, de la Universidad de Málaga.

El intestino como “segundo cerebro”

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El aparato digestivo no es únicamente un sistema encargado de procesar alimentos. Su entramado neuronal, denominado sistema nervioso entérico, lo convierte en un auténtico “segundo cerebro”.
Este sistema, capaz de operar de manera independiente, se comunica con el sistema nervioso central a través de redes neuronales y señales químicas, influyendo en procesos como el estado de ánimo, la memoria y la cognición.

Partiendo de esta premisa, el equipo de Bandrés-Ciga exploró la relación entre más de 155 diagnósticos metabólicos, digestivos, nutricionales y endocrinos con la aparición de enfermedades neurodegenerativas.

Los investigadores identificaron que patologías como la colitis no infecciosa, la gastritis, la esofagitis, la gastroenteritis o los trastornos funcionales intestinales (síndrome del intestino irritable, estreñimiento y diarrea crónica) están estrechamente vinculadas con un mayor riesgo de desarrollar Alzhéimer o Párkinson.
El análisis demostró que estas correlaciones se mantienen a lo largo del tiempo y que la neurodegeneración puede manifestarse entre 5, 10 o incluso 15 años después del inicio de los problemas intestinales.

Un cambio de paradigma en la investigación

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Para la investigadora, los hallazgos son claros. “La neurodegeneración no depende únicamente del cerebro. El aparato digestivo surge como un actor clave que modula el riesgo para desarrollar Alzhéimer y Párkinson”.
Esta conclusión redefine el enfoque tradicional de las enfermedades neurodegenerativas, que ahora deben abordarse desde una visión sistémica, en la que intervienen múltiples órganos y rutas biológicas. El eje intestino-cerebro, por lo tanto, no es un fenómeno secundario, sino un determinante de primera línea en la salud neurológica.

Prevención

Los investigadores señalan que mejorar los trastornos crónicos del intestino podría reducir la inflamación, los desequilibrios metabólicos y las alteraciones de la microbiota, factores que ya se sabe inciden en el deterioro cerebral.
Por ello, cuidar del aparato digestivo no solo representa una medida de bienestar general, sino también una estrategia preventiva frente a enfermedades neurodegenerativas.

El impacto de esta investigación es especialmente relevante si se tiene en cuenta que actualmente más de 50 millones de personas viven con demencia en el mundo; entre 31 y 38 millones con Alzhéimer y entre 8,5 y 12 millones con Párkinson.
Además de los hallazgos clínicos, los autores desarrollaron un recurso interactivo de acceso abierto, que permite visualizar las relaciones entre diagnósticos intestinales y la probabilidad de desarrollar estas enfermedades, facilitando el trabajo de investigadores y profesionales de la salud en todo el mundo.

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La influencia del intestino sobre el cerebro no se limita al Alzhéimer o al Párkinson. La microbiota intestinal, formada por billones de bacterias, produce y regula neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, esenciales en la gestión de la ansiedad, la motivación y el estado de ánimo. En ese sentido, los desequilibrios digestivos también se han asociado a trastornos como la depresión o el insomnio.

Cuidar el intestino/ proteger el cerebro

Aunque todavía queda un largo camino en la investigación, los especialistas coinciden en que existen medidas prácticas para favorecer un eje intestino-cerebro saludable:

* Seguir una alimentación equilibrada, rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados.
* Reducir el consumo de ultraprocesados, azúcares y grasas saturadas.
* Mantener una rutina de ejercicio físico regular, que estimula tanto la función intestinal como la cognitiva.
* Priorizar el descanso adecuado, fundamental para la regeneración celular y el equilibrio intestinal.
* Consultar con profesionales de la salud frente a síntomas digestivos persistentes.

Este nuevo estudio permite entender que el cerebro no está solo, sino conectado a otros sistemas, y que cuidar el intestino es también cuidar la memoria, la mente y la calidad de vida.