Millonarios, que venía cargando el farolito a cuestas, desde lo último de la tabla, sorprendió en El Campin con un 3–0 demoledor sobre Junior. La goleada fue bálsamo azul y campanazo de alerta para el líder costeño.
Por: Carmelo Bolaño
En Bogotá el frío es bravo, pero la noche del sábado se calentó con goles y burlas futboleras. Millonarios, ese equipo que hasta hace poco cargaba el farolito de la Liga II 2025 como quien arrastra una nevera vieja por una escalera, decidió dejarlo botados todos sus males en la portería de Junior y se despachó con una goleada que todavía retumba en los cerros capitalinos.
El cuadro azul salió con hambre de triunfo, con ganas de hacer su carnaval, pero sin tamboras, ni millo; a cambio puso goles, aquellos que bailaron con la defensa del Tiburon, los que en vez de aletas parecían tener salvavidas pinchados. El Junior, acostumbrado a las brisas del Caribe, la noche del sábado no encontró oxígeno en la altura bogotana y se vio más mareado que turista estrenando ciclovía.
Los hinchas embajadores, que llegaron con el ceño fruncido, casi a regañadientes tras la mala campaña, terminaron entonando cantos de esperanza. Cada gol fue un baldado de confianza, como si el equipo les devolviera los zapatos que le lanzaron en el juego contra el Unión, desquitándose con Júnior, como si quisiera gritar: “¡No estábamos muertos, andábamos de parranda!”.
Sólo transcurrían 10 minutos cuando Diego Ulloa, central del encuentro, árbitro del colegio del Valle, sacó doble amarilla a Carlos Giraldo, técnico encargado de Millonarios, por reclamar airadamente.
Del otro lado, en el Junior que se llevó la peor parte: caras largas, defensa enredada, quedaron encueros, dejando ver una cantidad de fallas en defensa y su técnico el profe Alfredo Arias debe estar pidiendo a los mariachis otro tema para enterrar penas, perdieron con el colero, es como si los Rojiblancos tuvieran el don de resucitar muertos. Ni los cambios de Alfredo Arias; al ingresar a Teo Gutiérrez, José Enamorado y Fabián Ángel lograron cambiar al flaco rumbo al equipo barranquillero.
El marcador final (goleada sin compasión) dejó claro que Millonarios se cansó cargar el farolito, de alumbrar la tabla desde abajo, ahora con luz propia, les mandó un mensaje al resto: ojo que el farolito ahora ilumina para arriba.
Y mientras que en Bogotá la fiesta fue azul, en Barranquilla seguro que más de uno pidió doble fiado de ron en la tienda, porque a este Junior le tocó morder el polvo de la capital y de seguro muchos «quilleros pasarán la semana barro».
El 3–0 no solo indica a Millonarios tomar una senda en el campeonato, también es un campanazo de alerta para «Junior que está cabezón» pese a seguir en la punta con 17 puntos, apenas, uno por encima del Medellín que le respira en la nuca. Ahora, los dirigidos por Arias tendrán que sacudirse rápido, porque la agenda no da tregua: el martes 26 de agosto se medirán a Atlético en Copa Colombia y luego recibirán a Llaneros en el Metropolitano el viernes 29. Dos partidos seguidos en casa que pueden ser la medicina o el veneno, según qué tan pronto el Tiburón logre volver a nadar sin tragarse las burbujas.