En 1989, el río San Juan, eje vital del Chocó, fue testigo de una de las mayores tragedias fluviales de la región. Aquella mañana, como tantas otras, un planchón artesanal se preparaba para transportar a decenas de personas, animales y mercancías desde las riberas de Condoto hacia Andagoya. Nadie imaginaba que ese viaje rutinario acabaría tiñendo de luto a toda una comunidad.
El planchón, construido con tablones de madera y sostenido por tambores metálicos, era el único medio de transporte para los habitantes que necesitaban desplazarse al mercado, asistir a celebraciones o cumplir compromisos familiares. La embarcación, sin embargo, iba cargada más allá de su capacidad: campesinos, vendedores, niños, animales y bultos de víveres se apilaban en una estructura que no estaba diseñada para soportar tanto peso.
El naufragio
Al internarse en las aguas del río Condoto, una de las arterias del San Juan, la corriente se intensificó. Los tripulantes, acostumbrados a estas travesías, confiaban en que todo saldría bien. Pero la embarcación comenzó a tambalearse. Bastó un leve movimiento brusco para que el planchón se inclinara peligrosamente y, en segundos, se volcara por completo.
Los gritos de pánico se mezclaron con el estruendo de los tablones al romperse. Las aguas oscuras del río engulleron rápidamente a hombres, mujeres y niños que luchaban por aferrarse a lo que flotara. La falta de chalecos salvavidas y de protocolos de seguridad convirtió el accidente en una catástrofe: decenas de personas perdieron la vida ahogadas, mientras los sobrevivientes intentaban llegar a la orilla o eran rescatados por otros viajeros y habitantes cercanos.
Dolor y desolación
La noticia del naufragio corrió como pólvora por los municipios de Condoto y Andagoya. Familias enteras se agolparon en las riberas, buscando desesperadamente a sus seres queridos. Durante días, los cuerpos fueron hallados río abajo, en medio de escenas desgarradoras que marcaron para siempre la memoria colectiva.
Los relatos de los sobrevivientes revelaron el drama vivido en esos minutos eternos. Algunos lograron salvarse aferrándose a troncos arrastrados por la corriente; otros vieron cómo sus seres queridos desaparecían en el cauce sin que pudieran hacer nada.
Una tragedia que dejó lecciones
El naufragio del planchón en el río Condoto evidenció las precarias condiciones de transporte en el Chocó a finales de los años 80. En una región donde los ríos son las principales carreteras, la falta de infraestructura segura, el uso de embarcaciones improvisadas y la ausencia de controles dejaron expuestas a comunidades enteras.
A pesar del dolor, este suceso impulsó discusiones sobre la necesidad de mejorar el transporte fluvial, establecer normas de seguridad y brindar apoyo a las poblaciones ribereñas. Sin embargo, décadas después, muchos habitantes del San Juan siguen enfrentando desafíos similares, viajando en condiciones riesgosas que recuerdan aquella tragedia.
El río Condoto, testigo silente de esa jornada fatídica, continúa siendo la vía de vida y subsistencia de cientos de familias chocoanas, pero también guarda en sus aguas la memoria de las decenas de víctimas que nunca regresaron a casa.