Un patrullero tuvo un gesto de solidaridad con una vendedora en su cumpleaños número 37, demostrando que la cercanía y la empatía también son parte del servicio a la comunidad.
La vida suele traer gestos inesperados que iluminan los días más rutinarios. En el barrio El Bosque, Yerimar, una trabajadora vendedora, vivió un momento de felicidad en medio de sus labores cuando un patrullero de la Policía Nacional se acercó a su puesto con una torta en las manos para celebrar su cumpleaños número 37.
El uniformado, descrito por quienes presenciaron la escena como un “ángel vestido de uniforme”, quiso que esta fecha no pasara desapercibida. Con una vela encendida y la compañía de un cliente que se unió a la celebración, entonaron el tradicional cumpleaños, generando un ambiente de cercanía y esperanza.
Para Yerimar, este detalle representó mucho más que una simple sorpresa: fue un recordatorio de que no está sola, de que siempre hay personas dispuestas a demostrar cariño y solidaridad, incluso en los contextos más difíciles.
Este gesto se convirtió en un símbolo de empatía comunitaria, en el que la Policía mostró que su misión también puede estar llena de humanidad, recordando que “siempre hay motivos para sonreír”.