El diputado Rafael Noya acaba de recibir la cachetada política más fuerte de su corta carrera: creyó que podía jugar a dos aguas, traicionar a su antiguo partido y, con un par de sonrisas en Palacio, convertirse en el candidato de la Casa de Nariño para las elecciones atípicas en el Magdalena. Pero la realidad le cayó de frente.
El rumor y el murmullo se convirtieron en hecho cuando la recién designada gobernadora encargada, Ingris Padilla, viajó a Bogotá y recibió de manos del propio presidente Gustavo Petro el nombramiento que terminó por dejar a Noya en la orilla equivocada. Fue la muestra clara de que en política no todo se compra con oportunismo ni se gana con ambiciones personales disfrazadas de “cercanía” al poder.

Noya, que hasta hace poco militaba en Fuerza Ciudadana y rompió públicamente con el grupo político de Carlos Caicedo, apostó sus cartas a acercarse al Pacto Histórico. Incluso se exhibió en fotos junto a Petro y Benedetti durante la visita presidencial a Santa Marta, creyendo que eso bastaría para garantizarle un aval desde la Casa de Nariño. Pero se equivocó.
En Palacio la memoria pesa, y Petro no olvida que Fuerza Ciudadana le entregó más de 300 mil votos en el Magdalena, un respaldo histórico que resultó decisivo para su victoria presidencial en 2022. En ese escenario, resultaba más rentable sostener la alianza con el caicedismo que tender puentes con un dirigente que apenas está tanteando la política departamental y que, en términos de logros, tiene poco o nada que mostrar.


Y es que pretender ostentar premios sin méritos es una jugada peligrosa en política. Mientras Carlos Caicedo ha liderado transformaciones visibles en el Magdalena con maquinaria, obras, programas sociales y soluciones concretas, Rafael Noya apenas empieza a construir un nombre, pero con base en rupturas y traiciones. No sorprende entonces que, a la hora de decidir, Petro inclinara la balanza hacia quien ha demostrado capacidad de gestión y liderazgo real en la región.
Lo de Noya no es simplemente una derrota: es la confirmación de que la política no premia la improvisación ni la ingratitud. Y que quien piense que los votos y la lealtad se negocian como baratijas de feria, tarde o temprano termina como él: con los crespos hechos y sin el respaldo que tanto creyó tener.
La traición que le pasará factura: ¿cuánto le costará a Noya su jugada contra Fuerza Ciudadana?
El caso de Rafael Noya se ha convertido en un ejemplo de cómo la ambición mal calculada puede traducirse en la derrota más amarga. El diputado, que llegó a la Asamblea del Magdalena gracias a la lista cerrada de Fuerza Ciudadana, ahora enfrenta el mayor de sus desafíos: intentar consolidar una candidatura sin el respaldo de la maquinaria que lo catapultó a la arena política.
La decisión del presidente Gustavo Petro de designar a Ingris Padilla como gobernadora encargada, dejando a Noya de lado, no solo fue un golpe político, sino también un mensaje claro: en la política del Magdalena todavía pesan más la lealtad y la consistencia que las movidas oportunistas.
Noya, que creyó que con posar junto al presidente y a figuras de Palacio tenía asegurado el apoyo del Pacto Histórico, recibió en cambio una cachetada política que lo dejó en evidencia. Su ruptura con Fuerza Ciudadana, el movimiento que lo sostuvo, lo dejó navegando solo en un mar donde no abundan salvavidas.

Hoy, Noya enfrenta un panorama cuesta arriba: sin estructura propia, sin maquinaria sólida y con un caudal electoral prestado que difícilmente podrá revalidar en noviembre. Los votos que lo llevaron a la Asamblea fueron fruto del caicedismo, y su intento de distanciarse para pescar en nuevas aguas puede terminar costándole la irrelevancia política.
Aunque intentó recomponer el terreno con un comunicado en el que ratificó su aspiración a la Gobernación y habló de articulación entre los distintos niveles de gobierno, lo cierto es que las palabras no alcanzan cuando los hechos lo dejan retratado como un político que mordió la mano que lo alimentó.
La política en el Magdalena tiene memoria, y el costo de la traición suele ser alto. La verdadera pregunta es si Noya logrará sobrevivir a este golpe o si su nombre quedará como otro ejemplo de quienes, enceguecidos por la ambición, olvidaron que en este departamento los votos no se improvisan ni se ganan con atajos.