Por DIEGO MARTÍNEZ LLOREDA
Álvaro Uribe Vélez fue presidente de Colombia entre el 2002 y el 2010, es decir este antioqueño llegó a la Presidencia hace 23 años y se fue hace 15. Por ello es normal que los colombianos que hoy tienen 30 años o menos no tengan claro lo que ocurrió en ese período.
Es entendible también que ignoren cómo era el país antes de Uribe y como se transformó al termino de esos ocho años. Y que caigan en el discurso mentiroso de la extrema izquierda para la cual lo único que ocurrió en esos años fueron los falsos positivos.
Hay que comenzar este recorderis diciendo que en el 2002 Colombia era considerado por muchos un estado fallido e inviable. Acabamos de salir de un bien intencionado pero muy ingenuo proceso de paz con la guerrilla de las Farc.
El presidente Andrés Pastrana les entregó un territorio de 42.000 kilómetros cuadrados, supuestamente para que allí se agruparan todos los miembros de esa guerrilla y para que sirviera de sede para las negociaciones. Fue el famoso despeje del Caguán.
Cómo no recordar esas reuniones a las que Joaquín Reyes, el Mono Jojoy, Alfonso Cano y los demás miembros del Secretariado llegaban armados hasta los dientes y con una arrogancia que haría palidecer a cualquier argentino.
Las Farc aprovecharon la buena voluntad del gobierno y las ansias de paz de los colombianos para rearmarse, para fortalecerse y para multiplicar de forma exponencial los cultivos ilícitos que tenían en esos 42.000 kilómetros cuadrados.
Al final del gobierno Pastrana las Farc estaban más envalentonadas y fortalecidas que al inicio del mismo: y les habían dado las ciudades por cárcel a los colombianos porque el que se atrevía a coger carretera corría el riesgo de caer en las famosas pescas milagrosas que se inventó Romaña y en las que fueron secuestrados miles de colombianos.
Las Farc eran un estado dentro del Estado; eran capaces de tomarse una capital de departamento como Mitú y permanecer en ella varios días sin que el Ejército fuera capaz de desalojarlas. El panorama del país en ese 2002 era desolador: la economía destrozada, la violencia desbordada, la autoestima de los colombianos por el piso. Unas Farc que parecían invencibles. Desazón total.
Entonces, apareció un hombre que entendió que la solución del país pasaba por recuperar la seguridad y que para alcanzar la paz era preciso primero debilitar al enemigo para darle razones de sentarse a negociar en serio. Ese hombre se llamó Álvaro Uribe y fue elegido presidente de la República, inicialmente para el período 2002-2004.
Desde el primer día de su mandato, Uribe se empeñó en esa tarea. Lo primero que hizo, por supuesto, fue rescatar las Fuerzas Armadas. Para ello logró que los recursos del Plan Colombia, que habían concebido Pastrana y su ministro de Defensa Rodrigo Lloreda, inicialmente para fortalecer la lucha contra el narcotráfico, se pudieran dedicar a la guerra contra la insurgencia.
No fue tarea fácil doblegar a una guerrilla tan empoderada. Pero Uribe lo logró a punta de constancia, inversión y paciencia. Él personalmente dirigía la ofensiva contra las Farc.
Al punto de que en alguna entrevista le pregunté si era cierto que el llamaba a todos los comandantes de las brigadas a las 4 de la mañana para verificar los resultados de las ofensivas y me contestó, con su humor campesino: “doctor Diego eso no es cierto, yo los llamaba a la 1 de la mañana”.
De esa presión necesaria que ejercía Uribe surgieron los falsos positivos: algunos militares para mostrar resultados comenzaron a dar de baja a civiles a quienes luego presentaban como guerrilleros.
Por supuesto que el Presidente jamás dio la orden para que se cometieran esos crímenes atroces. Simplemente fue el camino que algunos militares mediocres encontraron para mostrar unos logros que era incapaces de obtener en el campo de batalla.
Lo cierto es que la estrategia de Uribe contra la guerrilla comenzó a dar sus frutos en su segundo mandato, cuando fue duramente golpeado el Secretariado de las Farc, cuyos integrantes hasta ese momento parecían inalcanzables.
Primero fue dado de baja Raúl Reyes, en polémico operativo en territorio ecuatoriano, luego el Mono Jojoy, el más sanguinario cabecilla de las Farc y posteriormente el negro Acacio, que no era del Secretariado pero manejaba todo el negocio del narcotráfico. Iván Ríos fue asesinado por un subalterno que cobró la recompensa que se ofrecía por él. Alfonso Cano, máximo jefe de esa guerrilla fue abatido durante el gobierno Santos, pero sin duda gracias a la estrategia diseñada por Uribe.
Al finalizar el mandato Uribe, las Farc ya no era la organización arrogante del 2002, sino una guerrilla diezmada y asustada que poco después, para bien o para mal, por fin se sentó en serio a negociar la paz. Al menos algunos de sus integrantes.
El retorno de la seguridad impulsó un resurgimiento del país: la economía se recuperó, la asistencia social se multiplicó, la autoestima revivió, el clima general del país era otro.
Algunas cifras que reflejan ese renacer: las exportaciones crecieron un 274%, el desempleo bajó del 16% al 11%, el índice de pobreza cayó del 43% al 26%, la inflación se redujo a la mitad, pasó del 7,5% al 3%.
No es gratuito que al finalizar su segundo período, el 80 % de los colombianos apoyaba la gestión de Uribe.