Por: Orlando Andrade Gallardo
El pasado 7 de agosto se cumplió el tercer año del Gobierno del Cambio 2022-2026 y desde esa fecha la situación política, económica y administrativa ha sufrido sustanciales modificaciones en su estructura, para superar las viejas prácticas que tenían ahogado al país. Es normal que los cambios de paradigmas originen malestar a la dirigencia política rancia y el capitalismo empresarial, por alterar las obsoletas costumbres de poder y dominio. Desde la posesión del presidente Petro, la clase política y empresarial armaron un frente común para derrocarlo, inventándose el golpe blando, pero ha sido fallido por su incapacidad de lucha. En su discurso con la espada de Bolívar en sus manos como símbolo de libertad, manifestó que explorará el camino de la paz sin las armas, sino con diálogos francos y sinceros, pero ha sido saboteado por sus enemigos que en el pasado encerró en las cárceles por parapolítica.
Los cambios en la estructura administrativa y gubernamental estaban anunciados en los debates públicos para llegar a la Casa de Nariño y las reformas debían realizarse para el desarrollo social, pero la oposición sin conocer los textos de los proyectos se confabularon en bancadas para hundirlos. Petro se atrevió a enfrentar toda la elite política, los 21 gremios de la producción y al poder de los medios de comunicación ocultos detrás de las pantallas y el micrófono, para desviar negativamente lo que saliera de la presidencia.
Argumentó en su discurso de posesión que la paz se logra si desatamos en todas las regiones de Colombia el diálogo social para encontrarnos en medio de las diferencias y expresarnos para ser escuchados, buscar la razón y humanizar los caminos comunes de la convivencia. Es la sociedad la que debe dialogar como no matarnos y como progresar, necesitamos más participación, más democracia, producir cambios en la estructura social en una Colombia tan dividida y polarizada, no es fácil, otras naciones con problemas más complejos lo lograron. ¿Por qué nosotros no? La desigualdad social que padece Colombia es única, por ser el país más desigual del planeta. La igualdad se logra si somos capaces de producir riqueza para todos y distribuirla con justicia social, estas acciones no son asunto de caridad, sino de solidaridad humana, en estas condiciones seremos más justos y estaremos en paz. Es un error pensar que compitiendo avanzamos, los avances los logramos ayudándonos entre nosotros, es la razón de estar vivo en el planeta.
Con la aprobación de la reforma laboral, después de una lucha infernal, los trabajadores gozan de las prestaciones sociales cercenadas desde el 2002, este último año de gobierno continuarán los debates de reformas que requiere el país con urgencia. La semana anterior conversamos con un joven trabajador que lo habían despedido de un almacén de cadena paisa, estaba inscrito a una bolsa de empleo y por la satanización de la reforma lo sacaron de su trabajo desde enero; continuó narrando el joven trabajador con mucha alegría que el almacén de cadena lo llamó para que trabajara directamente, pagándole todas las prestaciones sociales consignadas en la recién aprobada reforma laboral y con emoción manifestaba que a su hija especial de ocho años podría brindarle mejor calidad de vida, arreglar su vivienda, y superar otras necesidades. Con seguridad, cientos de miles de trabajadores disfrutan de las reivindicaciones aprobadas en la reforma laboral, esa es la Colombia que queremos. El mensaje, más dinero en manos de colombianos, más demanda de bienes y servicio y la economía crece, es la fórmula mágica de la economía de mercado, oferta –demanda. La pobreza y desigualdades sociales es el cáncer de los oprimidos y las causas de violencia, si alcanzamos a extinguirla o minimizarla, podemos pacificar al país.
El presidente Petro siempre ha propuesto forjar alianzas con naciones que comparten los mismos problemas y conjuntamente afrontarlos con decisión y buen gobierno. En el panorama internacional participó por invitación, en docenas de foros y conversatorios y con conocimiento sobre el código geopolítico, sus exposiciones fueron brillantes y reconocidas. Con seguridad afirmaba que el mundo está dividido entre aliados y rivales y el problema central es la lucha contra la droga, que ha dejado miles de víctimas en los países productores y las democracias afectadas. El cambio climático es el otro tema e ignorado por los países industrializados, mayores contaminantes del medio ambiente por el consumo exagerado de combustibles fósiles. Pero ellos no escuchan y es momento de unir la voz y actuar juntos en América Latina, hoy más que nunca necesitamos estar unidos para que escuchen, la vida del planeta está en peligro. ¿Será que la propuesta es mala?