POR: REYNALDO MORA MORA
La característica perturbadora más importante del actual sistema educativo colombiano y sin antecedentes en nuestro tiempo es la instrumentalización estandarizante en los procesos de formación en todos los niveles. Para ello, los tecnócratas han elaborado durante los últimos 50 años una fachada de eslóganes y formas que se mantienen como una cáscara vacía ya que toda la estructura ha sido abandonada (calidad de la educación, índices de calidad, competencias, condiciones iniciales, certificaciones, acreditaciones, DBA, entre otras fachadas). Cuanto más intolerable se hace el currículo oficial para el contexto con sus problemáticas, más necesario se hace mantener esa forma instrumental por parte de esos señores. En esta contradicción radica la verdadera causa del instrumentalismo de este currículo, que nace de la experiencia básica de la época en que vivimos (el neoliberalismo tomándose la educación para convertir la Escuela en una empresa). Por eso, ante la ausencia de una formación crítica hemos venido proponiendo el Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, basado en la Teoría Curricular Contextualizada y Pertinente, TCCP. Como educadores críticos debemos enfrentar este mundo de la estandarización y la homogenización del discurso de las competencias, porque se ha vuelto irracional y perverso. Tenemos que hacer surgir una Formación Integral Contextualizada y Pertinente, FICP, que brinde una nueva base formativa para nuevas prácticas a partir de las cuales podamos desarrollar nuevos conceptos y respuestas a la realidad de nuestras localidades y regiones, con lo cual podríamos estar en condiciones de alcanzar el objetivo supremo de la Constitución Política de 1991: formar buenos ciudadanos críticos y democráticos.
No podemos seguir nutriendo ese instrumentalismo estandarizante de los procesos evaluativos, como la sustancia de desigualdad social, ya que su materialización se promueve desde las pruebas estatales, generando un caos emocional, espiritual y económico entre las clases más pobres, olvidadas de la mano fría del Estado en su ingreso a la educación superior pública. Nuestra propuesta: la Nueva Cultura de la Evaluación Contextualizada y Pertinente, como una salida que proporciona una nueva sustancia igualitaria, que aporta una nueva mentalidad más humana, que al mismo tiempo haga posible la tarea de formar buenos ciudadanos. Por ello, lo que se lee en el aula tiene un carácter histórico y sociocultural, por lo tanto, temporal, secuencial. Hay un antes y un después desde cada trozo de lectura que se haga de la realidad social, que olvida el currículo oficial. Es importante saber, qué momento del proceso lector es esencial para garantizar la atención de los estudiantes en sus intereses y emociones, para que la lectura de la realidad sea significativa y relevante curricularmente hablando, para que quien lea o escuche, pueda detenerse en cómo se progresa, cómo se aprende, qué técnicas se ponen en escena, y cómo se enseña desde la lectura. Para ello, es conveniente tener el conocimiento de lo simple y complejo de un determinado texto, lo que exige tener una clara conciencia de su temporalidad, lo que viene a ser el tiempo didáctico de la lectura, lo que favorece una continuidad de emociones, sentimientos, valores, capacidades, vocaciones, talentos y valores, como la meta deseada de la misión curricular de una Institución Educativa y de todo docente.
En esta dinámica, los planes de estudio se han convertido en la política pública de la calidad por parte del Estado de la mano de las pruebas instrumentales y estandarizadas, establecidas para dar continuidad diaria y semestral en la consecución de “buenos resultados” competenciales, como conviene al espectáculo contra los pobres marginados del ingreso a la educación superior pública. Es lo que favorece al gran dragón de la política neoliberal del currículo oficial, espectáculo donde la vida formativa de buenos ciudadanos críticos y democráticos carece de gravedad y seriedad de consecuencias. Hoy tenemos a las pruebas-instrumentos como la religión que estandarizan y homogenizan desde el discurso de la calidad las competencias de los individuos, y por misas ponen en escena la presentación cada semestre los resultados de buenos y malos. Hoy, gobierna a la educación (y a la escuela) regímenes técnicos: como un espacio instrumentalizado para la presentación de las pruebas, como espacios abstractos, con estudiantes anónimos, semejantes cada semestre, por lo tanto, atrapados en este espectáculo. El tiempo de respuestas es también controlado y abstracto, sustraído de los intereses de los estudiantes en sus vocaciones, talentos y capacidades en sus días escolares, sin alegrías ni esperanzas, con muchas incertidumbres por su presente y futuro: intereses, talentos y vocaciones no se potencian para construir proyectos de vida. Pero, es que la competencias cognitivas-instrumentales y estandarizadas del currículo oficial convierten a este espectáculo en un drama por las competencias mismas para la obtención del mérito, pero que no es la verdadera formación que demanda la sociedad actual en sus distintos contextos y problemáticas.
Pareciese que fuese una guerra entre ejércitos escolares con banderas y uniformes, un encuentro para “acabar” al otro (y esto mismo se vive en la “formación” universitaria), lo que significa metafóricamente una matanza, donde hay víctimas (que son los pobres que no pueden ingresar a la educación superior pública, porque no hay cupos, o porque los puntajes no les alcanzaron), que son los desventajados socioafectivamente, lo que se inscribe en una duración permanente. Entonces, las Pruebas de Estado son la representación instrumental-estandarizada del currículo oficial. Es un espectáculo bien temperado por los tecnócratas, programable y codificado, que no constituye un punto de equilibrio, sino una verdadera guerra de imposturas cognitivas como la rueda de la fortuna para algunos.
Frente a todo ello anteponemos críticamente el Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, que visualiza el progreso formativo como la capacidad de poner a dialogar a los saberes enseñables con las Problemáticas Sociales, PS, como esos ropajes con los que se enfrenta la práctica del docente, lo que permite acercar la Escuela a la realidad social, porque es el lugar en donde se refleja la solución o disolución de esas problemáticas. Aquí el currículo ofrece en su dimensión pragmática, es decir, contextualizada, también su dimensión pragmatista, lo que equivale a planearlo como una herramienta formativa para acercar la vida cotidiana a los saberes enseñables. El CCP, y la Teoría Curricular Contextualizada y Pertinente, TCCP, abren las puertas a una Formación Integral Contextualizada y Pertinente, FICP, con muchísimas posibilidades. No cabe duda que facilitan un mayor y rápido acceso a las necesidades sociales para trabajar en equipo, construyendo respuestas saludables que demanda la sociedad a la educación. Esta tarea es la que facilita el seguimiento de formas de enseñanza que dialogan con el contexto para actuar de acuerdo con los intereses de los educandos y el entorno. Estamos ante una transformación curricular que abre un sinfín de expectativas en cuanto al desarrollo y fortalecimiento por generar conocimiento pertinente para insuflar nuevas energías a la práctica pedagógica, didáctica y evaluativa de los docentes.
A esta altura de nuestra reflexión cabe preguntarnos en relación con el currículo oficial: a. Si sus presupuestos instrumentales y estandarizados promueven la interpretación y la transformación. b. Si este currículo ofrece acciones, situaciones y procesos vinculados al contexto con sus problemáticas y c. Si su aplicación por más de 50 años, cuyo predominio hemos venido señalando, ha dado los resultados esperados en la vida social, política, económica y cultural en nuestro país. El planteo de estos interrogantes nos permite superar la tendencia conservadora del espíritu instrumental de las competencias de este currículo que induce a preferir aquello que convierte a la Escuela en una empresa de competencias, descuidando la formación de buenos ciudadanos críticos y democráticos.