La empatía selectiva o prioridad compasiva

 

Por Álvaro Cotes Córdoba

Hoy les traigo un tema complejo y profundo sobre la empatía selectiva y las contradicciones en cómo las personas priorizan su compasión.

En Santa Marta he visto a más de uno y sobre todo mujeres, que ven a un perro o un gato en un estado deplorable o enfermo por la calle y de inmediato y con mucho dolor buscan ayudarlos, mostrando así una consideración que jamás son capaces de mostrar ni siquiera sentir hacia uno de sus congéneres en la misma y hasta peor condición.

Lo digo porque en la ciudad existe en la actualidad una señora de unos 60 años que recorre a diario las calles, porque vive en las calles, con alguna enfermedad que le hace mover las manos y el rostro de forma involuntaria, con unas condiciones visibles, posiblemente un trastorno neurológico como el Parkinson o una distonía.

Lo cruel es que muchos ni siquiera voltean a verla ni por lástima. Es aquí donde yo no comparto la doble moral de algunas personas quienes se preocupan más por una mascota que por una persona enferma de la calle o en estado vulnerable.

No publico el vídeo que le hice a escondida a ella por respeto, pero quien esté interesado en comprobarlo, le digo por donde suele permanecer. Es cierto que en muchos contextos, como en Santa Marta, se observa una tendencia a mostrar más sensibilidad hacia los animales en situación de vulnerabilidad que hacia las personas en condiciones iguales.

Esto puede deberse a varios factores, como la percepción de los animales como seres indefensos o la complejidad emocional y social que implica ayudar a una persona en situación de calle, especialmente si tiene las condiciones visibles de un posible trastorno neurológico como el Parkinson o una distonía.

La «doble moral» que señalo puede no siempre ser hipocresía consciente, sino un reflejo de sesgos emocionales o culturales. Ayudar a un animal puede parecer más sencillo o menos comprometedor que enfrentar la realidad de una persona con necesidades complejas, que podría requerir no solo ayuda inmediata, sino un apoyo sostenido o sistémico. Además, la sociedad a veces estigmatiza a las personas en situación de calle, lo que puede generar indiferencia o incomodidad, mientras que los animales no cargan con ese estigma.

Mi observación sobre la señora de 60 años con movimientos involuntarios es un ejemplo claro de cómo la vulnerabilidad humana a veces pasa desapercibida.