Ciudadanos denuncian el mal estado de los buses, altos precios del pasaje y graves emisiones contaminantes que ponen en riesgo la salud y el medio ambiente
El transporte público en Santa Marta vuelve a estar en el ojo del huracán. Mientras los usuarios pagan pasajes que oscilan entre 2.700 y 2.800 pesos, las condiciones de los buses que circulan por la ciudad dejan mucho que desear. Un reciente video difundido en redes sociales muestra un vehículo de servicio público desplazándose y expulsando una espesa nube de humo negro por su tubo de escape, evidenciando el deterioro mecánico y la falta de control ambiental.
El hecho ha desatado indignación entre los ciudadanos, quienes aseguran que, a pesar de los constantes incrementos en el costo del pasaje, las empresas transportadoras no garantizan vehículos en buen estado ni cumplen con las normas ambientales.
De acuerdo con expertos en movilidad, la emisión de material particulado y gases como el monóxido de carbono no solo afectan la calidad del aire, sino que también incrementan el riesgo de enfermedades respiratorias.
En barrios y avenidas principales, la escena se repite: buses con más de dos décadas de uso, pintura descascarada, llantas desgastadas y motores que apenas logran mantener el ritmo, pero que a cambio liberan grandes volúmenes de emisiones contaminantes. Este panorama contrasta con el discurso oficial que asegura que el transporte público de la ciudad está en proceso de modernización.
El mal estado del parque automotor no es un problema nuevo en Santa Marta. Durante años, usuarios y organizaciones ciudadanas han solicitado al Distrito mayor control técnico-mecánico y sanciones para las empresas que permiten la circulación de buses obsoletos. Sin embargo, las quejas parecen no tener eco, mientras la ciudadanía sigue soportando no solo la incomodidad, sino también los riesgos para su salud.
Las imágenes virales del bus expulsando humo negro han generado llamados de atención para que la Secretaría de Movilidad y las autoridades ambientales tomen medidas urgentes. Entre las acciones que exigen los samarios se encuentran operativos de control en las vías, revisión exhaustiva de los vehículos y la implementación de sanciones severas contra quienes incumplan las normas de emisión.
Mientras tanto, la rutina continúa. Miles de personas deben abordar a diario estos buses, pagar pasajes que no se reflejan en un servicio digno y respirar aire contaminado en cada trayecto. Para muchos, la situación no solo es una muestra de la precariedad en el transporte, sino también de la falta de voluntad política para ofrecer soluciones reales a un problema que golpea directamente la calidad de vida en Santa Marta.
Y.A.