Un niño que no habla, que no sonríe, que evita el contacto visual. Otro que llora sin consuelo o reacciona con agresividad ante cualquier cambio. Lo que para muchos padres podría parecer una “etapa”, para los profesionales de la salud en el Atlántico es una alerta roja encendida desde hace meses: los trastornos de salud mental en la primera infancia están en aumento.
Así lo advirtió la Secretaría de Salud del Atlántico, que, tras mesas técnicas con las EPS e IPS del departamento, confirmó una tendencia preocupante: más niños de 0 a 5 años están siendo diagnosticados con problemas socioemocionales, trastornos de ansiedad y rasgos compatibles con autismo.
La doctora María Elena Menco, coordinadora del programa de salud mental del Atlántico, explicó que la situación ha llevado a la implementación de planes de acción municipales, enfocados en la formación del personal médico y en la detección temprana, mediante herramientas como las escalas del Ministerio de Salud y la estrategia YEPI, especializada en evaluar el desarrollo emocional infantil.
“Estamos viendo más casos de niños con dificultades para generar vínculos afectivos, con respuestas agresivas o con síntomas compatibles con espectros autistas. También estamos encontrando un creciente deterioro en la salud mental de sus cuidadores”, afirmó Menco.
Pantallas, pobreza y familias fracturadas
Las causas no son simples ni únicas. Detrás del silencio de muchos niños, los especialistas encuentran hogares desestructurados, dependencia excesiva a pantallas digitales, escasa interacción afectiva y, en muchos casos, realidades atravesadas por la pobreza, el desempleo y la desigualdad.
La Secretaría ha identificado que el conflicto familiar es el principal detonante de las llamadas que recibe la línea de ayuda 24/7 (317-621-8394), que ahora registra un aumento de llamadas no solo de jóvenes, sino también de adultos mayores de 40 años agobiados por crisis emocionales relacionadas con lo económico.
Pero lo más alarmante es que la población con discapacidad, especialmente niños y jóvenes con autismo, también ha sido golpeada con dureza. “Tuvimos casos de suicidio en jóvenes con diagnóstico TEA (Trastorno del Espectro Autista). Por eso ahora estamos capacitando a sus cuidadores y asociaciones para que aprendan a identificar señales de alerta”, señaló la doctora Menco.
El llamado a los hogares: menos pantallas, más abrazos
En medio de estas cifras, la Secretaría insiste en que la detección no depende solo del médico. La familia tiene un rol fundamental. Comportamientos como aislamiento, agresividad, falta de juego, o nulo contacto visual son banderas rojas que deben motivar consultas especializadas. Y no solo en los niños.
“La Ley 2460 de Salud Mental pone en el centro también al cuidador. Si un papá o mamá está emocionalmente deteriorado, no puede ser soporte del niño. Por eso parte de nuestras capacitaciones también va dirigida a ellos”, enfatizó Menco.
La funcionaria hizo un llamado contundente: la salud mental empieza en casa. Reforzar los lazos familiares, hablar con los niños, prestar atención a sus cambios y, sobre todo, escucharlos más allá de las palabras, es hoy más urgente que nunca.