Santa Marta bajo el agua… y bajo el peso de la negligencia oficial

Una vez más, Santa Marta sucumbe ante una tragedia anunciada. Más de 60 barrios amanecieron el 4 de agosto convertidos en canales de agua lodosa, tras la tormenta del día anterior que azotó la ciudad por cerca de cuatro horas. Sin embargo, el verdadero desastre no fue causado por la lluvia, sino por años —décadas— de improvisación, desidia y malas decisiones de la administración distrital.

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Calles convertidas en ríos, viviendas anegadas, negocios perdidos y familias que lo han perdido todo. La ciudadanía está harta de que la historia se repita y que la respuesta de la Alcaldía se limite a pañitos de agua tibia: ayudas tardías, declaraciones vacías y la misma rueda de prensa de siempre.

Desde el Consejo de Cuencas del PONCA, del cual hace parte la Fundación Salvaturrido, lanzaron un comunicado contundente: “El agua no causa desastre, lo hacen las malas decisiones”. Un mensaje directo a quienes han administrado la ciudad sin priorizar lo esencial: un sistema de alcantarillado pluvial funcional, la recuperación de quebradas urbanas, la protección de rondas hídricas y un verdadero plan maestro de drenaje.

La tormenta fue inevitable. El desastre, no. Las quebradas están taponadas, los drenajes naturales han sido reemplazados por concreto, y los barrios se levantan sobre zonas que alguna vez fueron caños.

¿Quién responde por eso?

¿Dónde están los estudios, las obras de mitigación prometidas en campaña, los presupuestos aprobados?

La Fundación y otros colectivos ciudadanos exigen:

  • La ejecución inmediata de un Plan Maestro de Drenaje Pluvial.

  • La recuperación ecológica de las quebradas.

  • Protección real a las rondas hídricas.

  • Auditoría ciudadana a las obras y contratos relacionados con gestión del riesgo.

  • Y, sobre todo, que la administración distrital deje de lavarse las manos.

Santa Marta no necesita más excusas ni culpas lanzadas al cielo. Necesita soluciones estructurales y sostenibles. Porque la lluvia no avisa… pero la ineficiencia sí da señales, y las autoridades han decidido ignorarlas.