POR: REYNALDO MORA MORA, PARA TRIBUNA PEDAGOGICA
Lo que queremos potenciar desde el prsente texto es que el currículo imagina, recrea, enseña y propone respuestas a las problemáticas del entorno de los sujetos educativos. El currículo es vital para interaccionar el pasado con el presente y vislumbrar el futuro. Por el contrario, el currículo oficial no aborda las Problemáticas Sociales, PS, no las refiere en los procesos de enseñanza-aprendizaje, solo hace imaginar el sentido del mercado de las competencias en la formación. Por el contario el Currículo Contextualizado y Pertinente, CCP, esas problemáticas son aspectos de la memoria sociocultural de los saberes enseñables. El currículo las aprehende, las utiliza didácticamente para imaginar y planear todo para el contexto para el destino personal de los estudiantes. Tenemos entonces, que en términos de Bourdieu (1991) la autonomía del currículo oficial, se afirma fundamentalmente respecto a la relación empresa-escuela-mercado-competencias. Un currículo es autónomo cuando está a distancia de esa relación, que es interesada por el neoliberalismo y que separa lo cognitivo de lo socioafectivo privilegiando la estandarización bajo la forma de una jerarquía en los procesos de Formación Integral.
En este proceso, la naturaleza del currículo es cambiante, como una herramienta formadora que se está transformando permanentemente desde sus principales aspectos socioculturales y condiciones académicas. Por eso, es preciso construirlo constantemente y construir su sentido buscando sus referencias en el contexto para que renueve y revierta la práctica reflexiva del maestro. El currículo funciona en estos momentos como un lugar donde entran las entrañas de las competencias empresariales, basada en la rapidez, en la preparación cognitiva para responder a las demandas de la empresa, desarrollándose un proceso formativo eficaz y eficiente basado en la instrumentalización y la estandarización de los saberes por las competencias de la empresa, favoreciendo la desigualdad social desde el enseñar. Por ello, hay que repensar y criticar el proceso llamado “estandarización”, proceso en el cual es casi inexistente la reflexión y análisis crítico sobre sus alcances e incidencias, por ejemplo, su impacto en las instituciones educativas de las periferias colombianas en su autonomía escolar.
El currículo, en vez de ser un juicio democrático, se ha convertido en un instrumento del neoliberalismo, de herramienta ha pasado a ser comercio (el mundo de las competencias). La Escuela se parece a una tienda donde se venden las competencias. Nuestra actitud como educadores críticos a la estandarización positivista debe ser demoledora frente a la corrosiva atmosfera del discurso empresarial de las competencias. Debemos estar determinados a abandonar definitivamente la meritocricidad de lo que la empresa vende a la Escuela: sus competencias empresariales. Desde el CCP concedemos una importancia singular a la perspectiva constructiva sociocultural del currículo, dirigida al desarrollo y fortalecimiento de las capacidades, vocaciones y talentos de los sujetos, que potencien una dimensión crítica en contra del formalismo instrumental y estandarizante del currículo oficial (lleno de formatos con datos fríos).
Abogamos por un currículo que se oponga a la idea oficial de abrir la Escuela a la empresa, socavando la formación de buenos ciudadanos críticos y democráticos. Y, es que todo es de una u otra forma, un currículo que surge del contexto y para el contexto. Por ello desde el CCP sostenemos que el currículo se transforma a sí mismo, transformado a la comunidad educativa. El sistema educativo colombiano requiere de una reforma institucional profunda, en todas sus dimensiones. En concreto, requiere de un cambio en la concepción de una Formación Integral Contextualizada y Pertinente, FICP, a fin de centrase en las necesidades y los intereses fundamentales del contexto y de los individuos. Tenemos que terminar con la dimensión vertical del currículo oficial.
El currículo es, en definitiva, un texto sociocultural. Bien, que el Estado trace unos lineamientos normativos (por ejemplo, los establecidos en la Ley 115 de 1994), los ofrezca como un currículo prescrito, bien porque una Comunidad Educativa lo construya, identificando, seleccionando, jerarquizando y priorizando las Problemáticas Sociales del entorno. Entonces, la cotidianidad avala, por lo demás este concepto de currículo como texto construido. Por currículo es necesario entender sus interacciones, sus conceptos, pero también sus confines: el lugar liminar en el cual, precisamente, el currículo se asoma al contexto, atravesando formativamente sus problemáticas. A esta prueba se somete su filosofía: no es ingenuo, no es instrumental, no estandariza, deconstruye interna y externamente e induce a un trabajo de continua autoproblematización por parte de La generación de un Pensamiento Curricular Contextualizado y Pertinente, PCCP, para proponer lógicas conclusiones, siendo refractario al instrumentalismo en los procesos formativos, en especial, en los evaluativos.
El neoliberalismo ha introducido en la Escuela la esquizofrenia competitiva. Competir, competir, derrotar al otro, al malo, para conservar lo esencial y los ideales de la empresa, todo bajo la receta de las competencias y los procesos instrumentales de la evaluación. En definitiva, empresa-Escuela, es el nuevo binomio que sustituye la formación integral en valores socioafectivos. Los estudiantes son los nuevos miembros de este modelo: eficacia y eficiencia lo debe demostrar la Escuela con la palabreja de la supuesta calidad de la educación. Reducir y confirmar cínicamente la formación al mundo de las competencias del mercado, que solo potencian el “competir” vergonzoso y humillantemente es resignarnos como educadores críticos a seguir dándole alas a esta política neoliberal que mata los sueños y metas de nuestra juventud al no poder ingresar a la educación superior pública, convirtiéndolos en mano de obra barata para el mercado y el consumo, más no para la formación de buenos ciudadanos críticos y democráticos. Insistimos en un campo de soberanía personal y moral dentro del cual, cada estudiante se forme con autonomía, que sean respetados y valorados en sus intereses, emociones, capacidades, talentos y vocaciones (todo acorde a no dañar al otro). Cualquier concepción de autonomía atentada por la mano del Estado, atenta a su vez contra la soberanía personal de los estudiantes y de los docentes, lo que, limita sus campos individuales. Esto lo debemos predicar también para la autonomía institucional.
La lógica del mercado le ha impuesto reglas a la Escuela mediante circunstancias coercitivas, como es el discurso de las competencias. Esta lógica aprovecha la dependencia económica del país frente a organismos transnacionales. Entonces, encontramos una Escuela-empresa, un rector-gerente, docentes-operarios y estudiantes-productos que ha cedido el concepto milenario de la formación (la bildung alemana) para arrodillarse al poder económico neoliberal. El neoliberalismo propende por la meritocracia, que la considera como principio fundamental de una supuesta justica meritocrática. Esta meritocracia en cuanto sistema es moralmente perversa, porque empuja la soberbia de los ganadores y la humillación de los perdedores. Esto es lo que debemos a hacer como educadores críticos: terminar con la apuesta meritocrática de las pruebas estatales, que supuestamente todo lo explican a partir del discurso de las competencias, que son arbitrarias desde la perspectiva de los estándares que matan los talentos, vocaciones y capacidades individuales. Democratizar las formas de construir el currículo es institucionalizarlas como algo indispensable para la formación de buenos ciudadanos y para dar respuesta a las Problemáticas Sociales. Nos empeñamos como pensadores curriculares en realizar un trabajo terapéutico, es decir, conectar más directamente e intensamente el currículo con el contexto. En cierta manera, esta es la línea que siguen mis preocupaciones, tratando de vencer los obstáculos mentales que impiden tocar la realidad social. Por ello, no es concebible un sistema educativo sin la relación del currículo con las necesidades sociales. Escuela-Currículo y Problemáticas Sociales son realidades que siempre deben ir unidas para organizarse y resolver la necesidad de la formación de buenos ciudadanos y las tensiones sociales, y para poder realizar esto, es imprescindible un Currículo Contextualizado y Pertinente: su contenido democrático está en su institucionalización mejorada y paulatina pensando esa formación que ordena la Constitución Política y los Fines de la Educación (art. 5 de la Ley 115 de 1994).