¿Periodismo o politiquería con micrófono? Rafael Martínez frente a falsa designación de gobernador en el Magdalena

Con un discurso tan filoso como vehemente, Rafael Martínez, rompió el silencio tras los rumores —y publicaciones de ciertos medios que deberían de constatar las versiones claras y reales por el supuesto encargo de un nuevo gobernador para el departamento— sobre el supuesto encargo de un nuevo gobernador en el departamento. Lo hizo con palabras directas, claras y cuestionadoras, dejando en pleno conocimiento que lo que se está viviendo no es un ejercicio institucional, sino una jugada politiquera con el disfraz de legalidad… y un coro de medios pagados que se han constituidos en un comité de aplausos de la oposición y el odio, que han pasado a convertirse en cajas de resonancia del poder de turno.

«Esto no es una decisión, es un chisme con micrófono»

Martínez calificó como “una burla al marco legal” el supuesto nombramiento de un gobernador encargado por fuera del derecho que le corresponde al partido o movimiento político que inscribió la candidatura ganadora en el Magdalena que ganó por más 300 votos, una diferencia arrolladora que dejó visto cómo el pueblo se levantó a votar por el cambio. Sin rodeos, arremetió contra un diputado a quien tildó de “mediocre político sin escrúpulos que va de la derecha a la izquierda y de la izquierda a la derecha, como quien cambia de camisa según la ocasión”.

Pero más allá de la maniobra política, su verdadera indignación apunta a los medios de comunicación que, en su opinión, se prestaron para amplificar el “chisme” sin verificar ni contrastar la información. *“Esto no es periodismo. Es politiquería con micrófono, escrita, con cámara y con mala intención”,* sentenció.

Crítica demoledora a medios: “Rigurosidad, cero; ética, menos; verdad, ausente”

En su declaración, Rafael Martínez no se guardó nada contra el ecosistema mediático local:

“Un grupo grande de portales que se dicen informativos o periodísticos en Santa Marta terminó ofendiendo en extremo el ejercicio del oficio: total abandono de la rigurosidad periodística, menosprecio por la búsqueda de la veracidad, total desdén por las normas éticas de la información y, sin lugar a dudas, un pésimo ejemplo en la construcción de opinión pública”.

Lo que para otros sería una simple cobertura, para Martínez es el síntoma de una degradación profunda del oficio periodístico, donde prima el afán de likes y favores por encima del deber con la verdad. Su crítica también alcanzó a algunos medios nacionales que, en su opinión, “renunciaron a los estándares históricos para nivelarse por debajo con este tipo de portales”.

«Nuestra nulidad no es justicia, es politiquería disfrazada»

Aprovechando el momento, Rafael Martínez también se refirió a la nulidad de su elección, señalando que esta responde a “intereses de la politiquería” y no a la voluntad popular.

¡No nos han derrotado! Y aunque es claro que nuestra nulidad ha sido motivada por intereses políticos, seguimos firmes, porque la valentía y la resiliencia de la clase popular no la define un fallo”, declaró con contundencia.

El exmandatario samario ratificó su compromiso con el departamento del Magdalena y aseguró que seguirá en la lucha con o sin credencial:

“¡Con o sin credencial, Rafael Martínez seguirá la batalla!”

El movimiento que les gana con votos… y ellos responden con trampas y falsedades: el dossier que tiene temblando a la vieja politiquería

¡A la comunidad no se les puede engañar!

En el Magdalena hay un expediente que no aparece en los juzgados pero que atormenta a la vieja clase política: se llama Fuerza Ciudadana, y su pecado, según sus detractores, ha sido ganar. No una, ni dos: seis veces consecutivas por voto popular. Y cuando las urnas no respondieron al poder tradicional, entonces apareció la solución mágica: instrumentar la justicia para lo que no pudieron hacer con democracia.

Porque esa es la historia que se repite una y otra vez: primero eligieron a Carlos Caicedo en la Alcaldía de Santa Marta, luego a Rafael Martínez y a Virna Johnson, también como alcaldes. Después Caicedo saltó a la Gobernación, seguido de Martínez. Y cuando las cartas estaban jugadas, el pueblo habló de nuevo y eligió a Jorge Agudelo como alcalde. Seis elecciones, seis triunfos, seis derrotas para los mismos de siempre.

Pero como el voto dejó de servirles, cambiaron de estrategia: eliminaron a los elegidos, no en las urnas, sino en los despachos judiciales. Tumbaron la elección de Agudelo en Santa Marta. Luego, la de Rafael Martínez en la Gobernación del Magdalena. ¿El delito? Tener el respaldo popular que ellos perdieron hace rato.

Y como si fuera poco, ahora aparecen los “expertos”, los opinadores de escritorio, los politólogos de memes y titulares reciclados, afirmando con desparpajo que “Fuerza Ciudadana ya no va más”. Lo dicen con una sonrisa de autosatisfacción, sin importarles que más de una década de respaldo ciudadano los contradiga.

Pero la verdad es más fuerte que sus titulares prefabricados. Mientras ellos reparten cargos en oficinas oscuras, Fuerza Ciudadana inaugura universidades en El Banco y Ciénaga, proyecta otras cuatro más, y deja un legado de obra pública, educación y transformación social que ningún otro movimiento político en el Caribe ha conseguido en 50 años.

¿Por qué tanto miedo?

La respuesta es simple: porque ni con toda su maquinaria, ni con toda su prensa aliada, ni con todos sus “analistas de bolsillo”, han logrado lo que Fuerza Ciudadana ha hecho con pueblo, con calle y con votos. Y eso les duele. Porque no es solo perder en las urnas, es perder el control del relato, de los contratos, del poder.

Por eso, lo del Magdalena no es un caso judicial, es un laboratorio político. Es el ejemplo vivo de cómo actúa el sistema cuando un movimiento alternativo pone en riesgo su hegemonía. Y en ese laboratorio, Fuerza Ciudadana representa la resistencia, la resiliencia, y el derecho a gobernar desde lo popular, con dignidad y sin rodilleras.

¿Y ahora qué?

Ahora vendrán más ataques. Más titulares sin fuentes. Más fallos con sabor a encargo. Pero también vendrán más votos, más jóvenes en las aulas, más obras, más pueblos olvidados que ahora tienen voz.

Porque como lo demuestra este dossier inigualable, cuando el pueblo vota seis veces por el mismo proyecto, es porque no es un capricho: es una decisión. Y eso no lo anula ni un despacho, ni una sentencia, ni el miedo de quienes saben que por la vía democrática ya no tienen cómo volver.

Lo que queda tras este pronunciamiento es una nueva grieta en el ya polarizado escenario político del Magdalena. Una denuncia de juego sucio, medios cómplices y normas pisoteadas. Rafael Martínez no solo se defiende: lanza un desafío público al sistema, a la institucionalidad selectiva, y a un periodismo que, según él, dejó de ser voz crítica para convertirse en eco de los poderosos.

El regreso del látigo politiquero: Magdalena, castigado por votar diferente

En el Magdalena se está librando una batalla que va mucho más allá de nombres y partidos. Se trata del castigo sistemático contra un pueblo que cometió, para la vieja clase política, un “pecado imperdonable”: votar por el cambio. Y ese castigo hoy lo están pagando, no los líderes de Fuerza Ciudadana, sino la comunidad entera, a la que pretenden arrodillar frenando obras, truncando proyectos y cercenando oportunidades de desarrollo.

Después de seis elecciones consecutivas ganadas por ese movimiento político —en franca lid democrática—, los mismos de siempre, los de la politiquería tradicional, han decidido que si no pueden ganar en las urnas, lo harán desde los escritorios, con triquiñuelas legales, fallos a la medida y una persecución sin precedentes.

Primero tumbaron a Jorge Agudelo, alcalde elegido por el pueblo. Ahora sacan del juego a Rafael Martínez, gobernador legítimo del Magdalena. ¿El objetivo? Tomarse el poder a la fuerza, aunque para lograrlo tengan que devolver al departamento al letargo del que apenas comenzaba a salir.

Obras frenadas, universidades en riesgo, progreso cancelado

Las universidades públicas proyectadas en El Banco, Ciénaga y otras zonas vulnerables —símbolo de esperanza para cientos de jóvenes sin oportunidades— hoy penden de un hilo. Los planes de expansión en salud, infraestructura, cultura y empleo están paralizados. El desarrollo que se estaba consolidando con hechos, no con discursos vacíos, se estanca por decisión política de quienes nunca quisieron que avanzara.

¿Y los afectados? La gente. Los campesinos que habían sido incluidos. Los jóvenes que empezaban a soñar con un título. Las madres cabeza de hogar que encontraban respaldo en programas sociales. Hoy, todos ellos vuelven a ver cómo el poder se recicla entre los mismos que por décadas hundieron al Magdalena en el olvido.

Castigo selectivo: cuando gobernar bien se vuelve una amenaza

La realidad es cruda: gobernar bien, en el Magdalena, es una amenaza para quienes solo saben vivir del clientelismo. Por eso quieren borrar del mapa a Fuerza Ciudadana, no por sus errores, sino por sus aciertos. Porque al exponer lo que nunca hicieron los de antes, quedaron al desnudo. Y hoy no se conforman con sacar a los líderes: quieren destruir su legado, apagar sus obras, reescribir la historia a punta de leguleyadas.

¿Y ahora qué? ¿Volver al pasado?

La gran pregunta es si el Magdalena está dispuesto a retroceder. Si aceptará sin resistencia que quienes lo condenaron al atraso vuelvan con sed de revancha y promesas recicladas. Si renunciará al modelo de gestión pública que por fin había comenzado a dar resultados tangibles.

Porque lo que está en juego no es una elección: es el rumbo de un departamento que había empezado a despertar. Y si el castigo que impone la vieja política se concreta, el precio lo pagarán los más humildes.

La historia está en un punto crítico. La ruta a seguir debe decidirla el pueblo. O se resigna a volver al pasado que lo marginó, o defiende el futuro que ya empezaba a construir. Pero lo que está claro es que el retroceso no es una opción. No si el Magdalena quiere dejar de ser el patio trasero de la politiquería para convertirse, de una vez por todas, en ejemplo de transformación real.

La resistencia no puede ser de los líderes solos. Tiene que ser de un pueblo que ya sabe lo que puede lograr cuando vota por dignidad.

Mientras tanto, la ciudadanía observa, confundida entre versiones, fallos, encargos y titulares. ¿Quién informa y quién desinforma? ¿Quién gobierna y quién manipula? Y más importante aún: ¿quién defiende realmente el mandato del pueblo?

Martínez ya dio su respuesta.

En el Magdalena no hay derrota. Hay una batalla abierta… y el pueblo aún tiene la última palabra.

Saade fue claro: “A Fuerza Ciudadana se le respetan los derechos

Desde el corazón del poder presidencial, el jefe de gabinete de Gustavo Petro, Alfredo Saade, rompió el silencio sobre la tormenta política que sacude al Magdalena. Lo hizo con palabras que, más que declaraciones, suenan a advertencia institucional: el Gobierno nacional no permitirá que se desconozcan los derechos políticos de Fuerza Ciudadana en la Gobernación, ni que se saboteen los avances estructurales en el acceso al agua.

El respeto a la participación democrática y a las organizaciones políticas es prioridad para el presidente Petro”, dijo Saade el pasado lunes, marcando distancia frente a las tensiones que han rodeado la designación de un gobernador encargado en el Magdalena, en medio de lo que muchos denuncian como una ofensiva para desmantelar lo que el pueblo eligió en las urnas.

¿Mensaje para quién?

Las palabras de Alfredo Saade no son inocentes. Llegan justo cuando Fuerza Ciudadana denuncia una ofensiva institucional para arrebatarle el poder conseguido por vía democrática. La destitución de Rafael Martínez, la exclusión de Jorge Agudelo y la imposición de decisiones desde Bogotá, han generado un clima de indignación y resistencia ciudadana.

Con su declaración, el jefe de gabinete envía un mensaje claro a quienes buscan desmontar un proyecto político elegido seis veces por la voluntad popular: el Gobierno nacional no se prestará para persecuciones disfrazadas de legalidad.

Una ola progresista que no se detiene

La defensa de Fuerza Ciudadana y el blindaje de las obras clave, como la del agua, reflejan algo más profundo: el reconocimiento de que en el Magdalena se está jugando una batalla nacional entre el viejo régimen político y las nuevas formas de hacer gobierno. Saade, como samario y alto funcionario de la Presidencia, sabe lo que significa impedir que esa ola de transformación sea barrida por intereses mezquinos.

En medio del ruido, sus palabras suenan como una garantía, pero también como un llamado a la vigilancia: el respeto a los derechos políticos no puede depender del poder de turno. Es un principio democrático que, en territorios como el Magdalena, se debe proteger con firmeza.

Con el pueblo, no contra él

Lo que queda claro es que, pese a las turbulencias, hay una ruta que se mantiene firme: obras con visión de futuro, respeto por el mandato popular y un mensaje directo a quienes creen que el poder se toma por decreto: el pueblo ya eligió, y esa decisión no se borra con maniobras políticas.