A 500 años de la fundación de Santa Marta, voces como la de Mercedes Salgado reivindican el legado afrodescendiente que ha sido clave en la construcción de la ciudad, desde la esclavización hasta el reconocimiento cultural y político.
Por: Redacción.
DIARIO LA LIBERTAD.
En medio de los actos conmemorativos por los 500 años de la fundación de Santa Marta, una de las voces que emerge con fuerza y dignidad es la de Mercedes Salgado, lideresa afrodescendiente, quien en una entrevista especial con Noticias con LIBERTAD recuerda que «Santa Marta también es negra«. Esta afirmación no es una consigna vacía, sino la declaración de un pasado, un presente y un futuro construidos a partir de la resistencia negra, la lucha por la libertad, el aporte cultural, gastronómico, político y social de la comunidad afro en esta región.
Mercedes, heredera directa del legado de San Basilio de Palenque, lleva en su apellido y en su historia personal la memoria de quienes fueron arrancados de sus tierras, despojados de su identidad y forzados a construir, con sudor, sangre y rebeldía, una ciudad que muchas veces los ha invisibilizado. «La población afro llegó a Santa Marta en condiciones de esclavización, no fue por migración voluntaria. Nos sacaron de nuestra tierra, donde éramos felices, teníamos riquezas, cultura, tradiciones», recuerda con firmeza.
La entrevista transcurre en la Quinta de San Pedro Alejandrino, un lugar simbólico donde se respira historia. Sin embargo, Mercedes lo resignifica al destacar que allí existieron esclavos, que desde ese mismo punto escapaban hacia los palenques, lugares de libertad que fueron creados en lo más profundo de las montañas. «Los caminos de libertad estaban tejidos en las trenzas de las mujeres. Esas trenzas no solo guardaban granos para sembrar, sino también los mapas para escapar», explica, ilustrando una vez más la sabiduría y estrategia de sus ancestras.
Desde 1525, fecha fundacional de la ciudad, ya se hablaba de la libertad negra. Pero, como bien recalca Salgado, «no fue una libertad otorgada, fue una libertad luchada». No bastaba con un decreto: los esclavizados debían trabajar el doble para comprar su condición de hombres y mujeres libres. Es por eso que se considera a Santa Marta como uno de los epicentros del inicio de esa larga lucha por la dignidad afrodescendiente.
Un hito clave en esta historia fue la expedición de la Ley 70 de 1993, que reconoció por primera vez los derechos de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. Han pasado solo 32 años desde entonces, y esa brecha temporal evidencia cuán reciente ha sido el reconocimiento institucional de estos pueblos en Colombia. «Es ahí donde uno se pregunta: ¿500 años de historia para apenas tener una ley en el 93?», cuestiona Mercedes.
El aporte de la población afro en Santa Marta ha sido fundamental. Para Mercedes, hay tres pilares que no pueden negarse: la cultura, la música y la gastronomía. El tambor, en palabras suyas, «es la herencia más fuerte». En tiempos de esclavitud, era el lenguaje con el que se comunicaban los esclavizados entre haciendas, la válvula de escape emocional en los domingos de «descanso». Hoy, es identidad, es raíz, es alegría caribeña. «No hay samario que escuche un tambor y no se le ericen los pies», afirma entre sonrisas.
En cuanto a la gastronomía, Mercedes trae a la memoria los sabores de su infancia y su hogar. Platos como el arroz con coco, el pescado guisado, los patacones y las ensaladas con sabor afro son parte de su legado palenquero. «Es una comida que no solo se cocina, se vive. Se ralla el coco, se exprime, se cocina con memoria», describe.
El proceso de autorreconocimiento es, sin duda, uno de los desafíos más grandes de la actualidad. La ciudad, afirma Mercedes, ha sido históricamente elitista y excluyente. «Ser negro en Santa Marta era sinónimo de burlas, de discriminación. No teníamos derechos, ni oportunidades», denuncia. Sin embargo, insiste en que el panorama ha cambiado gracias al trabajo de organizaciones de base y lideresas afro como Josefina Olivo, quien llegó a Cristorey y desde allí se gestó una nueva conciencia de pertenencia negra.
Hoy la población afro no se limita a sectores como Cristorey o Pescaito. Está presente en toda la ciudad: María Eugenia, El Pando, Bonda, El Jardín, incluso el centro histórico. «Santa Marta es una mezcla de indígenas, negros y españoles. Ya no hablamos de razas puras. Somos mestizaje, somos mezcla», explica con claridad.
Desde su fundación «Trenzando Caminos«, Mercedes trabaja en procesos pedagógicos para que las nuevas generaciones afrodescendientes reconozcan su historia. Porque, como señala, «nos contaron mal la historia: nuestros antepasados no vinieron como esclavos, vinieron esclavizados, que es distinto». Entre ellos, recuerda a figuras como Benkos Biohó, quien era príncipe africano y terminó liderando la creación del primer palenque libre de América.
Al cerrar la entrevista, Mercedes lanza un llamado a la memoria y a la identidad: «Santa Marta también es negra. Lo ha sido siempre. Y ese reconocimiento debe reflejarse en todos los espacios: culturales, políticos, sociales y económicos».
En estos 500 años de Santa Marta, reconocer el aporte afrodescendiente no es un acto simbólico, sino un deber histórico. Una deuda que empieza a saldarse cuando se escucha a voces como la de Mercedes Salgado, cuando se enaltece el tambor, se saborea el arroz con coco y se caminan las calles con la certeza de que, entre las piedras coloniales y las palmas caribeñas, también está la herencia de aquellos que trenzaron caminos de libertad.
Y.A.