El sheriff del mundo

Juan C. Restrepo.

Por Juan C. Restrepo

Nadie pudo describir más acertadamente a Trump que el presidente Lula. Cuando recibió la notificación de que el gobierno norteamericano se disponía a gravar las exportaciones brasileñas con un arancel del 50% porque no le gustaba que al expresidente Jair Bolsonaro -que es su amigo- lo estuvieran juzgando los jueces del Brasil, el presidente Lula le recordó que a él nadie lo había nombrado el “sheriff del mundo”.

El disparate de Trump para con el Brasil es apenas comparable a si un gobierno extranjero dijera, por ejemplo, que va a gravar con aranceles exorbitantes nuestras exportaciones, por que no le gusta que los jueces colombianos estén juzgando al expresidente Uribe Vélez. Cualquiera que sea el resultado de este juicio.

El señor Trump está definitivamente perdiendo todo sentido de buen juicio tanto en sus políticas internas como en las internacionales. Se cree no solo el sheriff del planeta, sino que sus caprichos lo llevan a disparates como éste: pretender que con políticas arancelarias puede interferir y cambiar el rumbo de procesos judiciales que no le gusten en otros países adelantados por magistrados independientes.

Es tal el cúmulo de arbitrariedades y de arrogantes caprichos que aparecen diariamente en las actuaciones de Trump, que no es aventurado predecir que su gobierno va a terminar mal. Muy mal.

Además del dislate relacionado con el juicio que se adelanta en Brasil  por los altos magistrados de aquel país contra el expresidente Bolsonaro por intento de golpe de estado (no muy diferente por cierto del que el mismo Trump alentó con sus barras bravas contra el capitolio de los Estados Unidos), esta semana la emprendió contra el grupo de los Brics alertando a este grupo de importantes países como son China, Rusia, Indonesia, Sudáfrica, India y el mismo Brasil, diciéndoles a este grupo de países hechos y derechos, con más población que los Estados Unidos, y por supuesto independientes y soberanos, que si las políticas de los Brics se alejaban un milímetro de los lineamientos de los Estados Unidos, podían ser castigados también con su arma favorita: los aranceles.

Aranceles que se le han convertido, además de un arma arrojadiza para asustar a la comunidad internacional, en un verdadero ballet de histrionismo en el que la comunidad internacional cree cada vez menos.

Y como si fuera poco lo anterior, cerró el espectáculo semanal amenazando a la Unión Europea, a Méjico y al Canadá con más aranceles. Como si los que ya ha anunciado llamados “aranceles recíprocos” para entrar en vigor el primero de agosto no fueran suficientes.

Volvamos un momento a la bravuconada con Brasil por estar juzgando a Bolsonaro. Es una de las pocas amenazas tarifarias de la catarata (que ha anunciado y luego recogido desde que se posesionó) que no se apoya en razones de desequilibrio comercial. En efecto, a la fecha Brasil le compra más a Estados Unidos de lo que estos le compran a Brasil. La balanza del comercio bilateral es favorable a los norteamericanos.

La primitiva amenaza contra el Brasil de prosperar (no creo que a la postre prospere), querría decir que, por razones distintas a las estrictamente comerciales, el caprichoso señor Trump podría justificar cualquier atropello contra terceros países simplemente por que no le gusta alguna medida interna que adopten soberanamente los países terceros.
No solo sería el fin de cualquier rescoldo de multilateralismo, sino la protocolización del matoneo por parte de los Estados Unidos contra cualquier país del planeta cuyas políticas internas- de sus gobiernos o jurisdicciones- le desagrade. Entraríamos en la más primitiva ley de la selva de las relaciones internacionales.

Esto no va a acabar bien. La opinión pública y los mismos jueces de los Estados Unidos se le están rebotando más y más todos los días por la manera atrabiliaria e irrespetuosa del estado de derecho que exhibe el huésped de la casa Blanca. Y a nivel internacional ni se diga.
El matón puede creer que puede hacer bulling impune y permanentemente.  Pero a la postre la sensatez de aquellos a quienes está humillando hoy terminará plantándole cara el día de mañana.