Hace cinco siglos, las costas de Santa Marta temblaban bajo las velas negras de piratas, corsarios y bucaneros. Figuras como Francis Drake y John Hawkins irrumpían en la bahía, saqueando sus riquezas, quemando sus casas y dejando tras de sí un rastro de caos y desolación. En 2025, mientras la ciudad conmemora sus 500 años de fundación con la Fiesta del Mar, un nuevo apodo resuena en las calles y en las redes sociales: «La Fiesta del Saqueo». Lo que debería ser una celebración de la identidad samaria se ha transformado, para muchos, en un reflejo de aquellos asaltos coloniales, con el alcalde Carlos Pinedo Cuello señalado por algunos como el capitán de un nuevo pillaje que desangra el espíritu de la ciudad.
En los albores de Santa Marta, los piratas llegaban con promesas de comercio o tregua, solo para despojar a los habitantes de sus bienes. Hoy, la Fiesta del Mar, anunciada con bombos y platillos como un evento gratuito para honrar los 500 años de la ciudad, ha traicionado esa misma promesa. Según publicaciones en X, los organizadores han impuesto cobros inesperados por el acceso a espectáculos que se promocionaron como abiertos al público, como el Superconcierto del 28 de julio con Carlos Vives y Grupo Niche. Familias que llegaron al Camellón de la Bahía, ilusionadas con disfrutar de la música que vibra en el alma caribeña, se encontraron con barreras económicas que les negaron la entrada. Este giro, para muchos, recuerda las tácticas de los corsarios, quienes ofrecían salvoconductos a cambio de oro, solo para traicionar su palabra.
El trato a los periodistas locales, guardianes de la narrativa samaria, no es menos indignante. En una ciudad que debería abrir sus puertas a la prensa para contar la grandeza de sus 500 años, los comunicadores han sido relegados, excluidos de eventos clave como la rueda de prensa en Los Trupillos para la elección de la Capitana de los Periodistas. Este desprecio, denunciado en redes, evoca los tiempos en que los bucaneros silenciaban a los mensajeros para evitar que las noticias de sus saqueos llegaran a oídos de las autoridades. Sin una prensa libre y respetada, la Fiesta del Mar pierde su eco, y Santa Marta, su voz.
En la cultura caribeña, donde extraños y locales se saborean con cada bocado, también ha sido escenario de un saqueo moderno. Los precios de productos básicos han escalado a niveles absurdos: por ejemplo, un mango verde, símbolo de la sencillez costeña, se vende a 10 mil pesos, un costo que indigna a locales y turistas por igual. En los puestos de El Rodadero y Taganga, los visitantes murmuran que los vendedores, atrapados en la vorágine de la especulación, parecen emular a los piratas que inflaban los precios de los bienes robados en los mercados coloniales. Este fenómeno no solo aleja a los asistentes, sino que también daña la imagen de una festividad que debería impulsar el comercio local, no ahogarlo en la codicia.
En el centro de estas críticas se encuentra el alcalde Carlos Pinedo Cuello, a quien algunos samarios, en publicaciones de las redes sociales, han calificado como el «capitán del saqueo». Mientras los piratas de antaño navegaban con cañones y espadas, los detractores de Pinedo lo acusan de liderar una gestión que despoja a la ciudad de su orgullo y a sus ciudadanos de su derecho a una celebración inclusiva. La Alcaldía, que prometió una agenda diversa con eventos como el Hay Festival, el Desfile Folclórico y el Festival Gastronómico ACODRES, se ve ahora cuestionada por una organización que parece priorizar el espectáculo sobre la accesibilidad y el bienestar de los samarios. La llegada del Buque Escuela ARC Gloria y la iluminación del Morro, aunque impresionantes, no logran apagar las voces que claman por transparencia y equidad.
En el Santa Marta del siglo XVI, los habitantes resistían los embates de los invasores con coraje, reconstruyendo su ciudad tras cada ataque. Hoy, 500 años después, los samarios enfrentan un desafío diferente: recuperar el espíritu de su Fiesta del Mar. Mientras las carrozas desfilan y los fuegos artificiales iluminan el cielo, el eco de las quejas resuena como un cañonazo en la bahía. La Fiesta del Saqueo, como la llaman sus críticos, no es solo una crítica a la gestión de Pinedo Cuello, sino un llamado a que Santa Marta, la Perla del Caribe, no vuelva a ser despojada de su esencia. La ciudad merece una celebración que una a su gente, no que la divida; que honre su historia, no que la repita. ¿Podrá Santa Marta, en sus próximos 500 años, navegar hacia un futuro donde las promesas no terminen en pillaje? Solo el tiempo, y la voluntad de sus líderes, lo dirán.