Fallas en la refrigeración desde hace siete meses tienen a la sede regional de Medicina Legal con cuerpos amontonados en el suelo y en estado de putrefacción. La salud pública está en riesgo y las autoridades guardan silencio.
En Barranquilla, la muerte se volvió doblemente cruel. No solo arrebata la vida de un ser querido, también condena a sus familias a despedidas imposibles, a entierros urgentes y a un dolor intensificado por el abandono institucional. La sede regional del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses atraviesa una crisis sanitaria de proporciones indignantes, con cuerpos en estado de descomposición, sin refrigeración adecuada y un hedor que impregna el aire desde cuadras antes de llegar.
Desde hace más de siete meses, la única cámara de refrigeración del instituto presenta fallas estructurales que no han sido reparadas, según denuncias recogidas por un medio local. En lugar de cadáveres preservados para investigaciones y entregas dignas, hoy hay cuerpos tirados en el suelo, amontonados sobre mesas, y almacenados durante semanas, incluso meses, en condiciones infrahumanas.
“La morgue huele a muerte desde fuera. Es un foco de infección. Los cuerpos se van dañando uno tras otro porque ya ni espacio hay”, relató una fuente que ingresó a adelantar una diligencia y se encontró con lo que describió como una escena de horror.
Las imágenes que construyen los testimonios son desoladoras: bolsas negras apiladas, espacios saturados, NN sin identificar, y familiares llorando sin poder velar a los suyos. “No se puede velar a nadie. Uno llega esperando al menos despedirse, pero el cuerpo está tan descompuesto que hay que enterrarlo de inmediato”, dijo un doliente al mencionado informativo.
Pero el problema no comienza en las frías paredes —o las que deberían ser frías— del instituto. Según fuentes judiciales, los traslados de cuerpos desde los lugares de los hechos son igualmente precarios: bolsas sin refrigeración, paleteras al sol, y trámites burocráticos en la URI que retienen los cuerpos durante horas antes de llegar al instituto. “Un cuerpo puede estar seis horas tirado en una paletera sin refrigeración. ¿Cómo no va a llegar dañado?”, cuestionó otra fuente.
Mientras tanto, la directora de Medicina Legal, Marjorie Yaneth Cervantes Herrera, guarda silencio. El informativo fuente de este escrito intentó múltiples veces obtener una respuesta, sin éxito. La institución parece tener otras prioridades: remodelaciones estructurales y administrativas, según las denuncias, que no atacan el problema de fondo: la cadena de frío rota que descompone no solo cadáveres, sino la dignidad de una ciudad entera.

“Esto no es solo una tragedia para los dolientes. Es un tema de salud pública. Hay riesgo de bacterias, enfermedades, contaminación del aire. Y no pasa nada”, denunció una fuente que ha seguido de cerca la situación.
La infraestructura de refrigeración actual, diseñada para almacenar entre 15 y 20 cuerpos, está desbordada. En su interior, una cámara de apenas cuatro por cuatro metros alberga decenas de cadáveres, muchos de ellos en estado de putrefacción avanzada. “Algunos llevan ahí hasta un mes, sin identificar. Ya ni se pueden tocar”, añadió otra voz anónima.
La omisión institucional, la falta de mantenimiento, y el abandono estatal han convertido a Medicina Legal Barranquilla en una bomba sanitaria. Y mientras tanto, las familias siguen llegando cada día, con el corazón en la mano y la esperanza de una despedida. Solo para encontrar que, en esta ciudad, la muerte también es una forma de desprecio.
Y.A.