Confusión mortal: cómo una camiseta blanca y un pantalón azul sellaron la tragedia de una familia pastoral en Aguachica

Un error letal. Una confusión de ropa.

Una familia inocente asesinada por sicarios que apuntaban a otro objetivo. La tragedia que estremeció a Colombia el pasado diciembre tiene ahora una hipótesis que parece confirmar lo más doloroso: los pastores Lora y sus hijos fueron víctimas colaterales de una guerra del narcotráfico.

El 29 de diciembre de 2024, en un restaurante del municipio de Aguachica, hombres armados irrumpieron y dispararon sin titubeos. En segundos, el pastor Marlon Lora, su esposa Yurlay Rincón y sus hijos Ángela y Santiago, cayeron abatidos. No hubo tiempo para reaccionar. Tampoco explicación inmediata.

Pero ahora, tras meses de investigación, las autoridades han reconstruido una versión que pone en evidencia una escalofriante cadena de errores: los sicarios buscaban a una mujer conocida en el mundo criminal como alias “La Diabla”, pero dispararon contra Ángela Lora, porque vestía igual que ella.

Dos mujeres, un mismo atuendo, un error fatal
Ese día, Zaida Andrea Sánchez, alias La Diabla, había asistido al sepelio de su esposo, Alexander González (alias El Calvo), asesinado dos días antes en el Banco, Magdalena. Ambos estaban en la mira de una red de narcotráfico tras la pérdida de un cargamento y una suma considerable de dinero. La orden contra ellos era clara: eliminación inmediata.

Tras la ceremonia fúnebre, La Diabla fue vista ingresando al mismo restaurante donde ya se encontraba la familia pastoral. Vestía una camiseta blanca y pantalón azul, y se sentó en una mesa cercana. Los sicarios ya habían sido alertados por un informante, quien describió con precisión la ropa de su objetivo. Pero lo que nadie previó fue que Ángela Lora, hija del pastor, vestía de forma idéntica.

El error, los disparos y el horror
Los asesinos no verificaron. Al entrar, vieron a una mujer con la ropa descrita y dispararon de inmediato. No solo contra Ángela, sino contra todos los que la acompañaban, siguiendo las instrucciones: eliminar también a los posibles escoltas.

Solo después, al revisar los rostros de las víctimas, se dieron cuenta del error: La Diabla seguía viva, intacta, observándolo todo desde otra mesa, según una fuente cercana al proceso. Minutos después, abandonó el lugar en medio del caos.

Las imágenes de cámaras de seguridad, reveladas recientemente, confirman la coincidencia en la vestimenta y muestran la escena posterior al tiroteo: Ángela tendida en el suelo, y a La Diabla saliendo del restaurante, indemne.

Un crimen sin sentido y una comunidad devastada
El crimen no solo desató la indignación nacional; dejó sin vida a una familia conocida por su trabajo espiritual y comunitario. La iglesia a la que pertenecían, ubicada en Aguachica, fue epicentro de homenajes y clamores de justicia.

La investigación continúa, pero esta versión —que apunta a una confusión entre dos mujeres vestidas igual— ha tomado fuerza entre las autoridades. Los autores materiales estarían vinculados a una estructura narcotraficante del norte del país, que aún no ha sido completamente identificada.

Un país consternado, una pregunta pendiente
¿Cómo es posible que en Colombia, una simple coincidencia en la ropa pueda costar la vida de una familia entera? ¿Hasta qué punto el crimen organizado ha trivializado la muerte?

La respuesta parece estar en la frialdad con la que se ejecutan estas órdenes. Un país entero observa, horrorizado, cómo el luto de una comunidad se produjo por un error tan absurdo como mortal: confundir a una joven evangélica con una narcotraficante, por culpa de una camiseta blanca y un pantalón azul.