“Entregan balas, siembran esperanza”: CNEB acordó entrega de 13,5 toneladas de armamento para su destrucción

En un giro histórico hacia el desarme y la construcción de paz territorial, la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano (CNEB), disidencia de la Segunda Marquetalia, se alista para entregar 13,5 toneladas de material de guerra al Estado colombiano. El anuncio llega tras intensas jornadas de diálogo entre representantes del grupo armado, el Gobierno nacional y delegados internacionales, sellando un compromiso que podría marcar un antes y un después en los procesos de paz en el país.

La reunión clave tuvo lugar en el resguardo indígena de Inda Zabaleta, en Tumaco, durante tres días de concertación en los que se acordó la hoja de ruta y el protocolo técnico para la entrega y posterior destrucción del arsenal. El documento fue avalado por el Ministerio de Defensa, representantes de la Misión de Apoyo de la OEA (MAPOEA) y miembros de la coordinadora.

Según confirmó Armando Novoa, jefe de la mesa de negociación por parte del Gobierno, el proceso tomará poco más de un mes mientras se establecen los puntos logísticos para la recolección y neutralización de los explosivos. La entrega se dividirá en dos regiones: nueve toneladas provienen del bloque de Nariño y 4,5 de Putumayo.

Además del material bélico, el grupo armado también se comprometió a erradicar al menos 15.000 hectáreas de hoja de coca, como gesto de voluntad hacia la sustitución de economías ilícitas y el fortalecimiento del desarrollo alternativo en sus zonas de influencia.

Este sería el segundo proceso de desarme adelantado bajo el actual gobierno. El primero tuvo lugar el pasado 5 de abril, cuando el Frente Comuneros del Sur, disidencia del ELN, entregó y facilitó la destrucción de más de 500 artefactos explosivos.

La entrega, que contará con la presencia del delegado Andrés Rojas y posiblemente del presidente Gustavo Petro, es un paso simbólico y estratégico dentro de la política de “Paz Total”. Con ello, se busca no solo frenar el conflicto armado, sino abrir caminos hacia la justicia restaurativa y la reconciliación comunitaria.

Mientras se apilan costales con municiones y explosivos para ser desactivados, crecen las expectativas de las comunidades afectadas por el conflicto, que ahora ven en la desmilitarización no solo el fin del ruido de las armas, sino el inicio del diálogo, la inversión social y la esperanza.

Con información de revista Cambio