Un abrazo que salvó una vida: el poder de escuchar y estar presente

En Bucaramanga, un joven de 18 años al borde del abismo encontró en un gesto humano la fuerza para no rendirse. Su historia es un llamado urgente a la empatía y la salud mental.

A veces, un abrazo, escuchar y dar consejos… puede salvar una vida.
En la tarde de un día cualquiera en Bucaramanga, un joven de 18 años salió de casa sin dejar muchas palabras atrás, pero sí con un peso invisible que lo hacía caminar como quien ya no puede más. Vestido con una bermuda, un suéter y unas chanclas, llegó hasta el viaducto García Cadena, se subió a las barandas con los ojos llenos de lágrimas y la mirada perdida, cargando un dolor que no alcanzaba a expresar.

No hacía falta saber su historia. Su postura y su silencio lo decían todo. En ese instante, no fueron estrategias ni discursos los que intervinieron, sino algo mucho más poderoso: la presencia compasiva de otro ser humano.

Una persona se acercó, lo abrazó sin juzgarlo, lo escuchó sin interrogarlo, y con una voz cálida le dijo:
“Llora todo lo que tengas que llorar, abrázame fuerte y aquí estamos para ayudarte.”

Ese instante lo cambió todo. No hubo promesas, ni soluciones mágicas, solo el inmenso poder de la empatía, de estar presente y de validar el dolor del otro.

Este hecho conmovedor recuerda que en medio de una crisis, un gesto tan simple como un abrazo o una palabra puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Que muchos, como este joven, no quieren morir, solo quieren dejar de sufrir, y que ser escuchados puede ser el primer paso hacia la esperanza.

Y.A.